No está fácil, para algunos, decidir el voto en estas elecciones. Encontrar un lugar que no sea extremadamente incómodo. Los políticos profesionales están presionados a hacerlo. Trabajan en esto y sus ingresos mensuales dependen de ganar elecciones o que otros las ganen para mantener sus puestos. No es pecaminoso, porque todos tenemos que vivir de algo, pero tampoco enaltecedor. Varios de ellos han ganado una experiencia valiosa y ojalá no se perdieran. Otros parecen haber aprendido a cantinflear con los gustos del momento para sobrevivir sin importar las consecuencias.
Los del oficialismo tenderán a reunirse detrás de Jeannette Jara. Construirán la ficción (que ojalá conquiste más que una realidad aparente) de una coalición amplia, con un programa bien consensuado y desprovisto de exageraciones, donde la candidata no es comunista, sino la representante de todos ellos a la vez. Y el asunto podría funcionar durante la campaña, pero ¿seguiría funcionando después, si llegaran a ganar?
La prueba de fuego estará en los economistas de reconocido prestigio que sea capaz de reclutar. Acaba de tener un rifirrafe con Nicolás Eyzaguirre. Según los enterados, fue el PPD quien le paró los carros a una supuesta disponibilidad suya para formar parte del comando de Jara. Faltarían la negociación parlamentaria y los acuerdos mínimos en torno al programa antes de regalarse. Él, en todo caso, fue tan enfático al desmentir su interés, que se confundía con desconfianza. Aseguró que votaba por Jannette porque era militante y como tal había asumido un compromiso. No por ganas. Escuchándolo, costaba apostar lo que haría adentro de la urna.
Todos los economistas chilenos progresistas que participan en el debate económico mundial estaban con Carolina Tohá y para cada uno de ellos es extremadamente complejo sumarse a la campaña de Jannette Jara. Se ha repetido mucho su propuesta programática de priorizar el consumo interno, y aunque la idea lo sintetiza bien, el problema es una distinta manera de entender las cosas. El corazón del jarismo -no sabemos si su voto mayoritario, pero sí su corazón- considera que las urgencias de la injusticia no toleran ciertos matices realistas. Si el litio lo aporta una naturaleza sin dueño, ¿por qué aceptar que intervenga una empresa privada? Peor todavía si se trata de Soquimic. Si patrones y empleados son todos iguales, y sin estos últimos no hay riqueza posible, ¿por qué se la llevan mayoritariamente unos pocos? Y tienen toda la razón, pero mientras tanto el mundo gira, los mercados mueven sus capitales, la tecnología avanza y sus gestores se apoderan del planeta. Allí donde prometen el paraíso, han terminado cultivando pesadillas. Esos economistas, en cambio, administran realidades. Todos saben a ciencia cierta que el socialismo no funcionó, no al menos en esta vuelta de la historia; que necesitamos reactivarnos, salir de cierta modorra, despertar las energías creativas y las ganas de invertir, poco los que tienen poco y mucho los que tienen demasiado. Salir del pantano del lamento. Como si fuera poco, muchos de ellos trabajan para instituciones a las que les costaría entender que sus expertos jueguen esta carta. Al igual que los políticos, también tienen sueldos que cuidar.
José Antonio Kast, por su parte, explota los terrores. El miedo a la delincuencia, a los migrantes, al empoderamiento de las mujeres, a los homosexuales, a la comunidad organizada, a la diversidad, a lo nuevo y a la incertidumbre ineludible de unos tiempos irrefrenables. Más que soluciones concretas y eficaces, pone el grito en el cielo. Tampoco tiene una propuesta económica confiable, pero a diferencia de Jannette Jara, es de suponer que a su candidatura, de imponerse en primera vuelta, se sumarán los economistas de Chile Vamos. Así como en la izquierda se impuso la hegemonía del PC, todo indica que en la derecha se impondrá la de republicanos. Y, como Milei en Argentina, pasarán su aplanadora. El sistema de partidos políticos que hemos conocido desde el fin de la dictadura está concluyendo.
No ha terminado de dibujarse el mapa, pero de momento habemos algunos que no encontramos lugar. Es posible que no seamos muchos y que con el paso de las semanas la mayoría se vaya allanando al mal menor. Quién sabe. Quizás en torno a alguno de los candidatos se constituyan equipos sorprendentes, novedosos y confiables que convoquen de manera inesperada. Huele más a ilusión que a posibilidad cierta, pero quién sabe. Permanecer sin lugar, mientras tanto, también tiene su gracia. No la excitación del hincha, pero sí la curiosidad del entomólogo.