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La (tragi) comedia de las equivocaciones

Lo malo es que los destinos de Chile no son una comedia, pero sí se está transformando en una gran tragicomedia.

Una de las pocas comedias escritas entre tantas tragedias por el autor de teatro más grande de la historia, el jamás superado WIlliam Shakespeare, se titula “La comedia de las equivocaciones” (The comedy of errors, en original). Era una de sus primeras y no muy aplaudidas obras, escritas hace unos 540 años y pone en ridículo el cambio de identidades, el uso de palabras equivocadas y de identidades cambiadas.

No puedo sino pensar en ella contemplando lo que ocurre con las y los integrantes de nuestros actuales poderes legislativos y ejecutivos, nuestros políticos en general. Lo malo es que los destinos de Chile no son una comedia, pero sí se está transformando en una gran tragicomedia. Creo que nos dejan a todas y todos más confundidos que a Adán el día de la Madre: uno ya no sabe qué pensar de lo que pasó ayer y hete aquí, ya hay otra confusión – o intención de confundirnos – hoy y no se sabe cuánta razón, intención o accidente hay en una u otra actitud. Déjenme exponer solo algunas cosas.

El presidente Boric ha expresado en varias oportunidades su inequívoca opinión sobre el ataque ruso – llamémosla “Putiniano” – a Ucrania: el asaltante es un agresor vil y el agredido una víctima al que hay que apoyar. Subrayó esa posición durante el encuentro con el presidente Zelenski durante su reciente viaje a Nueva York. Entre tanto su vocera, Camila Vallejo, hizo varias referencias en defensa de la democracia, criticando – con bastante razón – a la extrema derecha por el papel que asumió en el Consejo Constitucional, aprovechando su transitoria mayoría.

La ministra supuestamente debe difundir al público las opiniones oficiales del presidente; por lo menos eso se entiende bajo la palabra “vocera”. A la vez, es una de las principales figuras del Partido Comunista; es la que más visibilidad y acceso tiene para y sobre la opinión de la ciudadanía y que no debería ni expresar, ni representar posición alguna contraria al mandatario. Ahí está el quid de la cuestión, veamos por qué.

Es sabido que todas y todos los miembros de su colectividad le deben una férrea lealtad al programa y la doctrina que une a la izquierda mundial y, en general, a su ideología y estrategia internacional que dice luchar por los Derechos Humanos; principal eslogan esgrimido tanto por Vallejo como por el PC. Entonces, es incomprensible que ni bien Boric anuncia su encuentro con Zelenski, el grito de indignación de los compañeros llegue hasta el cielo, extrañando la actitud presidencial, hasta llamando al ucraniano fascista y genocida. Un judío fascista y genocida…

A la par de justificar – porque el que calla, otorga – al ex-camarada Putin en su enloquecida agresión, se olvidan que usa drones y cohetería para aterrorizar millones y aniquilar miles de civiles del país atacado. Saben que estas armas provienen sus amigos iraníes, -los que a la vez son capeones del Jihad, de ahorcar centenares de personas consideradas enemigas del Islam, de oprimir sus mujeres hasta transformarlas en sumisas esclavas al servicio de los varones. Como que esto no tiene nada que ver los DD.HH., su principal prédica.

Pero no quiero desquitarme solo con la izquierda extrema, ya que su más contundente oponente, la derecha radical también siembra la desorientación y emplea la manipulación para sus propios fines. Ya hace casi cuatro años, al llegar a un acuerdo gobierno y oposición de turno en la necesidad de una nueva Constitución, los que hoy dominan al Consejo expresaron su convicción que eso no era necesario; que la vieja Carta Magna puede modificarse hasta donde se quiera. Ya tengan razón o no, da la oportunidad (lo expliqué en un escrito anterior) que hoy depende de los conservadores si por fin se llega a ese anhelado texto – que, de paso, no consiste en la mayor preocupación de la ciudadanía – y la consecuente pacificación de los ánimos. Bueno, ya todas/os sabemos a qué se dedican los integrantes republicanos de esa asamblea: a presentar un proyecto a la votación que muy pocos aceptarían, mientras el oficialismo – y parte de la oposición – juntan las manos en plegaria que gane lo sensato en el seno de los cincuenta y cinco. Todo parece una nueva tragicomedia shakespeariana que ocupa todos los medios y de paso vacía los bolsillos ya agujereados del público.

Si tú, mi lector/a no te das cuenta de esto, entonces eres tan ingenuo como aquél que cree que disfrutará de esa comedia. Les aseguro que es la peor obra del inmortal poeta. Al igual en lo que puede terminar el presente mandato si no existe suficiente inteligencia – y honestidad – para cambiar de rumbo, antes que sea demasiado tarde.

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