Primeros días de Trump y América Latina
El torbellino de decisiones y declaraciones, asumiendo que responde a una estrategia, parece seguir el viejo principio de golpear por todos lados para confundir y desmoralizar, y así bajar la resistencia de las contrapartes/adversarios ante el empuje de ciertas iniciativas (tanto domésticas como externas). En ese contexto y en lo que se refiere a Latinoamérica, cobra sentido la declaración presidencial de unos días atrás “Estados Unidos necesita a América Latina, pero América Latina necesita más a Estados Unidos”.

Los primeros días de la presidencia de Donald Trump han sido vertiginosos. Ha dictado decenas de órdenes ejecutivas en muchos ámbitos, partiendo simbólicamente con los indultos para quienes se tomaron el Capitolio para impedir la investidura de Joe Biden hace 4 años. Junto con esto, ha hecho fuertes y abrasivas declaraciones y anunciado medidas sobre los más diversos asuntos, pero especialmente respecto de las relaciones internacionales y del rol de Estados Unidos.
El eje central de su discurso es que Estados Unidos va a “reequilibrar” sus vínculos con el mundo, haciendo primar sus intereses y necesidades y no la de terceros, como habría sido la dinámica hasta ahora. Y como parte de ese eje, aflora la famosa frase que ha repetido como un mantra para justificar su estrategia arancelaria: “en vez de imponer impuestos a nuestros ciudadanos para enriquecer a otros países, vamos a subir los aranceles para que otros países enriquezcan a nuestros ciudadanos”. En esa línea se enmarca su anuncio de subir a partir de este fin de semana en un 25% los aranceles a Canadá y México y 10% respecto de China. Aún no se conocen detalles de si esto es irrevocable ni de qué productos se afectarán y exactamente a partir de cuando (porque una cosa es el anuncio y otra la implementación que debe considerar varios pasos burocráticos).
El torbellino de decisiones y declaraciones, asumiendo que responde a una estrategia, parece seguir el viejo principio de golpear por todos lados para confundir y desmoralizar, y así bajar la resistencia de las contrapartes/adversarios ante el empuje de ciertas iniciativas (tanto domésticas como externas). En ese contexto y en lo que se refiere a Latinoamérica, cobra sentido la declaración presidencial de unos días atrás “Estados Unidos necesita a América Latina, pero América Latina necesita más a Estados Unidos”.
En efecto, de esa frase han emergido varias líneas de acción que han afectado directamente a nuestra región. La primera se refiere al tema migratorio. Es evidente por razones de contigüidad geográfica, que la mayoría de los inmigrantes en Estados Unidos proviene de América Latina. Por eso el esfuerzo para frenar y revertir ese flujo estará centrado en nuestra región y ya comenzó a ponerse en movimiento. En el ámbito doméstico se declaró una emergencia nacional y se ordenó una movilización militar para impedir el paso irregular por la frontera. También se activó la detención en todo el país de los ilegales. En el plano externo se comenzó con su deportación y en ese proceso se produjo el primer choque con Colombia, al negarse el presidente Petro al ingreso de aviones estadounidenses con expulsados colombianos. Esto generó la furia de la administración Trump y este declaró que en 24 horas se alzarían los aranceles en 25% para seguidamente hacerlo al 50%, además de impedir el ingreso a Estados Unidos de los miembros del gobierno colombiano, entre las principales sanciones. En menos de 24 horas el presidente Petro cedió, aunque con la variante de que fueron aviones militares colombianos los que fueron a buscar a los deportados.
Este episodio dejó en claro que la nueva administración estadounidense no tolerará ninguna oposición, al menos en lo que se refiere a su prioridad migratoria. En ese sentido, el anuncio de mayores aranceles a México y Canadá también estaría motivado, al menos discursivamente, en su falta de voluntad e inoperancia para impedir el flujo migratorio hacia Estados Unidos.
También se inserta en la arista migratoria la gira del secretario de Estado Marco Rubio que comienza este sábado a Panamá, El Salvador, Costa Rica, Guatemala y República Dominicana, donde se reunirá con sus respectivos mandatarios. Hay que destacar que es la primera vez en 100 años que un secretario de Estado hace su primer viaje a Latinoamérica. Esto demuestra la importancia absoluta que Trump asigna al tema migratorio y sus derivadas, que incluye la seguridad. La elección no es al azar y la intención es negociar pactos en la materia. Panamá es la primera escala tras el Tapón de Darién por lo que tiene un rol estratégico en frenar el movimiento de personas que quieren llegar a Estados Unidos. Costa Rica es quien sigue, por lo que puede ser un segundo muro de contención para quienes hayan eludido el primero. En cuanto a El Salvador, República Dominicana y Guatemala, la intención es que sean receptores de deportados de terceros países, para ya sea desde ahí ser devueltos a sus países de origen o proceder a solicitar el ingreso o refugio a Estados Unidos, pero sin entrar a él previamente. En el caso de El Salvador, está también la intención de enviar a supuestos miembros de bandas venezolanas como el Tren de Aragua que se encuentran en Estados Unidos a las cárceles de máxima seguridad para pandillas en ese país.
¿Qué podrían esperar estos países a cambio de su colaboración? Para empezar, no estar expuestos a sanciones y, eventualmente, continuar recibiendo asistencia, así como tal vez alguno que otro beneficio comercial.
Otra decisión del presidente Trump, que no obstante ser de alcance global, está perjudicando fuertemente a América Latina, es la suspensión de la ayuda internacional por 90 días, con el propósito de evaluar que se ajuste a las prioridades gubernamentales que redunden en “el beneficio de los ciudadanos estadounidenses”. Esto está generando interrupciones y vacíos en materias relevantes para la viabilidad del Estado de Derecho, como la lucha antinarcóticos y contra el crimen organizado, además de dejar en una situación delicada a sectores vulnerables que aseguraban su subsistencia, lo que paradójicamente podría estimular su migración. El plazo de los 90 días es posible que sea renovado si realmente se quieren hacer ajustes relevantes, con lo que se vislumbra un panorama altamente incierto en las áreas mencionadas durante el 2025 y con efectos impredecibles.
Un asunto que constituye un mensaje para la región en la competencia por el predominio global es el tema del canal de Panamá. El presidente Trump ha dicho que se ha vulnerado el tratado de cesión y que Panamá lo estaría entregando a los chinos, por lo que estaría justificado para recuperarlo. ¿La razón de esas declaraciones? La concesión de los puertos del canal está en manos de una empresa de Hong Kong, lo que Trump ve como un intento de control de las rutas marítimas y de los flujos comerciales en el continente americano por parte de China. Por eso el mensaje no es solo para Panamá, sino para el conjunto de la región y queda en evidencia que se va a reducir la posibilidad de mantener una relación abierta con las dos potencias sin consecuencias.
En estos primeros pero intensos días, el sello de la política de Trump hacia América Latina ha sido el garrote: deportaciones, cese de la cooperación y sanciones comerciales. Resuena la parte de su frase que “América Latina necesita más a Estados Unidos”.
La reacción natural de un país que se ve expuesto a presiones y sanciones es precisamente buscar depender menos del que las impone, por lo que esto podría ser un gran estímulo para explorar contrapesos en la relación con otras potencias y ahí las opciones mejor posicionadas son China y Europa. China ya es el primer socio comercial de buena parte del hemisferio (Colombia es la excepción) y Europa está tratando de recuperar terreno. En consecuencia, la dinámica en desarrollo podría en el mediano y largo plazo reorientar significativamente las relaciones en la región.
Mientras tanto y en el corto plazo la pregunta que ronda es: ¿Cuál será la zanahoria?