
Atención: si usted aún no ha visto esta serie, le aviso que tiene cualquier cantidad de spoilers.
Llegué a Dying for Sex o Morir de Placer por los pocos comentarios que alcancé a leer apenas se estrenó en streaming (Apple+). Me pareció que, con Michelle Williams de protagonista, la calidad de la serie estaba garantizada. Sobre el título, podemos decir que es el mejor gancho comercial para un tema terrible: enfermar de cáncer.
Dying for Sex se basa en un podcast del mismo nombre en que una mujer diagnosticada de cáncer de mama estado 4 (el más maldito, el de la muerte segura) elige vivir sus últimos días no con su esposo ni con su mamá, sino con su mejor amiga. No sólo eso. Enfrentada a la pregunta ¿qué quieres hacer con lo que te queda de tiempo? la protagonista opta por explorar el placer sexual que jamás ha sentido.
Molly lo ha pasado pésimo en la vida. Nos enteramos de que tuvo una madre dulce pero negligente (Sissy Spacek, ni más ni menos) que fue incapaz de evitar que uno de sus pololos circunstanciales abuse de la niña a los 7 años. Ese trauma le ha impedido algo tan elemental como tener un orgasmo. La protagonista está enferma terminal, llena de miedos y sobreprotegida por un marido narcisista que trata de mantener el control hasta que ella lo manda a la mierda. Y se refugia en Nikki, su íntima amiga.
Las aventuras sexuales a las que se lanza Mollie abarcan los fetiches más diversos. Hombres que disfrutan ser golpeados en sus genitales, otros que necesitan disfrazarse de perro para someterse y más. Ella se convierte en una dominatriz a la que nadie toca pero que todo lo controla. Su goce se reduce al que le otorga el dildo que compró en su primer acto de emancipación. Si empieza a sentir placer en contacto con un hombre, se le aparece la imagen del abusador de la infancia y se frustra todo.
Hablamos de un personaje que se está muriendo de cáncer, por lo que los exámenes, tratamientos y tiempo en el hospital son igualmente centrales en la trama. Y es en este contexto que la relación de las amigas brilla. No sólo vemos el deterioro y la búsqueda existencial contra el tiempo de Mollie, a Nikki (Jenny Slate, genial) tampoco le resulta fácil renunciar a su vida para dedicarse completamente al cuidado de su amiga del alma. La serie muestra algo que vemos poco, el desgaste de las personas que tienen que cuidar.
Dying for Sex es mucho más de lo que promete. Ahonda en temas universales como el peso de la niña herida que todas llevamos dentro, en la relación difícil y muchas veces fallida con la madre, en la maravilla que es la amistad femenina (que debe ser de las mejores relaciones del género humano) y en lo elemental: nunca es tarde para descubrir y regalarte lo que te hace feliz.