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El “gallito” inesperado

Dos estadounidenses en sillones de poder mundial. Cada cual con sus historias y cicatrices. ¿Puede el poder espiritual competir con el poder material? ¿Pueden colaborar en estos momentos?

Escribí hace poco una columna sobre el método de elección de un nuevo Papa católico y algunos posibles candidatos a suceder al fallecido Papa Francisco. Planteé allí que la elección de un nuevo Pontífice es una de esas instancias que más simbología ofrece al mundo católico, lo que se expande también a todo el mundo.

¿Será una gran casualidad, algo fortuito, que -justo en estos momentos- la elección haya recaído -por primera vez- en un obispo nacido en Estados Unidos? ¿Otra sorpresa que también sea nacionalizado peruano? ¿Y que sus primeras palabras como nuevo Papa hayan sido en castellano y no en inglés?

Estados Unidos es uno de los países del mundo donde más ha crecido la Iglesia Católica en el último tiempo, a pesar de ser un territorio poblado, originalmente, por peregrinos evangélicos calvinistas, que huían de maltratos políticos y religiosos, y que se embarcaron en el puerto británico de Plymouth, en el barco “Mayflower”, llegando a las costas de lo que hoy es EEUU, en 1620. Hoy se calculan en 60 a 65 millones los católicos en EEUU, de un total de cerca de 340 millones de habitantes, siendo la cuarta población católica más alta del mundo, luego de Brasil, Filipinas y Méjico.

Estamos en un momento mundial donde amenazar con violencia, expulsiones masivas de inmigrantes, guerras comerciales a diestra y siniestra, con tarifas arancelarias que vuelan como misiles de precisión, parecen noticias repetidas. Y liderando todo este proceso Estados Unidos, con un presidente que se jacta de su poder, lo que ya ha activado a otros gobernantes, especialmente China, a aceptar la contienda y generar represalias contra EEUU, afortunadamente -por ahora- circunscrito todo al aspecto económico. En este contexto mundial de hoy, que un nuevo líder religioso -no político- sino centrado en valores humanitarios, y de la misma nacionalidad del gobernante más poderoso de la Tierra, sea escogido para liderar una religión de más de 1.407.000.000 de personas en el planeta, no parece para nada casualidad.

Si a eso agregamos que el nuevo Papa, al elegir su nombre como Pontífice, mandó lo que parece otro mensaje claro sobre su futuro obligatorio, tenemos una puesta en escena casi para Hollywood. Porque León XIV no es un nombre baladí en la Iglesia Católica. El último Papa León, el número XIII, duro 25 años (1878-1903). Fue probablemente uno de los papas más avanzados de su tiempo, a pesar de ser muy claro en rechazar el socialismo de su época. Se le conoce, entre otras cosas, por una de las encíclicas más renovadoras de la Iglesia Católica, Rerum Novarum (Sobre las cosas nuevas). En ella se favorecía la organización sindical (ojalá católica), se pedían salarios justos y se denunciaba el abuso que la economía podía generar entre quienes tenían más y quienes tenían menos.

En materia internacional, se dice que fue el primero en equiparar los nuncios papales a los embajadores; los primeros para representar la soberanía espiritual del Papa, así como los embajadores representaban la soberanía política de su país.

Volviendo a las noticias de hoy, el u0022gallitou0022 entre el gobernante del país más poderoso del mundo y el gobernante de una de las religiones más influyentes y extendidas del planeta puede, obviamente, transformarse en una noticia constante, si calculamos por el estado de las cosas hoy.

Dos estadounidenses en sillones de poder mundial. Cada cual con sus historias y cicatrices. ¿Puede el poder espiritual competir con el poder material? ¿Pueden colaborar en estos momentos? De lo que no hay dudas es que la mayoría de los 133 cardenales habilitados para votar tenían muy claro que para los tiempos de hoy era, simbólicamente imperativo, que la Fé católica presentará voz y liderazgo, para enfrentar el poder y el liderazgo de la política mundial.

Y para que se entienda bien, sin traductores. Hablando ambos de sus historias, la de su país y la del mundo en el mismo idioma.

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