Desde que Chile recuperó la democracia, elección tras elección, hemos sido testigos de discursos esperanzadores que hablan acerca de la superación de la dependencia de nuestros recursos naturales, hacia un modelo de economía basada en el conocimiento. Ahora que las primarias ya se han decantado, y el panorama político girará en torno a las propuestas que las candidatas y candidatos entregarán en la forma de programas de gobierno para la elección de noviembre próximo, quizás sea un buen momento para retrasar el reloj cuatro años, y revisitar qué se discutió en la elección presidencial anterior respecto a Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (CTCI).
El año 2021 parecía un momento bisagra donde muchos se preguntaron si, ahora sí, la generación de conocimiento y su transferencia serían reconocidas como componentes estratégicos de nuestro futuro. La revisión de los programas de gobierno de quienes aspiraban a la presidencia en ese momento, con una mirada más distante de la coyuntura electoral, permite entender cuán diversas eran las respuestas a esa pregunta. La revisión de esos programas permite establecer tres clusters diferentes.
Por una parte, Marco Enríquez-Ominami, Yasna Provoste y Gabriel Boric propusieron dar un salto significativo en la incidencia y utilización del conocimiento en todas las áreas del país, con diversos matices. MEO planteaba consagrar a la ciencia como un derecho social, entendiendo que el conocimiento es un bien público. Provoste además de aumentar el gasto en CTCI propuso la articulación de ministerios sectoriales con investigación. Finalmente, el Presidente Boric, planteó la creación de un Estado emprendedor. En ese marco, propuso la creación de parques científico-tecnológicos distribuidos en regiones, pudiesen ayudar a enfrentar los desafíos del país con pertinencia territorial. Es decir, en perspectiva los tres candidatos, coincidían en la necesidad de descentralizar y democratizar la ciencia.
En un segundo cluster estaban Sebastián Sichel y José Antonio Kast, que reconociendo el valor de la tecnología y en menor medida de la ciencia, lo hicieron desde una lógica más economicista, con un fuerte acento en la Innovación -entendida solamente como innovación científica y tecnológica-. Sichel, por una parte, priorizó la digitalización de las Pymes, pero con menor articulación con un ecosistema científico integral. Kast, en cambio, propuso una CTCI con un acento en el apoyo a las industrias tradicionales, y que son parte de la generación de riqueza en el país.
Finalmente, en el último cluster, estaban Eduardo Artés y Franco Parisi, cuyas propuestas prácticamente omitieron el tema. Llamativa era la anecdótica propuesta de Parisi, de mover CORFO y el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación a Concepción, sin entregar razones que lo fundamentaran. En los programas de Artés y Parisi no hubo ni una mención relevante a fortalecer la investigación, ni al capital humano avanzado, ni a construir capacidades científico-tecnológicas propias. Ya adentrados en el siglo XXI, esa omisión no es menor: muestra una visión de país que parece anclada en el pasado.
Al revisar cómo cada candidatura del 2021 recogió —o ignoró— este desafío, comprendemos que más allá de las declaraciones de intención o las ideas colocadas en un papel, lo que está en juego es la posibilidad de construir un futuro distinto. En las próximas semanas, conoceremos los programas de gobierno de las candidatas y candidatos que estarán en la papeleta en primera vuelta el próximo 16 de noviembre. Será un interesante ejercicio observar cómo evolucionan las miradas de las distintas coaliciones respecto de lo que Chile debe hacer para usar el Conocimiento en favor del bienestar de todos los chilenos y chilenas. La ciencia y la Tecnología no son solo laboratorios: son empleo, salud, diversificación productiva y nos pueden entregar resiliencia frente a un mundo tremendamente incierto y demandante.
La comunidad científica, las universidades, los emprendedores, las organizaciones sociales, sin duda, estaremos expectantes de saber si los planes que tienen quienes buscan dirigir el país, superan la retórica y asumen, con seriedad, a la ciencia como pilar estratégico del país. Hago una invitación explícita a cada uno de los y las candidatas a exponer el valor que le dan a la Ciencia, tecnología, Conocimiento e Innovación; a hacer propuestas que sean ambiciosas pero factibles; y a encantar a una comunidad que está deseosa de aportar con ideas, talento y conocimiento técnico. Finalmente, les pido que cambien promesas por planes bien diseñados, con mecanismos de seguimiento formulados ex ante, y con la capacidad de modificar la trayectoria si es que la evaluación así lo amerita. La historia nos enseña que hay pocos motivos para ilusionarse, pero una vez más, como cada cuatro años, existe una oportunidad para invocar el conocimiento, y convertirlo en acciones concretas y sostenidas.