Será con canciones originales, formación clásica y una vocación renovada. Lo grabarán en los legendarios estudios Abbey Road, la catedral donde los Beatles reformularon para siempre la historia de la música popular, y todo indica que más allá del resultado final, ésta será la manera en que Los Tres, con la elegancia y la calidad que siempre los distinguió, demostrarán una vez más que la música chilena puede sonar con total ambición y sin perder su alma.
Y no podría ser de otro modo, porque está en su esencia y en su historia. Los de Concepción nunca fueron los más masivos ni los más complacientes. No vendieron estadios con la facilidad de otros ni hicieron del hit radial su única bandera. Y quizás por eso mismo, se convirtieron en el conjunto de mayor vuelo artístico de su generación. Lo suyo fue un gesto de riesgo, de mezcla impura, de rebeldía lúcida.
Cueca, jazz y rock. Poesía huachaca y destreza instrumental. Raíz y modernidad, virtuosismo y emoción, belleza y desencanto. Más que una banda, Los Tres fueron un lenguaje y por eso su ruptura de 2000 fue como ver caer una verdadera república cultural.
Desde entonces hubo reapariciones, regresos parciales, discos de covers y giras nostálgicas, pero faltaba lo esencial: la alquimia irrepetible de Álvaro Henríquez, Titae Lindl, Ángel Parra y Pancho Molina que los convirtió en referente y un ave rara del rock chileno. Grabar en Abbey Road con elenco original, no solo es una buena noticia para la música chilena: es un acto político y poético. Una cita con la historia y una apuesta al futuro. La restauración de una voz que parecía fragmentada. Porque aunque el rock chileno ha sabido de otros reencuentros importantes (Los Prisioneros en 2001, La Ley en 2014 y Los Bunkers desde 2023 hasta la actualidad), lo de Los Tres tiene una densidad distinta. No es solo volver a tocar: es volver a crear con lo que significa que sean ellos y no otros los que están creando. La verdadera noticia entonces es que Los Tres están asumiendo la valentía de escribir nuevas canciones cuando ya no tienen necesidad de probar nada. Cuando el canon ya los ha acogido, pero ellos insisten en ensanchar su mito, porque hoy sí saben que el cielo siempre fue para ellos.