Secciones
Opinión

Primeros 90 días: señales, rumbo y credibilidad

Chile llega a este nuevo ciclo con una ciudadanía escéptica, cansada de promesas maximalistas, de diagnósticos rimbombantes y de políticas públicas mal diseñadas o derechamente improvisadas. En ese contexto, el primer desafío del nuevo gobierno será dar un golpe de timón claro: mostrar que hacer las cosas bien, con responsabilidad, apego a la evidencia y respeto por las reglas, sí tiene efectos concretos en la vida de las personas.

En política, el tiempo no es neutro. Menos aun cuando se trata del inicio de un gobierno. Los primeros 90 días no son solo un hito simbólico; en rigor, son el período en que se fija el tono, el método y la credibilidad de una administración. Para el futuro gobierno del presidente electo José Antonio Kast, ese lapso será decisivo para demostrar que un cambio de rumbo no es solo una consigna de campaña, sino una forma distinta y eficaz de ejercer el poder.

Chile llega a este nuevo ciclo con una ciudadanía escéptica, cansada de promesas maximalistas, de diagnósticos rimbombantes y de políticas públicas mal diseñadas o derechamente improvisadas. En ese contexto, el primer desafío del nuevo gobierno será dar un golpe de timón claro: mostrar que hacer las cosas bien, con responsabilidad, apego a la evidencia y respeto por las reglas, sí tiene efectos concretos en la vida de las personas.

Los primeros 90 días son el espacio para enviar señales. Y en política, las señales importan tanto como las decisiones mismas. Importa quiénes lideran los equipos, cómo se prioriza la agenda, qué proyectos se impulsan y, quizás más relevante aún, cuáles se postergan. Gobernar no es correr, es conducir.

En materia de seguridad pública, la señal debe ser inequívoca. El Estado debe recuperar presencia, autoridad y capacidad operativa. No se trata de slogans ni de gestos efectistas, sino de fortalecer a las policías, mejorar la coordinación institucional y respaldar sin ambigüedades a quienes cumplen la ley. La seguridad no es una bandera ideológica: es una condición básica para la libertad, para la cohesión social y para el desarrollo económico. Sin orden, no hay derechos que se sostengan en el tiempo.

Pero la seguridad también tiene una dimensión económica. Ningún país atrae inversión si no es capaz de garantizar condiciones mínimas de estabilidad y control territorial. Aquí es donde el segundo gran eje de los primeros 90 días cobra relevancia: la economía y la inversión. Chile necesita volver a crecer. No como un objetivo abstracto, sino como la única vía sostenible para mejorar salarios, financiar políticas sociales y reducir desigualdades. Atraer más inversión, tanto nacional como extranjera, es sinónimo de crecimiento, pero la inversión no llega por decreto. Requiere confianza, reglas claras y certeza de que las decisiones no cambiarán al ritmo del clima político.

En ese sentido, el nuevo gobierno deberá enviar señales tempranas de estabilidad normativa. Respetar los contratos, asegurar marcos regulatorios predecibles y abandonar la lógica de la permanente reforma improvisada serán la clave para reconstruir la confianza perdida. La responsabilidad fiscal, lejos de ser un dogma tecnocrático, es una señal ética hacia las futuras generaciones: no se puede prometer hoy hipotecando el mañana.

Los primeros 90 días también son una oportunidad para marcar estilo. Un estilo que privilegie la sobriedad por sobre el voluntarismo, el rigor técnico por sobre la consigna fácil y el diálogo institucional por sobre la confrontación permanente. Gobernar bien no siempre genera titulares, pero sí genera resultados. Y hoy, más que épica, Chile necesita eficacia.

El desafío del presidente electo José Antonio Kast no será menor. Deberá demostrar que el orden, la responsabilidad y el respeto por las reglas no son conceptos del pasado, sino herramientas modernas para enfrentar un país complejo y exigente. Si en los primeros 90 días logra mostrar un rumbo claro, un método serio y señales consistentes en seguridad y economía, habrá dado el paso más importante: recuperar la confianza de una ciudadanía que quiere cambios, sí, pero cambios bien hechos.
Porque al final del día, gobernar no es prometer más, sino cumplir mejor. Y los primeros 90 días son el momento en que esa promesa empieza a volverse creíble

Notas relacionadas







Primeros 90 días: señales, rumbo y credibilidad

Primeros 90 días: señales, rumbo y credibilidad

Chile llega a este nuevo ciclo con una ciudadanía escéptica, cansada de promesas maximalistas, de diagnósticos rimbombantes y de políticas públicas mal diseñadas o derechamente improvisadas. En ese contexto, el primer desafío del nuevo gobierno será dar un golpe de timón claro: mostrar que hacer las cosas bien, con responsabilidad, apego a la evidencia y respeto por las reglas, sí tiene efectos concretos en la vida de las personas.

Foto del Columnista Bárbara Bayolo Bárbara Bayolo