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El hackeo al VIH

El ciberataque al ISP expuso la fragilidad de un sistema centralizado que retrasa diagnósticos y tratamientos de VIH. Urge descentralizar y priorizar la vida por sobre la burocracia.

El pasado 26 de junio, el Instituto de Salud Pública (ISP) fue víctima de un ciberataque que dejó inutilizada la totalidad de sus canales digitales. Esta situación, además de evidenciar la fragilidad de sus sistemas informáticos, pone sobre la mesa una alerta ineludible: la vida y el derecho a la salud de miles de personas no pueden depender de un único sistema centralizado y vulnerable.

El ISP es, hoy por hoy, el único laboratorio autorizado en Chile para confirmar y notificar diagnósticos de VIH. En otras palabras, tiene el monopolio del registro oficial de nuevos casos. Antes del ataque, una persona debía esperar entre 10 y 20 días hábiles para conocer su diagnóstico. Tras el hackeo, esos plazos han llegado a extenderse hasta en 15 días adicionales. Estamos hablando de personas que no solo esperan con angustia su resultado, sino que, mientras no reciben confirmación oficial, están fuera del sistema: no acceden al tratamiento gratuito garantizado por el GES N°18.

Esto no es solo impresentable. Es una forma institucionalizada de violencia. Es inaceptable que, en pleno 2025, Chile continúe concentrando una función crítica de salud pública en un solo ente, sin plan de contingencia ni una red de respaldo descentralizada.

Existen alternativas. Laboratorios públicos y privados, con experiencia en vigilancia epidemiológica —como lo vimos en la respuesta al COVID-19 o a la Mpox— están plenamente capacitados para procesar muestras de VIH en menos de 24 horas. No se trata de capacidad técnica. Se trata de voluntad política. De poner a las personas en el centro de las decisiones sanitarias.

Lo que este ciberataque desnuda no es solo un fallo en ciberseguridad. Es el reflejo de un modelo que necesita transformarse con urgencia: más ágil, más transparente y más cercano a las realidades y derechos de las personas.

Hoy, más que nunca, es momento de exigir que el Estado asuma su responsabilidad, no sólo protegiendo sus sistemas, sino también actualizando su visión. Un sistema de salud moderno no puede permitirse que la burocracia o el centralismo se interpongan entre una persona y su tratamiento.

Modernizar es también humanizar. Y esa debe ser una prioridad fundamental.

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