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After School: un apoyo en el Día (a día) de la Madre

En estos días de celebración pensemos también en como garantizar entornos para que esos hijos, esos niños y niñas tengan al menos un espacio de protección y crecimiento al terminar su jornada escolar y que cada madre o cuidadora pueda contar con una red de apoyo.

En medio de la celebración del Día de la Madre es importante reflexionar como sociedad en la relación de las mujeres con sus hijos, ¿cómo estamos cuidando a los niños y a quiénes cargan históricamente con esa tarea de cuidado?

Y es que principalmente las madres son quienes sostienen en silencio –y muchas veces en soledad– el bienestar de miles de menores en Chile.

Según datos del Observatorio de la Niñez de la Fundación Colunga, 1 de cada 5 niñas y niños viven en familias sin una red de apoyo para la crianza, mientras que un estudio realizado por Fundación Chile y la Universidad Católica indica que el 18% de los niños y niñas entre 5 a 10 años se quedan solos en sus casas, lo que trae consecuencias negativas en su salud mental y física.

Frente a dicho escenario, hace algún tiempo se han comenzado a articular programas que promueven entornos seguros de aprendizaje después del horario escolar, conocidos como after school.

El objetivo es ofrecer un espacio educativo complementario, que reconoce que el aprendizaje no ocurre de manera aislada, sino que está estrechamente vinculado al afecto, la regulación emocional, el juego y la construcción de vínculos significativos.

Así, al proporcionar un entorno seguro y enriquecedor, no solo se fortalece el proceso educativo, sino que también se contribuye al bienestar emocional y social de los menores de edad.

El after school, entonces, se convierte en una política de cuidado integral, porque cuando un niño o niña puede quedarse en un espacio que lo acoge, lo escucha y lo estimula, su madre, su cuidadora, tiene ese tiempo para trabajar tranquila, emprender, estudiar, capacitarse o incluso solo tiempo para ella misma. Lo que se ofrece en ese rato no es solo apoyo escolar, es redistribución del cuidado, es dignidad.

Pero esta tarea no puede recaer únicamente en fundaciones o el mundo privado, como ocurre mayoritariamente en la actualidad.

El Estado debe financiar estas soluciones como parte de una política pública robusta, articulada e intersectorial, dado que invertir en cuidado no es un gasto, es una de las formas más eficientes de reducir desigualdades de origen, prevenir la deserción escolar y mejorar la salud mental infantil y materna.

Si hay una madre, hay un hijo. En estos días de celebración pensemos también en como garantizar entornos para que esos hijos, esos niños y niñas tengan al menos un espacio de protección y crecimiento al terminar su jornada escolar y que cada madre o cuidadora pueda contar con una red de apoyo. El cuidado no es solo un acto afectivo, puede y debe ser también un espacio de educación y desarrollo personal. El futuro de estos pequeños estás en nuestras manos, es hora de actuar con responsabilidad.

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