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Cuando el sindicato gana… pero pierden los trabajadores

El fallo marca un punto de inflexión. Es la primera vez que un tribunal chileno exige a trabajadores devolver beneficios pactados con una empresa. Y deja en evidencia una guerra sindical sin precedentes, que no termina en este episodio.

Un inédito fallo de la justicia chilena acaba de ordenar a un grupo de trabajadores devolver a su empresa el bono que habían recibido al término de una negociación en 2019. La sentencia, ya ejecutoriada, afecta a 105 personas de Minera Escondida, quienes deberán restituir $8,5 millones cada uno. Pero más allá del precedente jurídico que deja esta decisión, el caso revela una paradoja incómoda: la victoria no es de la empresa. Es del Sindicato N°1, que denunció a quienes, en algún momento, fueron sus propios compañeros.

Todo comenzó con la fractura interna. Un grupo de trabajadores, desencantado con la conducción del principal sindicato de la minera —que agrupa a unos 2.400 socios—, decidió ese año formar un nuevo colectivo: el Sindicato Interempresa N°3. Desde allí, iniciaron una negociación directa con la empresa, que culminó con un millonario bono de fin de conflicto. Sin embargo, según el Sindicato N°1, aquella negociación se realizó sin cumplir el quórum legal de 250 miembros. Lo leyeron como una maniobra de la empresa para dividir a los trabajadores y socavar la libertad sindical.

Y la justicia les dio la razón. Pero el castigo no recae sobre BHP, la compañía acusada de fomentar un sindicato paralelo, sino sobre los propios trabajadores que alguna vez confiaron en ejercer su derecho a organizarse libremente.

El fallo marca un punto de inflexión. Es la primera vez que un tribunal chileno exige a trabajadores devolver beneficios pactados con una empresa. Y deja en evidencia una guerra sindical sin precedentes, que no termina en este episodio. Existen al menos tres juicios más en curso, con dinámicas similares y sentencias que —hasta ahora— parecen inclinarse a favor del Sindicato N°3, el mismo que nació precisamente como respuesta a una representación que muchos consideraban insuficiente.

Más allá de la legalidad, lo que este caso pone sobre la mesa es una pregunta de fondo: ¿qué ocurre cuando los sindicatos dejan de representar a quienes dicen proteger? ¿Qué señales se envían al resto de los trabajadores cuando la victoria judicial de una organización significa, en los hechos, un castigo para quienes buscaron una vía alternativa de participación?

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