Secciones
Opinión

El valor de creer en lo improbable

Atrás quedó la idea de que ganaba quien sacaba al resto del camino; ahora prospera quien hace que más personas, organizaciones y comunidades crezcan juntas. Las grandes transformaciones ya no suceden en solitario.

Cuando los hermanos Wright soñaban con volar, la comunidad científica los tildó de locos. Cuando Steve Jobs imaginó que en el futuro habría un computador en cada hogar, sonaba a ciencia ficción. Seguro que cuando alguien propuso que Chile podría exportar vino de calidad mundial, muchos se rieron. Sin embargo, todos estos “sueños imposibles” se convirtieron en realidades que transformaron industrias y países.

Ejemplos como esos hay miles, y por eso creo que para salir del estancamiento nuestro país necesita más soñadores, más personas que se atrevan a creer en lo que otros consideran imposible, más “locos” que piensen diferente y vean oportunidades donde otros ven obstáculos.

Hoy tenemos todas las condiciones para ser protagonistas de las grandes transformaciones del siglo XXI. Contamos con recursos naturales únicos, capital humano talentoso, estabilidad institucional y una geografía privilegiada. Pero sobre todo, tenemos la capacidad de reinventarnos y adaptarnos.

Imaginen un Chile donde cada región se especialice en aquello que mejor sabe hacer, pero conectada digitalmente con el resto del país. Donde nuestros emprendedores no compitan solo entre ellos, sino que se articulen para conquistar mercados globales. Donde nuestras universidades, empresas y gobierno trabajen unidos para resolver los grandes desafíos nacionales.

Yo no creo que esto sea una utopía. Es una posibilidad real si nos atrevemos a creer en lo improbable, si dejamos de pensar en pequeño y empezamos a soñar en grande. Si entendemos que el desarrollo no se trata solo de crecimiento económico, sino de crear oportunidades para que todos los chilenos puedan desarrollar su potencial. Esta nueva era digital es precisamente la era de la colaboración. Atrás quedó la idea de que ganaba quien sacaba al resto del camino; ahora prospera quien hace que más personas, organizaciones y comunidades crezcan juntas. Las grandes transformaciones ya no suceden en solitario.

Los países que lograrán destacar en las próximas décadas serán aquellos que cultiven una cultura de la innovación y el emprendimiento, potenciando a quienes se atrevan a pensar diferente. Para eso es clave invertir en planes educativos con enfoque no sólo en formar trabajadores, sino en aumentar el número de creadores e innovadores, de líderes que transformen realidades.

Chile tiene la oportunidad de convertirse en el laboratorio de innovación de América Latina. Un país donde se prueben nuevas formas de hacer las cosas y se generen soluciones que luego se repliquen en la región. Pero antes de eso necesitamos creer en nosotros mismos, en nuestras capacidades y en nuestro potencial.

La historia nos demuestra una y otra vez que muchas de las transformaciones que hoy damos por sentadas partieron como ideas que parecían inalcanzables. Los recursos y las tecnologías son importantes para el desarrollo, pero más valiosa es la valentía -personal y colectiva- para desafiar lo establecido y abrir nuevos caminos.

¿Seguiremos aferrados a lo que ya conocemos o nos atreveremos a construir el país que aún no existe?

Notas relacionadas








Vuélveme a querer

Vuélveme a querer

El extraño caso de Cristian Castro es, finalmente, el de un artista que perdió el centro, vagó por los bordes y regresó sin pedir permiso. No volvió a través de un hit nuevo ni de una estrategia de marketing: lo hizo mediante algo más simple y más raro -una autenticidad torpe, luminosa e irresistible, respaldada por una carrera que, vista desde hoy, nunca dejó de importar.

Foto del Columnista Mauricio Jürgensen Mauricio Jürgensen