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Poner el alma en el “fuego”

Lo del Torero de Chayanne evidencia la tensión entre dos fuerzas legítimas: el reconocimiento del cambio social y el riesgo de la cancelación sin contexto.

Ahora le tocó a Chayanne. A poco de empezar una rueda de conciertos por España, el cantante portorriqueño fue interpelado por la filial hispana de PETA (Personas por el Trato Ético de los Animales) para que cambiara el nombre y también el tono de unos de sus mayores éxitos. A través de un comunicado muy sui generis, le solicitaron al boricua modificar el título de su canción Torero (2002), que suma más de 240 millones de reproducciones en YouTube, por “glorificar a hombres que atormentan y matan animales por entretenimiento” y porque “simplemente no está en sintonía con los valores modernos”.

La ONG animalista fue incluso más allá y le sugirió al artista reemplazar el “torero” por “bombero”, ya que, según se lee en el texto, “(ellos) representan el valor, la dedicación y la empatía que la mayoría de nosotros admiramos”. Una propuesta que roza la tomadura de pelo tomando en cuenta que en la película Mi gran noche (2015), dirigida por Álex de la Iglesia, el actor Mario Casas interpreta a un cantante que parodia ser Chayanne y que precisamente canta su tema, pero adaptado al título de “bombero”.
Falta por resolver si aquel guiño cinematográfico fue la real inspiración de PETA y si el hombre nacido Elmer Figueroa se animará a cantar “si hay que ser bombero”. Pero lo que revive es el debate respecto de cómo se observa hoy el pasado cultural y de cómo esta discusión sigue siendo un asunto de interés público.

La controversia no es exclusiva de América Latina, pero en esta parte del mundo se cruza con tres factores clave de nuestra idiosincrasia: el machismo normalizado, la pasión como excusa narrativa y una industria que ha premiado la provocación bajo la excusa de la creación artística. No hay duda que algunas de estas melodías hoy objetadas, fueron espejo de su época, pero sin quererlo también pudieron haber sido motores activos de ideas dañinas. Le pasó a Café Tacuba con su Ingrata (1994) -que hasta llegó a reescribir en una re versión junto a la colombiana Andrea Echeverri- y a otras como Puto, de Molotov; Señora de las cuatro décadas, de Ricardo Arjona; Obsesión, de Aventura y Cuatro babys, de Maluma. Álvaro Henríquez y Los Tres vivieron algo similar en 2014 con un tema llamado Hey Hey Hey que fue criticado por “incitar” el femicidio. Fueron casos polémicos y discutidos, y aunque no afectaron mayormente las carreras de los antes mencionados, sí marcaron un giro en la percepción pública respecto de su motivación artística, sobre todo, entre las nuevas audiencias más permeables a estas sensibilidades.

Lo del Torero de Chayanne evidencia la tensión entre dos fuerzas legítimas: el reconocimiento del cambio social y el riesgo de la cancelación sin contexto. En tiempos donde a veces reina más la emotividad que la sensatez, pasamos del cuestionamiento de contenidos a la hoguera cultural, olvidando que escuchar con otros oídos aquellas canciones que hoy nos perturban, también es una forma de sanar y repensar. Sin la necesidad de poner el alma en el “fuego”.

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