Secciones
Opinión

El estereotipo político de moda

La edad es un tema contingente hoy. Y si se trata de usarla como herramienta electoral, cuestionando a los jóvenes y descalificando a los mayores, lo que se viene no se corrige con un promedio. Porque estigmatizar por edad, sin fundamento, es lo mismo que hacerlo por raza, condición social o género. Esto es, un acto cobarde que busca desacreditar a alguien, no con datos ni evidencias, sino con un estereotipo.

Donald Trump no demoró mucho para, cuando competía con Joe Biden, insinuar que su contrincante tenía serios problemas cognitivos. Que el Demócrata no hilaba bien sus frases, que sus silencios daban cuenta de males no explicitados. Trump volvió a la Casa Blanca por votación popular, y a menos de un año de su segunda gestión, lo que personalmente ahora más se le imputa es que tiene comportamientos difíciles de entender. Comienzos de frases que se quedan ahí, sin ser terminadas. Silencios que no se entienden, como si buscara una respuesta a las preguntas, pero sin encontrarlas. Y ya se insinúa que su estado mental ha empeorado seriamente.

Denunciar el estado mental de un oponente político, en un mundo que envejece rápidamente, se ha hecho moda.

Hace algunos días, Evelyn Matthei se quejó de que desde el Partido Republicano y el Partido Nacional Libertario salieron voces a insinuar que ella tenía Alzheimer.

La propia Evelyn Matthei dijo que “hay una campaña en mi contra, que es asquerosa, de verdad asquerosa, porque alteran videos míos. Cuando yo muchas veces hablo con emm.., pero ellos lo alargan a 10, 15 segundos. Entonces, pareciera que yo estoy vacilando, o que tengo alzheimer, como lo han dicho ya en forma específica”.

Hay algunos que creen que la política electoral implica desacreditar a los rivales, aunque puedan ser del mismo sector político, usando no razones y buenos argumentos, sino lo que funcione, incluyendo la distorsión y la mentira.

Lo curioso es que quienes hacen este tipo de campaña se tienen que desdoblar: al frente tienen a los actuales gobernantes, a quienes califican de pendejos inexpertos, y al lado a una candidata que califican de vieja senil, incapaz de terminar una frase, menos de gobernar. Todo para que sus candidatos parezcan más idóneos a la hora de competir por gobernar a Chile.

En un país que tiene una estructura de edad inclinada hacia un gran número de adultos mayores, la imputación de problemas seniles para quienes postulen a cargos de gobierno puede transformarse en una rutina. La pirámide de población chilena tiene a habitantes de entre 15 a 64 años en un 66% de la población total. Los ciudadanos de más de 64 años pasaron de ser el 3,5%, en 1960, a ser el 14% en 2024.

La edad es un tema contingente hoy. Y si se trata de usarla como herramienta electoral, cuestionando a los jóvenes y descalificando a los mayores, lo que se viene no se corrige con un promedio. Porque estigmatizar por edad, sin fundamento, es lo mismo que hacerlo por raza, condición social o género. Esto es, un acto cobarde que busca desacreditar a alguien, no con datos ni evidencias, sino con un estereotipo.

Notas relacionadas








Vuélveme a querer

Vuélveme a querer

El extraño caso de Cristian Castro es, finalmente, el de un artista que perdió el centro, vagó por los bordes y regresó sin pedir permiso. No volvió a través de un hit nuevo ni de una estrategia de marketing: lo hizo mediante algo más simple y más raro -una autenticidad torpe, luminosa e irresistible, respaldada por una carrera que, vista desde hoy, nunca dejó de importar.

Foto del Columnista Mauricio Jürgensen Mauricio Jürgensen