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Convivencia universitaria, una prioridad

Las mejores formas de relacionarse, el autocuidado, el respeto y la calidad de vida deben ser responsabilidad compartida entre quienes desarrollan su vida en comunidad. En este sentido, el aporte de los profesionales y personal administrativo que apoyan el crecimiento y desarrollo de las actividades estudiantiles es crucial.

Las universidades están constituidas por comunidades de estudiantes, profesores, profesionales y administrativos que colaboran de manera conjunta y esencial en el trabajo académico. Es una tarea que se asume en equipo al interior de la diversidad de cada comunidad universitaria. En la actualidad, uno de los desafíos más importantes a abordar en las instituciones es poder contar con una convivencia sana y armónica que permita el desarrollo integral de la comunidad. Las universidades son lugares privilegiados de encuentro intergeneracional, de gran valor inclusivo, de tolerancia y aprendizaje, donde los jóvenes se enfrentan —a veces por primera vez— a estudiantes diversos y de una gran variedad de características sociales, culturales y personales.

Con el objeto de que esta convivencia se realice de manera amplia e integral, se requiere de cultivar algunos aspectos relevantes, como son la libertad académica y de expresión, la autonomía universitaria, el respeto a la dignidad de la persona, poner límites y rechazar de plano la segregación y los discursos de odio, cultivar el respeto al interior de la universidad y por supuesto seguir y cumplir las normas y reglamentos de cada institución. Es importante destacar que la inclusión y la valoración de la diversidad, son muy centrales en la misión e identidad de una universidad católica.

Las mejores formas de relacionarse, el autocuidado, el respeto y la calidad de vida deben ser responsabilidad compartida entre quienes desarrollan su vida en comunidad. En este sentido, el aporte de los profesionales y personal administrativo que apoyan el crecimiento y desarrollo de las actividades estudiantiles es crucial. En el caso de los jóvenes, su vida interior y desarrollo de valores superiores, el apoyo y compañía de su familia, los hábitos de estudio, la formación de grupos de trabajo, el cuidado del sueño y descanso, las actividades extraprogramáticas, deportivas y recreativas tienen una relación directa con su bienestar y también con el mayor rendimiento académico.

Por el contrario, el aislamiento social y familiar, las jornadas de estudio extenuantes y no programadas, los altos índices de automedicación y consumo de estimulantes, el abuso de alcohol y drogas ilícitas, el mal uso de las redes sociales, bullying, —en especial cuando se utilizan para denostar a los propios estudiantes—, las situaciones de acoso y abuso de poder, los actos de connotación sexual, significan un gran daño en lo personal y presentan un riesgo de ruptura grave de la convivencia universitaria.

En las universidades se han desarrollado numerosas iniciativas que potencian la convivencia universitaria. En el ámbito de los estudiantes las actividades de dirigencia estudiantil, las de orientación pastoral, deportivas, sociales, recreativas, científicas, artísticas y otras, van a colaborar con espacios de encuentro y conocimiento de la comunidad. Así también en nuestro caso, en la UC, el Código de Honor; la figura del Ombuds o Mediador de la comunidad; la implementación de políticas de desarrollo de la mujer; de prevención de violencia sexual y de género; las iniciativas de conversación o UC Dialoga; entre otras, han sido iniciativas muy valiosas.

De esta manera, las acciones para lograr una mejor convivencia universitaria comprenden la promoción de una sana convivencia en los campus y en el uso de las redes sociales; promover los deberes y derechos de cada uno de los miembros de la comunidad; diseñar e implementar políticas e iniciativas que busquen el bienestar de todas/os los miembros de la comunidad; generar buenas prácticas de convivencia; y desarrollar estrategias para la resolución de conflictos.

Además, es importante sistematizar las buenas prácticas; realizar coordinación de iniciativas relacionadas con convivencia y bienestar; diseñar estrategias para conocer los distintos servicios que ofrece la universidad en convivencia y resolución de conflictos. Así también, para realizar un continuo perfeccionamiento, es importante estar atentos a nuevas necesidades que favorezcan la convivencia para la comunidad; junto a crear instancias para discutir y dialogar sobre nuevas controversias de convivencia en jornadas de trabajo, como una forma de generar conciencia y nuevas alternativas de resolución de conflictos.

Con el fin de lograr lo descrito, junto con realizar una evaluación y un diagnóstico de cada situación y realidad universitaria, se deben considerar las estrategias a implementar desde el ámbito educativo y preventivo, definiendo los objetivos y el seguimiento y evaluación a largo plazo. Esto permitirá construir una nueva realidad en conjunto con una comunidad universitaria activa y protagonista de su propio futuro.

En suma, es relevante avanzar en una convivencia universitaria sana y respetuosa. En este contexto, las universidades católicas tenemos un compromiso mayor, que es el de desarrollar en plenitud el diálogo entre la fe y la razón, siendo coherentes con el ethos institucional de promocionar el desarrollo integral de la persona a la luz de la buena nueva noticia del evangelio. Gran desafío universitario y en especial, de las universidades católicas.

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No ha terminado de dibujarse el mapa, pero de momento habemos algunos que no encontramos lugar. Es posible que no seamos muchos y que con el paso de las semanas la mayoría se vaya allanando al mal menor. Quién sabe. Quizás en torno a alguno de los candidatos se constituyan equipos sorprendentes, novedosos y confiables que convoquen de manera inesperada.

{title} Patricio Fernández