
Las dificultades políticas de la derecha y de la izquierda se asemejan. Ambas parecen necesitar cierta unidad que no les acomoda. Mientras la derecha jura que tiene el gobierno al alcance de la mano y su único motivo de disputa es quién lo comandará, el virus de la derrota relativiza las lealtades en el oficialismo. Esto en lo estrictamente electoral, porque lo cierto es que en ambos mundos las diferencias internas son significativas.
Las izquierdas consiguieron armar una primaria y las derechas no. Mal que mal venían terminando de gobernar juntos. El presidente Boric constituyó un núcleo en que los objetivos del gobierno se sobrepusieron a los debates partidarios de cada uno de sus miembros y entre todos administraron una situación que, si bien no dejó a cada uno plenamente satisfecho, logró una conducción que, sin ser admirable, para los tiempos que corren es harto respetable y a pesar de las altisonancias interesadas, muchísimo más satisfactoria de lo que los mismos alaracos presupuestaban.
Todo esto se consiguió gracias a que la lógica más pragmática y reformista de los Tohá, Marcel, Cordero, Elizalde y Van Klaveren fue la que puso el tono y decantó la ruta. Para algunos del socialismo democrático, sin embargo, fue insuficiente. Para Escalona, por ejemplo, ni siquiera existe el Socialismo Democrático. Al PS, sin ir más lejos, le costó meses darle su apoyo a la candidatura de Tohá.
Los ministros comunistas, por su parte, cargan con el desprecio de buena parte del PC. A Jannette Jara, su actual candidata a la presidencia, la acusan de social demócrata como si le estuvieran sacando la madre. La reforma de pensiones que encabezó fue para ellos algo parecido a una traición. Para Jadue, principal líder al interior del partido, era “mejor retirar el proyecto que seguir aumentando las ganancias y la estafa de las AFP”. Carmen Hertz, siguiendo la línea del imputado, twitteó: “Satisfechos y felices con el ‘acuerdo’ de la mal llamada reforma de pensiones están el gran empresariado, los dueños del capital, los dueños de los bancos y los dueños de la AFP, ya que se consolida y fortalece ese sistema canallesco”.
Gonzalo Winter quedó como el jamón del sándwich. Cercanísimo a Boric, es el candidato de un Frente Amplio en que una parte, es de suponer que mayoritaria, se siente más próxima al PC que al socialismo democrático. Mal que mal, llegaron al gobierno en una misma coalición que venía de humillar la herencia concertacionista.
A los comunistas les carga Tohá. A la mayor parte de los votantes de Tohá les cargan los comunistas. A buena parte de las bases frenteamplistas tampoco les gusta la ex ministra del interior. Y a las bases tohaístas tampoco se les olvida el desdén y la arrogancia de los FA. Tanto Jara como Winter son opciones que difícilmente pueden ampliar la malla de apoyo del gobierno (30%), por lo que resulta difícil de discutir que, si ganara la primaria cualquiera de ellos, la centro izquierda debiera dar la elección presidencial por perdida.
En la derecha la pelea es más dura todavía, solo que ahí el trofeo parece al alcance de la mano. Hasta hace poco, Evelyn Matthei lo creía ganado. Pero ahora José Antonio Kast le está tomando la delantera. No es que a Chile Vamos le apareció un candidato por la diestra, sino una coalición completa. La unión de Kast y Kaiser ya supera la suma de todos sus partidos. No parece haber ningún affectio societatis entre unos y otros. Basta conversar en privado con un representante de cualquiera de las partes para escuchar pestes de unos contra otros.
Como si fuera poco, todas estas son peleas que le interesan a muy pocos. Por primera vez habrá una elección presidencial con inscripción automática y voto obligatorio, o sea que los que no se interesan por ninguna de las ideologías tradicionales se verán forzados a decidir por alguno de los miembros de estas familias ajenas y malavenidas. Está por verse qué tipos de argumentos terminarán inclinando la balanza.
El sistema de partidos actual está claramente haciendo aguas. Mientras menos ciudadanos se sienten convocados por ellos, más se enclaustran. Sus alianzas parecen cada vez más utilitarias y la música que emana de sus litigios resulta cada vez más desafinada. A los que no tenemos velas en sus entierros, nos dan crecientes ganas de ponerles a todos una lápida y bailar sobre sus tumbas.