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La izquierda está prokastinando

Dicen las malas lenguas que Jeannette Jara está harta de El Partido, que desde hace tiempo se haya desafectada con su rigidez ideológica, que por eso no la querían nombrar candidata y que, tras las arrogancias de Jadue y Carmona durante la campaña, su hastío tocó fondo. Pero no lo ha puesto en escena con la radicalidad que requiere para ser creíble más allá de su círculo estrecho.

Tendría que suceder algo muy raro, demasiado raro, para que las próximas elecciones las ganara un candidato de izquierda, es decir, Jeannette Jara o Eduardo Artés, porque aunque Marco Enríquez coordinaba el izquierdista Grupo de Puebla, a estas alturas se le ve dispuesto a ser lo que convenga por unos votos de más. Él y Parisi postulan a la presidencia por razones enteramente personales. Nada en ellos invita a pensar que están ahí por una causa mayor, para representar a otros, por una idea de lo público o por llevar adelante un proyecto político.

Todo indica que la pelea está en la derecha, entre Kast y Matthei. Cualquiera de ellos que pase a segunda vuelta tiene el triunfo prácticamente asegurado. Si recién ganada la primaria pareció que Jeannette Jara podía encarnar una alternativa popular y cercana más allá de su militancia, los líos armados por el PC le mataron el encanto. La estrategia populista que triunfó frente a Tohá – pueblo v/s elite- y que amenazaba con ser todavía más efectiva frente a una derecha representada por candidatos rubios y alemanes, fue bombardeada con discusiones cupulares y politiqueras.

El ganador debiera ser Kast, aunque en los tiempos que corren abundan los vuelcos intempestivos. Según los encuestólogos, quienes votan obligados son los que menos responden las encuestas, lo que aumentaría la incertidumbre. Las ondas están moviéndose a gran velocidad.

Recién ayer queríamos removerlo todo y hoy el orden parece ser lo más deseado. Si para el Estallido Social se supone que éramos el país más desigual del mundo y abundaban las voces combativas, ahora somos los más timoratos y demandamos autoridad. Lo que perdura es la exageración. Según la encuesta Ipsos aplicada en 29 países, aquí es donde reina la mayor sensación de inseguridad. Le tenemos más miedo al crimen que los mexicanos, donde solo durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador fueron asesinadas 167.336 personas. Por otra parte, los gritos altisonantes y agresivos que gustan en un momento de pronto cansan y, al minuto siguiente, hastían. Lo acaba de vivir Milei en Argentina.

Desde la recuperación de la democracia, jamás hubo una coalición de partidos tan amplia apoyando una candidatura de izquierda -de la DC al PC- y jamás representó a tan pocos. Su candidata es comunista, pero su lema parece ser “en la medida de lo posible”. Como arranca desde la sospecha, debe demostrar incesantemente que no pretende la dictadura del proletariado. Por otra parte, son tantas y tan distintas las sensibilidades políticas detrás suyo, que está condenada a proponer mínimos comunes para evitar una estampida. Camina pisando huevos. Se la ve sola.

Los partidos de esa alianza electoral contradictoria y decadente -de Huenchumilla a Carmona todo huele rancio, chato y macuquero- lejos de pensar en ella y un proyecto conjunto, calculan cómo sacar la mejor tajada parlamentaria para seguir existiendo. Mientras la dispersión sigue en aumento, vuelve la farándula. Pamela Jiles tendrá compañía. Y salvo que decida hacerlo por decreto, a ese que le toque, cualquiera sea, no le será nada fácil gobernar con esta decadente fauna legislativa.

Dicen las malas lenguas que Jeannette Jara está harta de El Partido, que desde hace tiempo se haya desafectada con su rigidez ideológica, que por eso no la querían nombrar candidata y que, tras las arrogancias de Jadue y Carmona durante la campaña, su hastío tocó fondo. Pero no lo ha puesto en escena con la radicalidad que requiere para ser creíble más allá de su círculo estrecho. Si lo hiciera y abandonara el PC con sus cómplices más cercanos -Camila y otros-, quizás no le daría para ganar, pero al moverse el arbolito, vaya a saber uno qué frutos caerían. Desde ya, los frenteamplistas se verían obligados a escoger entre una modernidad compleja y una seudo consecuencia, más parecida a la flojera mental que a un ansia justiciera. De momento, la izquierda parece prokastinar.

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