Se acerca Navidad y es momento de enviarle la carta de pedidos a Papá Noel, pero como algunos dudamos de su existencia, creemos en lo que existe para hacer algún pedido posible. En este caso, y aunque asuma en marzo, nos adelantamos unos meses y nuestro Santa Clauss es nada más ni nada menos que el presidente electo.
Entonces, ¿Qué le podemos pedir a José Antonio? Yo me atreví, con todo respeto, a hacer una lista que creo austera, aunque necesaria y posible. Ahí va:
Que el futuro no le sea indiferente, y haga foco en la educación como eje para alcanzar la convivencia y el desarrollo social.
Que sea presidente y que no agite durante su gobierno banderas ideológicas al modo de un candidato en eterna campaña y que abandone el discurso separatista de los extremos, es decir, que no le hable solo a una parte de la tribuna e insulte a quienes no están de acuerdo.
Que arme un equipo con los mejores, y que se apoye en él. Que no practique la omnipotencia del poder ni la creencia en la eternidad, ya que sólo dura cuatro años.
Que se desempeñe en un espacio terrenal, y que no invoque ni se aferre a fuerzas celestiales ni sobrenaturales para crear falsas promesas.
Que sea un empleado de Chile, no creerse dueño ni marcar supremacía por el solo hecho de ostentar una jerarquía que es, definitivamente, transitoria.
Que sea pragmático en la resolución de los temas, es decir, que tenga la capacidad de incorporar ideas de todos los sectores para aplicarlos a problemas específicos, que pueden abordarse con ideas liberales, socialistas o conservadoras. No hay una sola idea que resuelva los problemas de siempre.
Que sea un presidente “con mundo”, que se relacione con todos aquellos países con los que Chile pueda negociar y defender sus intereses permanentes, lo que hace que no haya amigos ni enemigos eternos.
Que tenga claro que no es necesario reinventar la rueda, sino hacerla evolucionar. De allí que su mayor desafío será entender que ser conservador no implica vivir con un espejo retrovisor, sino que es la evolución la que permite transformar lo necesario para estar a tono con los avances del mundo.
Que entienda el concepto de “libertad responsable” que acuñó Luis Lacalle Pou, que no confunda orden con control y que permita la libre expresión, la libre asociación y fomente la diversidad como parte de un país que necesita progresar en términos de sociedad.
Que no hable desde la objetividad que, como decía Maturana, es un indicio de obligar a pensar desde un solo lugar.
Que sea paciente y que dialogue con quienes lo critiquen, en una muestra de empatía y de comprensión más allá de los desacuerdos.
Que no confunda su rol de presidente con tener un cheque en blanco.
Que sea jefe del Estado, lo que implica que debe hacerse cargo de lo público haciendo lo que hay que hacer con eficiencia, es decir recortando todo aquello que signifique derroche de recursos. Pero cuidado, no es derroche de recursos apostar a la educación pública y gratuita, ni a la salud pública, ni a la defensa de la seguridad de las personas, ni a crear infraestructura para motorizar la economía.
Que se ocupe de la seguridad ciudadana dentro de la ley, sin excesos y sin frases espectaculares como, por ejemplo, “mano dura” o todo concepto que sea efectista en lugar de ser efectivo.
Que haga de la política económica un espacio en el que se equilibre el crecimiento con el desarrollo, que abandone viejas fórmulas y que de una vez por todas la innovación no sea una palabra sino una acción concreta. En un mundo de novedad, no se puede ser económicamente conservador.
Que fomente el arte, la cultura, la evolución tecnológica y todo lo necesario para que la sociedad no caiga en un adormecimiento. Es importante tener un país despierto y no un país adormecido por el temor o la pereza.
Que mantenga una comunicación fluida con todos los chilenos, pero que no abuse de las redes para no caer en el tecnoautoritarismo.
Que no tenga amigos del poder que hagan dudar de su honestidad y transparencia.
En definitiva, que gobierne lo mejor posible y, muy especialmente, que cuide como un tesoro la institucionalidad y la seguridad jurídica, quizás el atributo más valorado que tiene Chile. Y que baile bien…dudemos de un presidente que no baile.
Y que tenga mucha suerte.
¿Es mucho pedir?
Feliz Navidad.