No siempre las elecciones de “medio término” en La Argentina, que implica elegir una nueva conformación del parlamento argentino, es decir diputados y senadores, han tenido tanta relevancia como en este período del gobierno de Javier Milei.
El juego de la política ha transformado un acto electoral en un verdadero plebiscito entre dos extremos, uno que gobierna y otro que lucha por desgastar un supuesto modelo que da la sensación de no poder satisfacer las exigencias de una sociedad que vive en una deriva.
La realidad de La Argentina y del argentino común, pasa por el bolsillo y por la calidad de vida perdida, más allá de un futuro posible y de promesas de un rediseño de país que se sostiene con una filosofía desde 1945. Como planteaba Mario Bunge en “Provocaciones”, el último modelo de país lo hizo Perón.
El modelo propuesto por Milei es esencialmente económico, sostenido en la estabilidad macroeconómica como apuesta al crecimiento y a un país posible para los próximos 30 años, es decir, una decisión presente con un eventual efecto futuro.
Los últimos meses del gobierno libertario son una muestra de ambigüedad y de falta de consistencia política, a punto tal que el modelo económico que sostiene se vio amenazado por la falta solidez, para lo que necesitó recurrir a la política para resolver un conflicto económico insalvable.
La solución: política de alto nivel con alcance internacional que tenga efecto en la política local. Es ahora el momento en el que frente a la debilidad del modelo económico, Donald Trump juega un partido relevante alentando una ayuda económica al socio que supone relevante para recuperar espacio geopolítico en la región a través de La Argentina.
Sin duda, este potencial acuerdo político que se refleja en lo económico, forma parte del acto electoral y de su resultado. Será entonces una grieta entre Milei y su relación carnal con Trump versus la idea de la soberanía nacional.
Claramente, frente a esta instancia, la elección es un evento emocional más que racional, como todo lo que dirige a la política.
La necesidad de la política en un gobierno dirigido desde la teoría económica está dada en alcanzar acuerdos para lograr reformas determinantes que permitan, además de estabilizar la vida económica y social, responder a un presente con efecto en el futuro.
Esa teoría económica no se sustenta solo en los datos macroeconómicos, ya que entendemos que la macroeconomía no necesariamente se refleja en la economía de bolsillo cotidiana, por lo que un gobierno teórico sostenido en un modelo de país, debe tener la capacidad de generar convencimiento en cuanto a cómo el sacrificio del hoy se refleja en el bienestar de mañana. Y de esto depende la cualidad política de quién conduce el modelo, del capitán del barco, de quién guía.
En ese sentido, la duda argentina es si el equilibrio mental de quien gobierna puede conducir el barco, cuya dirección está más allá de las ideologías.
En esta elección, queda demostrado que el pasado fue tan desastroso, que un modelo aún inconcluso supera al fracaso del pasado. Una apuesta social que Milei, si entiende el significado de política y gobierno, debiese aprovechar.
Aprovechar la instancia de un parlamento con viento a favor, es un espacio que debiese impulsar a Milei a revisar una conducta que nunca tuvo hasta hoy: la de sostener el equilibrio emocional que permita generar los acuerdos que le permitan gobernar con un consenso que no solo represente un efecto económico posible, sino desde lo político social que comience a disolver los antagonismos.
Un gobierno que tiene el padrinazgo de Donald Trump, quién supone a La Argentina como su socio geopolítico en Sudamérica, debe compatibilizar el futuro deseado con un presente que pueda integrar un modelo país, con una integración de ideas y con el pragmatismo de resolver los problemas inmediatos de la gente.
La democracia es con lo que se cura, se come, se educa y se crece.
Hay que saber usarla.