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Inteligencia artificial: adopción acelerada, liderazgo rezagado

Chile no puede permitirse este desbalance en un momento en que la productividad, la competitividad y la modernización del Estado requieren liderazgo y visión. Por eso, el próximo gobierno tendrá un rol decisivo: no para frenar la adopción, sino para ordenarla, fortalecerla y hacerla más equitativa.

En Chile, la adopción de inteligencia artificial (IA) avanza a toda velocidad, pero su liderazgo interno no lo hace al mismo ritmo. Hoy, cerca del 80% de las grandes empresas y aproximadamente el 70% de las pymes ya utilizan IA en sus operaciones, y más de la mitad la integra en procesos estratégicos. A nivel global, la tendencia es clara: la mayoría de las compañías ya despliega IA en producción y planea aumentar su inversión en los próximos años, lo que confirma que esta tecnología dejó de ser experimental para convertirse en un eje central del negocio.

Sin embargo, este avance convive con una brecha que no es tecnológica, sino organizacional. Un estudio nacional reciente revela que más del 50 % de empresas y personas considera que las organizaciones están poco o nada preparadas para enfrentar los desafíos de la IA, y solo una de cada cinco compañías cuenta con una estrategia definida para su uso. La distancia entre adopción y preparación es evidente: mientras 70% de las empresas declara estar implementando IA, casi la mitad de los colaboradores afirma que su organización no ha iniciado acciones, reflejando un desacople entre la visión directiva y la experiencia cotidiana en los equipos.

Esta misma investigación muestra que la falta de habilidades internas es la principal barrera para avanzar, seguida por preocupaciones sobre privacidad y seguridad de datos. Además, mientras las empresas tienden a ver la IA como una oportunidad estratégica, una proporción significativa de trabajadores la observa con mayor incertidumbre, lo que evidencia que el desafío no es solo técnico, sino también cultural y humano.

El temor al futuro no proviene de la tecnología, sino de la ausencia de estrategia. La evidencia internacional muestra que los proyectos que se desarrollan con una hoja de ruta clara —alineada a objetivos de negocio, acompañada por capacidades internas y sostenida por una gobernanza sólida— tienen una probabilidad de éxito muy superior a aquellos impulsados únicamente por entusiasmo tecnológico. Cuando esa estructura no existe, los esfuerzos se fragmentan, los retornos se diluyen y la resistencia aumenta.

Chile no puede permitirse este desbalance en un momento en que la productividad, la competitividad y la modernización del Estado requieren liderazgo y visión. Por eso, el próximo gobierno tendrá un rol decisivo: no para frenar la adopción, sino para ordenarla, fortalecerla y hacerla más equitativa. Esto incluye promover estándares de gobernanza y uso ético, impulsar la formación y reconversión laboral a gran escala, modernizar al Estado como referente tecnológico y generar condiciones para que empresas de todos los tamaños implementen IA con propósito y ambición.

La conversación pública debe abandonar el falso dilema entre “adoptar o no adoptar”. La pregunta de fondo es cómo liderar esta transición de manera que amplifique capacidades en lugar de fracturarlas. Ese es el futuro que no deberíamos temer, sino construir: uno donde la IA no reemplace liderazgo, sino que lo exija; donde no debilite organizaciones, sino que las ordene; y donde no amplíe brechas, sino que permita competir en un mundo que ya cambió.

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