
Pedirle permiso al marido para abrir una cuenta bancaria puede parecer una tontera de la antigüedad. Pero fue así hasta 1989 en nuestro país. Me topé con este dato hace poco, cuando leí con estupor que España y Reino Unido celebraban 50 años desde que se permitiera a las mujeres abrir una cuenta bancaria de manera independiente. Sólo 50 años. Como buen país que sigue con rezago los avances del mundo desarrollado, me imaginaba que Chile habría seguido ese camino un par de años después. Pero pasaron catorce. Según datos del último Censo, esto significa que el 53% de nuestra población estaba viva cuando las mujeres no teníamos el derecho de realizar solas un simple trámite bancario.
Recién nueve meses antes del fin de la dictadura se realizaron cambios en el Código Civil que eliminaban las restricciones que teníamos las mujeres a la hora de registrar un negocio o firmar un contrato solas. Por primera vez fuimos considerados seres en pleno juicio sin la necesidad de tener que contar para esto con el visto bueno de un marido. Eso nos permitió ser sujetos para la banca.
Debido a que las leyes en la época se definían por decreto, no hay antecedentes escritos sobre las razones que llevaron a esta modificación legal. Tal vez fue parte de la liberalización económica. Como sea, es al menos curioso que se haya producido antes del Plebiscito y el retorno a la democracia. Uno de los principios básicos de nuestro sistema de gobierno es justamente la igualdad ante la ley. Permitir a las mujeres contar con una cuenta bancaria fue un avance clave para comenzar a lograrlo. Me permito decir que el impacto que tuvo el acceso a la banca en la independencia de las mujeres puede ser equiparable al que tuvo la píldora anticonceptiva en la liberación femenina.
El acceso a la banca y la mayor participación laboral femenina llevó a un aumento considerable en la figura de la mujer como jefa de hogar. Según cifras de la Casen, en 1990 el 20,2% de los hogares en Chile tenía a una jefa de hogar. En 2022 ese número saltó al 47,7%. En unos meses más, cuando se publique la Casen 2024/2025 podremos tener estadísticas más actualizadas, pero la tendencia de las estructuras del hogar es clara: cada vez son más mujeres las que tienen la autoridad para tomar decisiones en las casas.
Adoptamos ese rol porque también pudimos ser más activas en la generación de ingresos. Para el INE, en 1990 solo un 31% de las mujeres formábamos parte de la fuerza laboral. Actualmente ese número ha aumentado a 53%. En el caso de los hombres, el 72% se encuentra trabajando o en búsqueda de un puesto. La brecha es evidente y lo es también en materia salarial. Según un estudio del BID, en 1990 las mujeres ganábamos el 75% de lo que percibían nuestros pares hombres por hora. En 2020 ese número llegó al 89%. Claro, todavía no existe la igualdad, pero se han dado pasos hacia ella.
Por lo mismo la publicidad también comenzó a mirar a las mujeres de manera diferente. Un estudio del Sernac de 2004 arrojó que desde mediados de los ’90 los avisos mostraron una reducción de la imagen de la chilena como madre de familia y hogareña hacia una más activa fuera del hogar. Básicamente con vida más allá del rol tradicional de cuidado puertas adentro.
Hubo una salida de la rutina del hogar en Chile y una exploración del mundo a nivel global. Según la consultora Skift, el 82% de las decisiones para los viajes son tomadas por mujeres, ya sea que eligen el destino, reservan alojamiento o deciden las actividades. Pero además, el número de mujeres que viajan solas ha ido en aumento, en especial en aquellas por sobre los cincuenta años. Dimos un paso a la independencia y a muchas nos gustó mantenerla.
Cada uno de estos fenómenos estuvo influido por una participación financiera más activa por el lado de las mujeres. Logramos abrir una cuenta. Pero todavía faltan más ajustes, como en el mercado del crédito. El número de deudoras mujeresrepresenta el 86% del de sus pares hombres y la suma de sus deudas equivale al 63% de lo que acumulan los clientes masculinos. Pueden existir temas culturales, una cierta incomodidad a la hora de adquirir deuda por la incertidumbre financiera. Tal vez somos más conservadoras a la hora de tomar riesgos. Pero otra explicación es que las entidades no han logrado ofrecer productos atractivos (ya sea en fórmulas como en costos) para mejorar la calidad de vida de las mujeres.
De todas maneras, puede haber un cambio en esta materia. Hace cerca de una década comenzó a surgir una nueva competencia en el sector bancario, entidades que mezclaban finanzascon tecnología, las famosas Fintech. Neobancos con costos operacionales menores, pero que estaban excluidos de la valiosa información de los clientes que tiene la banca. Esto cambió con la Ley Fintech, que obliga a las entidades financieras a compartir información de los clientes (con el consentimiento previo de ellos). La teoría dice que con más información será posible ofrecer nuevos productos a la medida de los usuarios. Con un país tan bancarizado como Chile, donde más del 90% de su población tiene una cuenta gracias a BancoEstado, parece que la nueva etapa del empoderamiento financiero viene por esa vía. Es la cuenta que nos falta por saldar.