LinkedIn se ha convertido en una vitrina donde muchos buscan visibilidad profesional. El problema es que en los últimos meses la plataforma se saturó de posteos que, aunque parecen cuidados y llevan emojis puestos, se reconocen a lo lejos como textos generados por Inteligencia Artificial. El resultado es un océano de publicaciones genéricas, de bajo valor estratégico y con nula capacidad de diferenciación.
La paradoja es evidente. Mientras abundan estos contenidos escritos en serie, las mismas compañías que desarrollan IA —OpenAI y Anthropic— están contratando a especialistas en estrategia de contenidos y storytelling. Justo los roles que supuestamente iban a desaparecer. La explicación es clara: la IA puede redactar, pero no puede contar historias.
Los modelos de lenguaje (LLM) están entrenados sobre millones de documentos cargados de frases hechas y lugares comunes, por lo que tienden a reproducir exactamente eso. El resultado: textos impecables en la forma, pero intercambiables y olvidables en el fondo. En cambio, contar historias es otra cosa: emocionar, inspirar, transmitir aprendizajes y lograr que un mensaje sea recordado. Eso no lo logran los modelos, porque no tienen experiencias ni vivencias que sostengan lo que escriben.
Cuando los líderes, ejecutivos o profesionales optan por delegar en la IA la escritura de sus posteos, pierden la oportunidad de conectar de verdad con su audiencia. Y lo que es más grave, ponen en riesgo algo fundamental: su reputación. En un entorno saturado de discursos genéricos, entregar la voz propia a los modelos equivale a diluir la identidad personal en una masa de contenidos intercambiables.
¿Cómo se distingue un contenido valioso de un post genérico? Prueba simple: 1) ¿Sólo tú podrías contar esto tal como está escrito? 2) ¿Hay un conflicto, decisión o aprendizaje concreto que importe a otros? 3) ¿Incluye evidencia propia (dato, caso, práctica) que respalde la idea? 4) ¿Está claro a qué objetivo sirve —posicionamiento, atracción de talento, relación con clientes—? Si alguna respuesta es “no”, es probable que el post sólo agregue ruido.
La alternativa está en lo que cada uno ya tiene: sus historias. Experiencias de éxito y fracaso, momentos de orgullo y de vulnerabilidad, decisiones difíciles y aprendizajes que dejan huella en lo personal y lo profesional. Contadas con honestidad, estas historias generan identificación y recordación. Son también un activo estratégico: posicionan, construyen confianza y terminan siendo un aporte clave a la reputación de las empresas en que trabajamos.
Por eso la gran habilidad de esta era no será saber redactar prompts perfectos, sino atreverse a construir relatos significativos. Menos plantillas; más criterio. En un mundo donde LinkedIn seguirá lleno de posteos vacíos generados por IA, la verdadera pregunta es si vamos a sumar más de lo mismo o si nos vamos a arriesgar a escribir algo realmente propio, humano y memorable.