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21 de Octubre de 2021

Fiscal Luis Toledo: “Los narcos tienen verdaderas oficinas dentro de la cárcel”

El fiscal a cargo de la unidad especializada en drogas, entregó un informe desolador: ha aumentado la producción local de marihuana, en las cárceles los capos roncan y hay presencia probada de carteles internacionales mexicanos y colombianos operando en Chile. Pero señala un dato positivo: “Hemos mejorado en el diagnóstico. Aunque suene ridículo, ese es un avance. Podría ser peor”.

Por
Luis Toledo La marihuana colombiana “tiene un cincuenta por ciento y es la que más se consume en las poblaciones. Por eso da rabia el discurso político pseudo liberal y facilista que llama a legalizar la marihuana sin sopesar la cada vez mayor potencia adictiva que tiene”, dice el fiscal Luis Toledo.
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El abogado Luis Toledo (51) pasó de ser el fiscal a cargo de investigar en 2015 el escandaloso caso Caval, donde estaban involucrados Sebastián Dávalos, hijo mayor de la presidenta Michelle Bachelet, y su mujer, Natalia Compagnon, a ser hoy director de la Unidad Especializada en Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas, nombrado por el fiscal nacional, Jorge Abbott, en 2016. 

-¿Qué es peor: tráfico de influencias o tráfico de drogas?

-Lo del caso Caval fue muy duro. Es mejor estar en el tema de las drogas –responde, luego de la sorpresa inicial que le genera la pregunta.

El 7 de septiembre pasado su unidad dio a conocer el Informe 2020 del Narcotráfico en Chile, que pinta con tintas oscuras la evolución de este delito en el país. Ahora el fiscal nos releva los aspectos que le parecen más críticos y nuevos en la materia:

“Un tema es cómo la organización criminal se ha ido modificando en las cárceles. Antes, en las prisiones no concesionadas no existía relación entre los ladrones y los traficantes; estaban diferenciados. El traficante era muy mal visto y el choro o ladrón era el valorado. Los choros la llevaban, eran los vivos, los que robaban; los lonyis eran los giles. Eso ha ido cambiando en los últimos ocho, cinco años. Los traficantes se han legitimado y ahora existe una asociación entre los que roban y los que trafican drogas. Los últimos han establecido un sistema de dominación sobre los perros, que son los que matan, los que portan armas, los que asaltan, secuestran y cometen los delitos violentos. Los narco tienen celdas arregladas, beneficios y mejores condiciones que consiguen mojando a los gendarmes. Ellos están instalados en verdaderas oficinas dentro de los penales y, como no son violentos, es habitual que consigan beneficios extra carcelarios. Ese sistema de dominación funciona tanto dentro de la cárcel como fuera, porque desde dentro siguen manteniendo y fortaleciendo sus redes en sus territorios y barrios”.

Cuenta que el año pasado, un narco que tenía permiso dominical, salía caminando y en un servicentro ubicado a un par de cuadras de la cárcel lo esperaba un gran Mercedes Benz con chofer para llevarlo a su población, donde seguía manejando su negocio y todos lo sabían.

-Un sacerdote que apoya a las mamás de los llamados “presos de la revuelta” contaba que la mayor preocupación de ellas es que sus hijos están siendo cooptados por los narcos dentro de la cárcel. ¿Qué sabe de eso, fiscal?

-No he oído sobre eso. En general, los presos están revueltos, salvo los que van a la Cárcel de Alta Seguridad. El ochenta por ciento de la población penal es adicta a la droga, se trata de personas en extremo vulnerables, que están inermes frente al poder corruptor de la droga, que permite “mojar” a todos los involucrados. No he oído, pero no me extraña, por la experiencia que tengo, que jóvenes que estén privados de libertad se vinculen con las drogas; es casi por una cuestión de supervivencia en un sistema que está tomado por el narco.

-Al parecer para los jefes del narcotráfico resulta ventajoso caer en la cárcel.

-La instalación de una cultura de dominación por parte de los narcotraficantes es un hecho y lo más complejo de eso es que el sistema penitenciario, todo el sistema judicial, está pensado para que, logrando una sanción penal de la duración que sea, dentro de la cárcel se desarticule la red criminal, pero la experiencia demuestra que también hay que intervenir ahí, porque eso no está pasando y muchos jefes narcos siguen operando desde las cárceles con gran comodidad.

-¿Cómo se podría lograr la real desarticulación de las redes criminales?

-Con penas más cortas pero reales, que de verdad se cumplan. El sistema se cae porque los tipos se sacan las penas, obtienen sanciones alternativas. No hay eficiencia administrativa. Pasa lo mismo que con los niños de Sename. La letra de los proyectos de ley es linda, pero en la práctica nada de lo escrito en la legislación funciona. Eso lo he dicho en muchas mesas de trabajo. En el tema de los jóvenes infractores de ley debería, junto con la privación de libertad, hacérseles tratamiento para el consumo de drogas, por ejemplo, y seguimiento al salir. Eso está escrito en la ley, pero nunca se ha cumplido. No hay una mirada profunda de cuáles son las causas del aumento de la delincuencia y del narco en Chile. Siempre frente a casos extremos, tiene un alto impacto en la opinión pública anunciar endurecimiento y aumento de las penas y los legisladores bailan el ritmo que les pone la encuesta de turno. Esto es realmente como una novela kafkiana.

-¿No hay ni una luz de esperanza en el combate al narco?

-Hemos mejorado en el diagnóstico. Aunque suene ridículo, ese es un avance. Hemos mejorado en algunas respuestas y sabemos a qué nos enfrentamos, pero el nivel de reacción que hoy se necesita es mucho mayor y es necesario mejorar mucho en lo preventivo, porque la marihuana de hoy no es la misma que la de hace diez años. La creepy actual es adictiva en un ochenta por ciento, frente al cinco por ciento de la paraguaya de antaño. La colombiana tiene un cincuenta por ciento y es la que más se consume en las poblaciones. Por eso da rabia el discurso político pseudo liberal y facilista que llama a legalizar la marihuana sin sopesar la cada vez mayor potencia adictiva que tiene. Yo aspiro…  –dice en semiserio y de inmediato se corrige: –No, yo no aspiro; en esta materia es más apropiado usar otro verbo. Yo desearía que hubiera una política de drogas transversal y permanente, no hecha por un gobierno que dura cuatro años. Se requieren políticas de al menos diez años de plazo. No me importa tanto si esa política depende del Ministerio del Interior o del de Salud, sino que estén todas las instituciones involucradas coordinadas y sean políticas de largo plazo.

Marihuana en la Araucanía

El segundo y tercer gran tema que el fiscal Toledo destaca del Informe son “el aumento de droga de producción en suelo nacional y el aumento de la incautación de marihuana. Aquí se aprecia la consolidación de la marihuana colombiana que llega a Chile, pero particularmente el aumento de la producción nacional de cannabis y de drogas sintéticas hechas en laboratorios en nuestro país”. Y el cuarto, “muy preocupante y que la prensa destacó mucho cuando se dio a conocer el Informe, es la presencia de carteles profesionales internacionales y de remesas de drogas que llegan directamente desde México y Colombia a Chile. Esto lo levantamos como una grave amenaza, porque  implica una profesionalización del crimen organizado a nivel nacional”.

-En este contexto, ¿cómo lee la muerte del adolescente, cuyo hermano menor sigue en riesgo de muerte, tras recibir una bala en el cráneo mientras iban con sus padres en un auto un domingo en San Bernardo?

-Se me recoge el alma. Ellos cruzaron sin saber en medio de una zona de fuego de dos bandas delictuales, donde el abandono y la ausencia de la autoridad es total. En muchas zonas de Santiago se está instalando un modelo de falso éxito, donde los jóvenes aprenden que pueden andar en un auto de alta gama, con ropa de marca si se relacionan con la gente indicada. Traficar droga es una tentación fuerte. En La Pincoya, hay tipos que en el verano instalan piscinas para los niños en los pasajes, regalan ropa a los jóvenes y les pasan plata a las mamás que están sin pega. Eso les garantiza total lealtad y sus benefactores viven entre el miedo y la conveniencia. ¿Qué hay de fondo en todo esto? Pura desigualdad y frustración, porque si algo así pasara en Vitacura o Las Condes, la reacción de todos sería otra. Con esto no estoy diciendo que en Vitacura o Las Condes el narco no esté instalado. Lo está, pero de otra manera.

-Otra manifestación de desigualdad es que, aunque la población femenina privada de libertad no alcanza más del 10 ciento del total de las personas que están en prisión en Chile, la mitad lo está por una causa asociada a tráfico de drogas. ¿Ellas son víctimas o victimarias?

-No voy a discutir respecto de ese enfoque que relaciona la persecución penal con la criminalización completa del círculo de la droga, incluyendo a los eslabones más débiles de la  cadena de venta. Me preocupa mucho más cómo el narco facilita ganar dinero muy rápido, lo que es un foco de corrupción tremendo. Como dije antes, la prevención y la persecución penal del tráfico de drogas debe ser una política de Estado que supere a un gobierno determinado, debe ser transversal, y debe surgir de un acuerdo social que proteja a los más débiles: niños, jóvenes, mujeres. El narco barrial se ha ido profesionalizando. Ya no se trata de la banda de Los Cara de Perro, que eran grupos familiares, ahora son asociaciones profesionales que andan con armamento automático o semiautomático, que contratan y dominan a “los angustiados” de la población. Con la violencia que dan las armas, los narcotraficantes están usando a las mujeres, dueñas de casa, jefas de hogar, madres con empleos informales muy vulnerables, para resguardar la droga. Utilizan a varias para que les guarden la droga, de manera que cuando la PDI haga operativos, encuentren parte de la mercancía y no la totalidad. Esas mujeres saben que están comprometidas con el narco y que tienen un rol en la organización. Algunas de ellas son víctimas de la pobreza y otras son líderes traficantes. Hay varias investigaciones en curso donde ellas son cabeza de la red de traficantes. 

-A propósito del ingreso de los carteles internacionales a Chile, ¿existen indicios de que esos grupos tengan que ver con las plantaciones de marihuana en la zona de Arauco y de la Araucanía? 

-No existe para nosotros, al menos en las investigaciones vigentes, una relación directa entre lo que está pasado en esas regiones con la presencia de los carteles de México y Colombia. Chile ha sido siempre un país receptor de la droga de otros países que son productores. Eso hasta ahora en que hay laboratorios de producción de drogas sintéticas: se está compactando pastillas con máquinas industriales para la venta en territorio nacional y hay plantaciones mayores de marihuana en distintas regiones, incluida la de La Araucanía, donde los cultivos se vinculan a personas, no a comunidades que luchen por reivindicación de tierras ni tampoco a carteles internacionales.

Momentos estelares de la humanidad

Padre de mellizos pequeños con su actual mujer, que es fiscal de alta complejidad centrada en temas de migración, y de dos hijas jóvenes de un primer matrimonio, el fiscal es muy cuidadoso de revelar detalles personales. Ha recibido amenazas de muerte y, por eso, le preocupa proteger a los suyos, más considerando las arenas en que se mueve.

Se queda en su tema:

“En la conversación que tuvimos por streaming en Hora de Conversar del Hogar de Cristo, yo compartí el diagnóstico que hacían el psicólogo Carlos Vöhringer y el trabajador social David Órdenes, de La Caleta. Ese que considera al narcotráfico como una actividad aspiracional, centrada en un modelo de consumo, donde las personas se validan a partir del tener, no del ser. Así se genera una cultura individualista, muy poco empática, donde lo que le suceda al otro, da lo mismo. Esa indiferencia está instalada y tenemos casos de homicidios, secuestros, torturas, y eso pasa sobre todo cuando una banda le quita droga a otra. Ahí, el burlado muerde y saca el pedazo”. 

Para hacer bien la pega y combatir esa cultura, el fiscal insiste en que se requiere trabajar coordinados. “Hoy existen 18 fiscalías nacionales que no comparten información entre sí. Se requiere una entidad única y una coordinación institucional robusta. España lo hizo así y le ha ido muy bien. El objeto de la persecución no puede ser la persona que consume, debe ser el que produce, trafica y vende”, afirma.

Y agrega la otra gran tarea pendiente: la prevención, la educación, la comunicación de riesgo o como la queramos llamar. El fiscal Toledo asegura: “No soy un talibán anti marihuana, pero sé que la marihuana daña, aunque hoy esté casi validada socialmente. Con la marihuana pasa algo similar a lo que sucedía con el tabaco en los años 30 del siglo pasado. Entonces se llegó a sostener hasta que blanqueaba los dientes, pero hoy el rechazo a sus efectos es unánime. Hoy los chicos creen que la marihuana es menos dañina que el alcohol; se han convencido de eso. Pero, aunque comprendo el argumento de las libertades personales, sé que daña. No es medicina; hay un componente que ha demostrado ciertos efectos en el manejo del dolor, pero la planta completa tiene más de cuatrocientos canabinoides, entre ellos uno prohibido en todas las legislaciones del mundo, incluso en la Convención de Viena”.

-Ha dicho en varias ocasiones que Chile no es Holanda ni Alemania, cuando algunos proponen legalizar la marihuana, ¿por qué?

-Porque a esa propuesta le falta peso, es muy liviana. Si tus hijos o los míos o los de cualquiera que tenga recursos económicos y culturales caen en un consumo problemático de alcohol o de marihuana van a tener tratamiento y rehabilitación, pero ¿qué pasa con los hijos de la señora Juana en la población El Castillo? No tienen ninguna opción. En Alemania y Holanda cuentan con recursos para atender a todos. Acá lo único que se conseguiría es profundizar la desigualdad.

-Ha hablado de la crisis de credibilidad de los legisladores, ¿cómo andamos por casa, cómo está el poder judicial?

-No es el poder judicial el que está en crisis; es todo el sistema de justicia el que está en cuestión: los tribunales, los jueces, los fiscales, los policías, los propios abogados. No hay credibilidad en el sector, porque en Chile nos hemos acostumbrado a dictar textos lindos pero poco eficaces en su cumplimiento. Celebramos la ley pero no medimos ni controlamos su cumplimiento y eficacia. A esto se suma que existe una crisis profunda de autoridad institucional que si no se resuelve nos puede llevar a un punto de quiebre y significar un camino muy triste para el país. Yo tengo la esperanza de que podamos rectificar y que temas tan profundos como los que estamos hablando ahora, formen parte sustantiva de la discusión para lograr sacar lo mejor de cada casa y construir juntos una mejor sociedad.

-¿Le tiene fe al trabajo de la Convención Constitucional?

-Tengo mucha esperanza, creo que es una buena oportunidad, aunque siempre está el riesgo de que posiciones más extremas terminen imponiéndose. Sin embargo, confío en que a través de estos representantes tengamos una hoja de ruta que nos permita construir un mejor país, sin exclusiones.

Quizás estemos frente a un momento estelar, no de la humanidad, como el título de su libro favorito (“Momentos estelares de la humanidad”, de StefanZweig), pero sí de Chile. Un momento en el cual el fiscal de la droga cree que debe primar la máxima que usa como avatar en una de sus redes sociales: “El cálculo es simple: si no vas a sumar, no restes”.

“Me parece que es una frase muy apropiada para lo que estamos viviendo hoy, que es tiempo de construir”, concluye.

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