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A lago revuelto

La verdadera tensión, en cambio, estuvo entre Kast y Jara, que actuaron como si estuvieran en segunda vuelta. Él, con un discurso duro sobre seguridad, ironizó con el eslogan de la candidata comunista “gobernar con amor” y le enrostró su gestión como ministra del Trabajo: “no logró recuperar el empleo”, le dijo. Ella, más contenida, pero con filo, le devolvía cada golpe.

Nadie lo vio venir. Ni los organizadores, ni los empresarios que llegaron hasta el Teatro del Lago, en Frutillar, para presenciar el Summit de SalmonChile. Un escenario natural perfecto, casi bucólico, que invitaba a pensar en un debate sobrio, técnico e incluso amable, por tratarse del primero en esta carrera presidencial. Pero lo que se vivió en esa sala colmada -1.400 personas sentadas-, sin un solo espacio vacío, y otras 200 mirando por pantalla gigante en un auditorio contiguo, fue todo menos eso. Se le percibió como una suerte de ensayo general de lo que está por venir en los próximos meses. Con giros inesperados, tensión entre los candidatos y un claro despliegue estratégico por parte de cada comando.

Ya la noche anterior se percibía el nivel de organización. Los tres equipos viajaron juntos en el mismo avión, y varios de sus miembros -como Diego Paulsen, Juan Luis Ossa y Cristián Valenzuela- participaron en el cóctel con empresarios de la industria. Artillería pesada, se comentó entre pasillos.

No era un foro más: era una vitrina clave, no solo ante el mundo salmonero, sino también frente a una buena parte del mundo privado, que se hizo presente con nombres relevantes como Rosario Navarro, cabeza de la Sofofa, Susana Jiménez, líder de la CPC y Juan Pablo Swett, de la multigremial.

El formato sorprendió desde el primer minuto. Cada candidato tenía solo tres minutos iniciales. Jeannette Jara abrió con un discurso sobrio, general. Luego vino José Antonio Kast, quien descolocó a todos: pidió ponerse de pie para guardar un minuto de silencio por las niñas asesinadas en tiroteos recientes en Chile. Fue un gesto inesperado, que marcó el tono emocional del inicio del debate.

Evelyn Matthei, tercera en intervenir, rompió el molde: hizo correr las sillas, desplegó un power point y presentó su “Plan Chile 2050 para los salmones”, con medidas concretas y propuestas específicas. Partió como avión, mostrando lo que le han exigido desde su propio sector: ideas, plan y hoja de ruta. Pero con el correr del debate, Matthei fue bajando el ritmo, optando por mantenerse al margen de las interpelaciones cruzadas entre José Antonio Kast y Jeannette Jara.

Algunos dicen que quiso mostrarse más estadista, por encima de la pelea chica. Otros creen que simplemente fue perdiendo impulso. Habrá que ver qué lectura prevalece.

La verdadera tensión, en cambio, estuvo entre Kast y Jara, que actuaron como si estuvieran en segunda vuelta. Él, con un discurso duro sobre seguridad, ironizó con el eslogan de la candidata comunista “gobernar con amor” y le enrostró su gestión como ministra del Trabajo: “no logró recuperar el empleo”, le dijo. Ella, más contenida, pero con filo, le devolvía cada golpe. Y, con el correr de los minutos, sorprendió con un giro clave: se mostró abierta a revisar la Ley Lafkenche y a impulsar la salmonicultura, algo que el sector, no esperaban de una figura del PC. “Es lo que hemos pedido por años”, comentó un dirigente empresarial, aún incrédulo.

En medio del conversatorio, incluso se vivieron momentos de tensión extra. Como cuando un grupo de representantes indígenas se levantó a mitad del debate para protestar. Por un momento pareció que el encuentro se salía de cauce. La moderadora, Elena Dressel, tuvo que intervenir con firmeza: “Vamos a seguir con los candidatos”, zanjó. No era el debate nice que muchos habían anticipado.

Antes de cerrar, Matthei lanzó otra bomba simbólica: proclamar el 26 de mayo como el Día del Trabajador Salmonero, en honor a las manifestaciones de la industria cuando el gobierno quiso instalar nuevas restricciones, una iniciativa que había propuesto el diputado RN Mauro González, y que fue respaldada por el ministro Nicolás Grau.

La ovación fue inmediata, pero más de alguno lo leyó como un gesto populista, pensado, más que nada, para ganar aplausos y votos.

¿El resultado? Un primer buen ejercicio para una contienda que recién comienza.

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