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7 de Abril de 2022

Carmen Gloria Valladares: “La mayoría de los constituyentes son gente bien intencionada”

Eso cree la abogada que comanda el Tribunal Calificador de Elecciones y que tuvo un rol clave en la inauguración de la Convención Constitucional. También dice que “sin paz social, no hay democracia”, y aunque le preocupan la fecha de entrega del texto y el descontrol y el gusto por la adrenalina que manifiestan algunos grupos, cree firmemente en lo que se fragua en el antiguo Congreso. Aquí, el retrato de una mujer formal... aunque no tanto.

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Carmen Gloria Valladares, secretaria relatora del Tribunal Calificador de Elecciones desde 1999. AGENCIA UNO
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Zapatos reina de gamuza color azul rey, vestido de seda con un diseño estampado estilo Versace, donde predominan el verde, el mismo azul rey y el amarillo oro, un maquillaje perfecto, resabio de haber estado toda la mañana dando una entrevista a Matilde Burgos para CNN, la melena corta con visos dorados, bien escobillada, y un chal de seda dorado sobre los hombros. 

Perfecta, luce Lily Carmen Gloria Valladares Moyano (68), la secretaria del Tribunal Calificador de Elecciones (Tricel), desde 1999. La abogada saltó estelarmente al primer plano cuando, dada la resistencia de los entonces flamantes constituyentes a que cualquier autoridad tradicional diera por inaugurada la Convención Constitucional, alguien le sopló al ex presidente Sebastián Piñera que ella podría ser un buen nombre. 

Así fue como se convirtió en la “presidenta accesitaria” que ese 4 de julio de 2021, como anfitriona del evento, logró sacar adelante la ceremonia de instalación, juramento y puesta en marcha del trabajo de redacción de una nueva carta magna. 

No fue fácil. Pero ella salvó todas las dificultades, incluidas las manifestaciones, agresiones y peloteras que se dieron fuera del antiguo Congreso, con la misma elegancia con que viste hoy. 
 

En el edificio del Tricel, obra art decó del arquitecto Ricardo González Cortés, que se levanta en la esquina de Compañía con Teatinos, y que ella no sólo encontró, regularizó, remodeló cuando el ministro de la Corte Suprema Israel Borquez le dio la tarea de ubicar un lugar para que funcionara el Tribunal Calificador de Elecciones, reflexiona sobre ese ya lejano día: 

-Primero se pensó que esa tarea la cumpliera el mismísimo presidente, luego se habló de la señora Provoste, entonces presidenta del Senado, también de Diego Paulsen, presidente de la Cámara de Diputados, y del presidente de la Corte Suprema, Diego Silva, pero los convencionales elegidos no querían que este nuevo poder, por llamarlo de alguna manera, estuviera dirigido por los estamentos establecidos desde siempre. A mí la ciudadanía no me conoce o no me conocía hasta entonces, pero sí todos los actores políticos. Yo llevo décadas tratando con ellos, desde el jefe de Estado hasta dirigentes vecinales. Me han dicho que fue Miguel Landeros quien me recomendó, que fue Juan José Ossa… Lo que yo sé es que el 15 de junio el presidente Piñera, sentado ahí mismo donde estás tú ahora, dijo en una reunión donde concurrieron todas las autoridades que ahora tocaba instalar la Convención Constitucional y él quería que yo asumiera la presidencia provisoria o accesitaria. Aunque me llené de pudor, siempre estaré disponible para lo que el país me pida, así es que acepté y lo hice lo mejor que pude. 

Lo más emocionante de todo, de todos los acontecimientos de su vida, y que aún resuena “en mi corazón y en mis oídos fue oír a ese coro republicano, a esa suma de ciento-cincuenta-y-cinco voces, diciendo al unísono la palabra juro. Eso no lo podré olvidar jamás”.  

Tampoco olvida nombre y cara de cada uno de los 155 convencionales que “ese día dejaron de ser constituyentes electos para convertirse en convencionales constituyentes”, como precisa, con solemnidad.  Recuerda en especial a Rodrigo Rojas Vade, que ese día “estaba descaminado y a pie pelado. Yo lo vi por el rabillo del ojo y le dirigí una mirada como de madre superiora, muy severa, transmitiéndole estrictez. Así logré que retrocediera, se pusiera una polera y se acercara a jurar, siempre a pie pelado pero cubierto al menos de la cintura para arriba”. 

Tengo muchas, muchas esperanzas. Creo que hay que dejarlos trabajar, apoyarlos, absorber las dudas que puedan tener y ayudarlos a disiparlas”.

-Ya ese no parecía un buen debut…
-Para mí vestirse adecuadamente no es un signo de vanidad ni de pretensión. Es el reflejo del respeto hacia el otro en una sociedad civilizada. Tú me ponderas mi tenida, pero yo uso siempre vestidos de corte recto con mangas, sencillos y correctos, siempre pensando en eso, en el respeto al otro. 
 

Hace unas semanas, antes de partir como veedora de la elección parlamentaria en Colombia (función que viene cumpliendo desde 1999 en decenas de procesos eleccionarios), Carmen Gloria nos había dicho que se reuniría con el protagonista de una de los grandes estafas a la fe pública en democracia, uno de los grandes puntos negros de la Convención Constitucional, por eso le preguntamos qué piensa de él. Nos aclara que la reunión fue con su abogado, no con Rodrigo Rojas Vade. Y que lograron resolver el postergado tema de su renuncia, que da por capítulo cerrado. Del falso enfermo oncológico, afirma: “No lo conozco mayormente, pero es indudable que se trata de una persona que ha tenido grandes sufrimientos en su vida, en la infancia, la adolescencia, ahora mismo. Sólo eso explica cómo un ser adulto haya llegado al extremo de cosas que él llegó. 

-Algunos analistas hablan de que vivimos “el imperio de las víctimas”, que basta con ser víctima real o imaginaria para contar con el favor de las mayorías…
-Es cierto, el dolor te glorifica. Pero usarlo y engañar con eso debe tener un nombre, un diagnóstico, psicológicamente hablando. Creo sí que Rojas Vade es una excepción; la mayoría de los constitucionales constituyentes son gente muy preparada, seria, profesionales casi todos, con estudios más allá del pregrado y sobre todo personas bien intencionadas. 

-Suenas muy optimista.
-Tengo muchas, muchas esperanzas. Creo que hay que dejarlos trabajar, apoyarlos, absorber las dudas que puedan tener y ayudarlos a disiparlas. Yo me he dedicado a eso este tiempo. No soy de las que cree que la Constitución del 25 ni la del 80 contengan rasgos no democráticos, porque ambas tuvieron tantas modificaciones en el tiempo, hechas por autoridades electas y legítimas, no obstante, entiendo que este texto, que surgirá de un proceso inédito a partir del levantamiento por elección popular de constituyentes constitucionales, es muy único y era necesario. 
 

-¿Nada entonces te inquieta o preocupa?
-La fecha de entrega es una sola y no sabemos si se va a lograr sacar adelante el trabajo. Pero estoy tan convencida de que todos queremos que esto funcione y que Chile siempre salva sus problemas de manera democrática, así es que no estoy preocupada.  

Cambios cosméticos

Contenida, educada, compuesta, prolija, matea, una de las cosas a las que más le teme la secretaria del Tricel es al descontrol. Por eso, y volviendo al 4 de julio, cuando en las afueras del ex Congreso se armó una tole-tole de esas que amplifican las redes sociales y los medios, ella hizo gala de todo su manejo para aplacar la ira de la constituyente Elsa Labraña, quien la enfrentó duramente. 

“Me di tiempo de escucharla, realmente derrochaba amargura. Ella no fue agresiva conmigo; estaba agresiva con el mundo, con lo que estaba sucediendo, con todo. Yo no iba a permitir esos exabruptos, así es que como no sabía lo que pasaba fuera, suspendí la sesión y les pedí a todos que viéramos que sucedía y esperáramos que se apaciguara el descontrol antes de continuar”. 

-¿No te parece que vivimos tiempos de exabruptos y descontrol? 
-Por supuesto que sí. Advierto que hay grupos que necesitan vivir bajo los efectos de la adrenalina. Y eso provoca estas reacciones, pero no es algo que podamos eliminar sin ir a las causas. El estallido social de 2019 se explica en que Chile vivía con unas cuotas de desigualdad tremendas y las personas, en particular la juventud, reaccionó, con brotes de descontento que alteran la paz social. 

Hay que resolver las causas sin perder el control, sin permitir que los grupos que buscan alterar el orden social se impongan. La paz es un valor central de la democracia. Y las instituciones son las herramientas de la democracia para solucionar los problemas que la alteran. Nadie quiere que haya pobreza, pero la pobreza existe, el punto es que hay que abordarla, hacerse cargo de ella y así avanzar en la paz social. La solidez y credibilidad de las instituciones es lo que más nos puede ayudar en estos fines. El Tricel, por ejemplo, tiene noventa y siete años de existencia y es creíble porque funciona bien. No debería modificarse, por lo tanto. 

-Pero la Convención Constitucional parece querer modificarlo todo. Terminar con el Senado, por ejemplo…
-¿No será sólo un cambio de nombre? Ha habido alguna tendencia a las modificaciones cosméticas, a cambios de nombres, de conceptos, yo no sé si eso esté redundando en un buen resultado. Habrá que ver –dice en su única declaración más crítica. 

Jugando a la ronda 

Es una lectora consumada… de expedientes, los que lee y luego relata. A eso ha dedicado la vida, pero como buena descendiente por el lado materno de Gabriela Mistral, cuando encuentra una ventana de tiempo en su extensa jornada laboral, lee poesía. Además de la correspondencia y de algunos textos en prosa, el poema preferido de su famosa parienta es “Pasión de Servir”. 

Dice: “¡Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho, si no hubiera rosal que plantar, una empresa que acometer!/ Que no te atraigan solamente los trabajos fáciles: ¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!/ Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito con los grandes trabajos; hay pequeños servicios que son buenos servicios: adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña. Aquél es el que critica, éste es el que destruye, sé tú el que sirve”. Y esa última frase es como su código de conducta. 

Nacida y criada en Antofagasta, hija única (rasgo que según ella anula el sentido del ridículo, que desarrollan los que tienen hermanos), amante de productos vernáculos del Norte Grande, como el congrio, el queso de cabra, los erizos, la uva dulce y asoleada, los higos. Todo un conjunto de aromas y sabores que la retrotrae a la casa que su abuelo tenía en Huasco Bajo. 

Recién a los 17 años, cuando decidió venir a Santiago a estudiar Servicio Social en la Universidad Católica, la joven Carmen Gloria se reencontró con su padre. “Él nos dejó cuando yo tenía unos tres años. Se fue con la mejor amiga de mi mamá, lo que en la provincia y en esos años no era aceptable, menos en un profesor normalista”. A Carmen Gloria la criaron su abuela y su madre. 

Dice de ésta: “Era una mujer chilena, pueblerina, que llegó a sexto de humanidades, tocaba maravillosamente el piano, hacía deliciosa comida casera y era muy acogedora. Teníamos una casa muy, muy grande, casi un solar, de un cuarto de manzana, con mucha vegetación y un gran comedor de diario. Era una casa feliz. Ahora yo vivo en un departamento amplio, donde conservo todas las cosas de la abuela y de la mamá: la loza, la cristalería, el plaqué. Todo eso adorna mi casa. Y, aunque ellas ya no están, a través de esos objetos, vivo con ellas. Mi mamá jamás se amargó por el abandono de mi padre. Siguió su vida y nunca tuvo otra pareja, ni siquiera un llamado equivocado”, dice, riéndose. 

-¿Y tú? ¿Cómo andas de amores?
-Siempre, siempre hay un amor, aunque, realmente, nunca el matrimonio estuvo entre mis prioridades –responde esta mujer que ha estado casada dos veces y que no quiso ni pudo tener hijos. 

Junto con el golpe de Estado de 1973, se cerró la carrera de servicio social y decidió optar a uno de los diez cupos que ofrecía la universidad para entrar a estudiar otra cosa. Pensó que Derecho le sería útil cuando pudiera retomar su carrera original, pero acá está, convertida en abogada y a cargo del Tricel. Asegura que nunca ha buscado nada de lo que le ha pasado. “La vida ha venido a mí. Así fue como descubrí en el Derecho un mundo maravilloso que permitía oír y servir al otro. Nunca ejercí como abogada porque no sabía cobrar. Nunca he podido. Por eso, cuando me ofrecieron entrar al Poder Judicial, para servir a los ministros de la Corte, sentí que los astros estaban alineados. Era una función muy relevante y además me pagarían un sueldo”.

Se levanta desde entonces a las 6 de la mañana, sale a las 7 y media a trabajar y se va a los 8 de la noche de la oficina, “manejando mi propio autito”, porque no está hecha para tener chofer. “Todas mis renuncias son voluntarias. He renunciado al sueño, me he privado de dormir mucho en la vida. También de entregar más amor, el que se vuelca en mis ahijados y en mis ex compañeros del colegio inglés de Antofagasta”. 

Cuenta que su primer matrimonio, con un abogado y poeta, duró un año, porque la puso en la disyuntiva de elegir entre él y sus largas jornadas laborales, y ella prefirió el trabajo. Hoy son grandes amigos, asegura. Su segundo marido murió de un fulminante cáncer de páncreas. “Para superar su pérdida, me escondí en el trabajo”, confiesa. Ahora, en cambio, está soltando deberes, obligaciones. Asegura que se encuentra preparando a “mi sucesor o sucesora, porque el mío es un trabajo que no está escrito. Tiene mucho de criterio. De saber a quién llamar, qué hacer, por eso no es fácil formar un relevo”. 

-¿Cuáles son tus mayores talentos?
-Hacer las cosas bien, de lo que sea que se trate. Soy estricta. Exijo eficiencia, puntualidad, calidad en la tarea encomendada, porque yo trabajo así. No es por vanagloriarme, pero cuando saben que un funcionario fue formado en mi equipo, no se pregunta más, contratado, queda.

Carmen Gloria Valladares cree en la paridad de género, pero “por una única vez”, como en la Constituyente. Para emparejar la cancha inicial; después, todo debe ceñirse al mérito, sostiene. Y asegura que ha habido muchos avances en cuanto a la participación de la mujer en las esferas políticas y judiciales desde que ella empezó su andadura profesional. “Yo he lidiado con los hombres y el machismo haciendo bien mi trabajo. El hombre te valora cuando eres eficiente. Y aunque la inclusión de la mujer aún tiene estamentos limitados, pronto estaremos en todos los ámbitos del poder, lo que redundará necesariamente en una sociedad más humana. Somos la mitad del mundo y no podemos no estar presentes en todos los ámbitos”, dice, convencida. Respecto del lenguaje inclusivo confiesa que cree en todas y en todos, pero que aún no le entra el “todes”.  

 
Lo que sí le entra y la satisface es la buena comida, pero saludable. “Me encanta comer rico, en casa o fuera, siempre con mis amigas del alma”. A su amada Antofagasta, hace más de una década, agregó una parcela con casita en Chiloé, camino a Duhatao, donde disfruta de las ostras y las jaibas, además de las papas chilotas, que “son una perdición. Hay que aprender a hacer de la buena mesa, un aliado saludable”, dice. A sus placeres gastronómicos, agrega el amor por la fotografía, un arte que la sedujo a partir de la obra de Sergio Larraín. ¿De deportes? Nada. El yoga, dice, por hacer un esfuerzo, pero ciertamente eso de mover el cuerpo no es lo suyo, salvo cuando se trata de jugar a la ronda o bailar, recordando la infancia con sus ex compañeros del British School de Antofagasta, unas 40 personas con las que se mantiene ligada desde siempre y a las que quiere como si fueran familia, y que, junto con sus ahijados varios “suplen con creces mi vocación maternal”. 

La social, en cambio, la satisface yendo los viernes “a una Iglesia que está a la entrada de Recoleta, a esperar con comida caliente en una olla común a las personas en situación de calle del sector. Eso realmente me gratifica. Me hace bien y me hace volver al origen, al trabajo social”, dice guiándonos hasta la puerta, flanqueada por dos gendarmes, que se entregan a su autoridad y a su simpatía, porque la secretaria relatora del Tribunal Calificador de Elecciones es simplemente una anfitriona encantadora.  
 

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