Una canción de Luis Alberto Spinetta llamada Credulidad, decía: “…lo peculiar de nuestro gran calabozo, es esa especie de terror por el bosque…”.
Obviamente el calabozo es nuestra mente, que actúa como una jaula que sólo nos permite circular en el encierro, y perdernos en él.
Evelyn está viviendo su propio encierro, y en ese punto su equipo de múltiples asesores y generalísimos parecen absolutamente perdidos en definirle un rumbo a su relato, tal vez porque no son generalísimos sino simple soldados a la vista de la candidata.
Un asesor o una mesa chica sin espíritu crítico es el peor enemigo de un candidato, de un presidente de un gobierno, ya que en lugar de desatar nudos y plantear las carencias por atender, simplemente alienta la actitud de su cliente, que en este caso es una candidata a la deriva. Porque Evelyn está a la deriva.
Podemos asignar diversas responsabilidades y culpas por la caída de Evelyn en las preferencias del electorado, tal vez de sus asesores y tal vez de ella misma, pero pueden sintetizarse en un conjunto de factores que son determinantes:
- Cansancio: Evelyn comenzó demasiado temprano con su campaña y eso genera, además de saturación, la necesidad de renovarse en medio de un proceso que la tenía como firme ganadora, al menos hasta que aparecieron los contendientes.
- Soberbia: Evelyn suponía que su gestión de alcaldesa le iba a otorgar superioridad relativa sobre los demás candidatos, sostenida en el conocimiento administrativo y operacional, pero demasiado lejos del nivel político-estratégico que exige ser presidente. Esa superioridad relativa, propia de la percepción de “la mejor alumna” que no acepta críticas que la frustren, es la que le impidió transformarse en la verdadera líder de la propuesta de la centroderecha.
- Terquedad: Esa misma superioridad es la que no le deja ver la necesaria evolución que debe mostrar y de modificar el relato.
Frente a esos factores, el resultado de la caída, además de la postura de la candidata, la pobrísima mezcla comunicacional basada en un discurso dramático sostenido en temas operativos con la intención de mostrar inteligencia lógico-matemática, cuando en realidad un político accede al poder por la inteligencia inter e intrapersonal.
Preparada para responder el cómo, nunca en su discurso estaba planteado el que, lo que la hizo meterse en el barro cuando todos sabemos que un candidato esquiva el barro y dirige su mensaje desde una posición de agenda estratégica para que sus especialistas resuelvan como hacer las cosas que hay que hacer.
Eso la llevó a una propuesta enmarcada en lo dramático por sobre lo esperanzador, en lo pseudo intelectual por sobre el lenguaje político. No es cuestión de salir a la calle, es entender la calle.
Tampoco sus generalísimos estuvieron felices con la imagen, a punto tal que en una de sus salidas apareció con una camisa roja… ni pensarlo. Nadie se preocupó en vestirla como presidenta en lugar de parecer una señora de siglo XX con blusas multicolores y un corte de pelo sin diseño alguno. Algo para levantar el ánimo…
Evelyn tenía todo para ganar si aceptaba que tenía que adaptarse a una situación de contexto y evolucionar en su estilo, entender que el ingeniero más brillante no necesariamente es un político encantador, y el que gana una elección es un encantador. Porque la clave es acceder al poder, no tener un programa extenso que nadie lee. Y ese mensaje encantador es simplemente generar la confianza en que va a poder resolver el problema de bolsillo de la gente y la seguridad.
Pero para eso, hay que tener convicción para ganar, porque lo que vale es ganar y no el camino para lograrlo.
Nunca supo ni pudo guiar a su propia tropa, que fielmente le aseguró apoyo aunque por lo bajo tenían claro que no era la mejor candidata, pero ante el desencanto y el permanente rechazo al gobierno actual, sabían que había una autopista para que Evelyn llegue a La Moneda.
Por otra parte, se enfrentó a Kast con una maniobra de desafiante, cuándo en realidad era la que estaba en primer lugar y José Antonio debió haberla desafiado. Pero el republicano aprendió de batallas perdidas y mantuvo un ruidoso silencio.
Para colmo, aparece en el escenario una candidata que evoluciona en su discurso marxista a un modelo afrancesado, que hasta cambia hasta su manera de vestir y se transforma en una líder de centroizquierda y frente a eso, en lugar de ningunearla, la suben al escenario y la ponen seriamente en carrera.
Evelyn tiene escaso tiempo, casi nula, para replantear la campaña.
Revertir la caída libre solo es posible con intensidad comunicacional de un nuevo relato esperanzador acompañado de una imagen y de un estilo de mujer que la muestre como una jugadora afectiva pero pragmática, ya que para ganar no necesitará de la prolijidad académica, sino de la audacia de un político.
Tal vez los generalísimos puedan tener algo de voz y lograr un replanteo, al menos para que Evelyn salga de su peculiar calabozo.