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16 de Marzo de 2023

Doctora en Economía Raquel Coello: “Si se paga por cuidado habría en el mundo 269 millones de nuevos empleos”

Este es un cálculo hecho por la OIT para el año 2030, dice la especialista de ONU Mujeres América Latina. La española, que ha asesorado a distintos gobiernos en género y economía, conversó con medio millar de microemprendedoras de Fondo Esperanza sobre la economía del cuidado, ese trabajo no remunerado que sostiene al mundo y que hacen mayoritariamente las mujeres.

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Cuando hablamos de cuidado, lo primero que se nos viene a la mente es la atención de los niños, pero los cuidados van mucho más allá. Son todas esas actividades que generan diaria y generacionalmente el bienestar físico y emocional de las personas.
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La española Raquel Coello, doctora en Economía, no se anda con pudores para hacer analogías. Dice:
–Si todos los patrones, y me van a permitir la expresión un poco clasista, se casaran con sus empleadas domésticas, el PIB, el Producto Interno Bruto, bajaría abruptamente, porque todo lo que se pasaba como trabajo-pago, se empezaría a pasar como trabajo-no-pago.

El ejemplo es una muy buena manera de acercarse al concepto “Economía del Cuidado”, que ha contribuido a actualizar el debate feminista sobre la sociedad del consumo y cómo su organización productiva impacta en la reproducción de la desigualdad.

Raquel, quien es especialista en políticas de empoderamiento económico de ONU Mujeres América Latina, asesora e investigadora en temas vinculados a género y economía, política fiscal y presupuestos con perspectiva de género, fue invitada por Fondo Esperanza (FE) en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer para hablarles de estos temas a sus socias, que llegan a 120 mil en el país.

FE es pionera en implementar un servicio micro-financiero integral enfocado al emprendimiento de sectores vulnerables. Lo hace al alero de la Fundación Microfinanzas de BBVA y Hogar de Cristo.

Básicamente, la entidad apoya a jefas de hogar que buscan salir adelante por sí solas. Mujeres que en el encuentro dijeron que trabajan “24/7”, “los 365 días del año” y que, como graficó una de ellas, “cuando duermo, sueño con lo que me faltó por hacer”.

Son las mujeres que cuidan. Este gobierno, tantas veces autodefinido como feminista, ha levantado el tema de la agenda de cuidado como prioritario dentro de sus políticas sociales. Es más, Raquel Coello conoce los aspectos de la rechazada reforma tributaria que tenían que ver con este aspecto. Sobre ella, afirma: “Era pionera en incorporar la economía del cuidado de dos formas: una, porque los gastos que hagan las personas en cuidados remunerados serán desgravables. Y la segunda es que con los mayores ingresos obtenidos se busca financiar el Sistema Nacional de Cuidados. Sé qué Congreso chileno la rechazó, pero en términos de género era una buena e innovadora propuesta”. Y agrega:

–Cuando hablamos de cuidado, lo primero que se nos viene a la mente es la atención de los niños, pero los cuidados van mucho más allá. Son todas esas actividades que generan diaria y generacionalmente el bienestar físico y emocional de las personas. Es todo lo que tiene que ver con el sostenimiento de los hogares, de los espacios donde vivimos, de los bienes domésticos, de la limpieza, del vestuario, de la educación, de la formación de las personas y también de las relaciones sociales –precisa la economista.

A esto agrega “la gestión mental”. Esto es que quien cuida está “permanentemente pensando en lo que debe hacer por otro: ir a buscar al hijo o hija, a la escuela, pasar por la farmacia, tomar una hora médica. Quienes cuidan tienen un runrún mental constante, difuso y simultáneo con otras tareas, y eso supone una fuerte carga sicológica”.

Raquel agrega otro elemento a la tarea del cuidado: las condiciones socioeconómicas. “Todas sabemos que no es lo mismo mantener una casa limpia cuando el piso es de cerámica que cuando es de tierra, que es más sencillo cocinar con electricidad que con leña y para qué decir cuando no se cuenta con agua potable”. Y añade un nuevo componente a la ecuación: “Sin embargo, no todo depende de la dimensión material. Está además, y pesa mucho, la emocional, porque hay una parte del cuidado que es delegable, pero otra no lo es. Siempre habrá una parte del tiempo en que seremos nosotras quienes debamos hacernos cargo, aun cuando contemos con ayuda remunerada”.

–Esto que describes es parte del día a día de muchas mujeres en Chile, Latinoamérica y el mundo, pero qué es exactamente la economía del cuidado.

–Hablamos de economía de los cuidados como una manera de revindicar y poner en el centro el valor del trabajo de cuidado no remunerado. Es bastante obvio que todas las demás actividades productivas dependen de que alguien cuide a los niños, a los ancianos, a las personas con discapacidad. Debajo de cualquier acción productiva está una enorme carga de sostenimiento que desarrollan esas personas cuidadoras, que son en su mayoría mujeres y que permiten que el sistema funcione. La propia Organización Internacional del Trabajo, la OIT, ha señalado que se podrían generar hasta 269 millones de nuevos empleos simplemente con invertir en servicios de cuidados el doble de lo que se invierte ahora.

¡269 millones de nuevos empleos! Y, en su mayoría, femeninos. Suena a sueño.

Las del piso pegajoso

Raquel insiste en el dato de la OIT: “Si lográramos invertir solo el doble de remuneraciones en los cuidados desde ahora hasta el 2030 se podrían crear esos 269 millones de empleos. Este traslado de cuidados no pagados a cuidados pagados generaría todo un sector económico de oportunidades con la posibilidad cierta de hacer nuevos negocios. Los cuidados no sólo son un motor de la economía porque le permiten funcionar al sistema, sino porque podrían convertirse en un factor de expansión del mismo. Esto es especialmente válido en América Latina, cuyas sociedades se están volviendo más viejas y se requerirá de más cuidados por más tiempo”.

–Decías que al hablar de cuidados siempre pensamos en los niños, pero hay tantos otros sujetos de cuidado, las personas mayores, las con discapacidad… y otros, que sin estar impedidos, culturalmente demandan atención: los hombres. ¿Cómo es eso?

–Efectivamente, una parte muy importante de los sujetos de cuidado son los hombres. Hombres que no se hacen cargo de sus propios cuidados y delegan el suyo, el del hogar, el de los hijos comunes, en las mujeres. Por eso es tan importante la noción de corresponsabilidad. Esos hombres deben convertirse en productores activos de cuidados y no ser receptores pasivos.

Raquel habla de una falsa dicotomía: no hay autonomía y dependencia absolutas. Y no hay que tener prejuicios: muchas veces suponemos que las personas mayores son las cuidadas, cuando muchas veces son los abuelos y las abuelas quienes se hacen responsables del bienestar de sus nietas y nietos. Normalmente se da y se recibe cuidados, y “no hay que asumir que los hombres son dependientes funcionales. Debemos entender que eso es cultural y tiene que ver con la manera en que hemos organizado socialmente los cuidados”.

Por eso, es común hablar de que las mujeres, pese a los avances, seguimos teniendo dobles y triples jornadas laborales. Las cifras indican que las mujeres desarrollamos mucho más trabajo que los hombres entre el pagado y el no remunerado, pero el que más pesa en esa carga es el que no tiene pago.

Las socias de Fondo Esperanza realizan 45 horas semanales de trabajo de cuidado no remunerado frente a las 15 horas de los hombres. Y esto está muy condicionado por la realidad socioeconómica de hombres y mujeres. Cuenta Raquel:

–En ONU Mujeres hicimos un estudio titulado “El Progreso de las Mujeres en América Latina y El Caribe” y dividíamos a la población entre las que llamábamos de mujeres de “los pisos pegajosos” y las de “los techos de cristal”. Las primeras son las del quintil inferior de los ingresos, que no han tenido acceso a ingresos propios y no han terminado los ciclos educativos. Esas mujeres trabajan hasta 46 horas semanales de trabajo en cuidados no remunerados. Eso es más que una jornada laboral. Mientras que las del quintil de ingresos más altos, realizan 33 horas semanales y una parte importante de ellas puede delegar y contratar el servicio de cuidados.

–Las más pobres, las de los pisos pegajosos, suman a esa larga jornada no remunerada, la otra, la malamente remunerada, cuidando a los familiares de otros. Ahí sí que pesa la doble jornada.

–Tal cual. Una gran mayoría de las personas con menor nivel de estudio y en situación de mayor pobreza se dedica al trabajo de cuidado remuneradamente, que es muy mal pagado y con condiciones laborales precarias. Eso no hace otra cosa que perpetuar la pobreza.

Un dato para dimensionar el problema: en Chile, el 60% de los hogares del quintil de menores ingresos tiene jefatura femenina.

“La realidad de esos hogares encabezados por mujeres, donde el único ingreso es el que generan ellas, revela la crisis de los cuidados que vivimos. Lo que hoy como sociedad debemos enfrentar es que no se puede seguir recargando a las mujeres para que el mundo funcione. Eso determina que siempre tendrán menores oportunidades para hacer negocios, participar en política, atender a su propia salud, educarse. El bien más escaso es el tiempo y las que cuidan carecen de él, por eso es tan importante la corresponsabilidad, tanto social como de género”.

En 300 años habrá igualdad

No se trata sólo de que los hombres asuman su corresponsabilidad, sino de que también intervengan y participen los Estados, las empresas, la comunidad toda. “Por eso abogamos desde ONU Mujeres y estamos trabajando con varios gobiernos, incluido de Chile, para promover lo que llamamos sistemas integrales de cuidado. Son sistemas que ponen el cuidado en el centro de las políticas públicas y lo convierten en el cuarto pilar de la protección social. Nosotras hablamos de un nuevo contrato social”.

–¿Existe alguna sociedad, algún país, donde ya opere este sistema integral de cuidados y todos asuman la corresponsabilidad de cuidar?

–De hecho, la noción de sistema de cuidados integrales surge en América Latina, específicamente en Uruguay, después de mucho tiempo con mesas de diálogo entre organizaciones de la sociedad civil, sindicatos, empresas y el gobierno. Se reconoce la necesidad de articular a muchísimas instituciones para poder armar el sistema y dar una respuesta integral al tema. Esto no puede hacerlo sólo el ministerio del Trabajo, de Educación, de la Mujer, de Familia o de Seguridad Social… Los sistemas integrales de cuidados son un modelo en el que se está queriendo avanzar, pero no está ciento por ciento implementado, pero, sin duda, es una noción innovadora desde la perspectiva de política pública que apunta a que el cuidado es una corresponsabilidad de toda la sociedad y no sólo de las mujeres.

–¿Notas que los hombres han avanzado en materia de corresponsabilidad?

–Creo que hay una mayor conciencia, sobre todo cuando vienen esos momentos intensos de cuidado, como es la llegada de los hijos, pero hay mucho por avanzar. Se sigue pensando que el cuidado es una tarea femenina en que los hombres tienden a pensar que ellos deben colaborar, pero no hacerse corresponsables. ¿Ejemplos? Quién lleva a los niños al médico, quién asiste a la reuniones de padres y apoderados. Normalmente, siguen siendo las mujeres. Y esto se vio mucho en pandemia, cuando el trabajo de cuidado se multiplicó, porque vivíamos en los hogares encerrados, con los niños en casa. Las estadísticas muestran que las tres veces más de trabajo de cuidado no remunerado que realizan las mujeres incluso se amplió; los hombres aumentaron un poco su carga de cuidado, pero ellas mucho más. Por eso creo que nos queda mucho camino en corresponsabilidad entre hombres y mujeres.

–Una suerte de metáfora de esta disparidad es que a pesar de que en Chile se legisló y tenemos un postnatal optativo, el porcentaje de hombres que asume el beneficio es ínfimo.

–Sí, en Uruguay se da la misma lógica que describes. Hay resistencia de los hombres a tomárselo, resistencia de los empleadores a aceptarlo y es una pena porque cuando los hombres se involucran desde el principio en la crianza el vínculo afectivo es mucho mayor. Hay ahí una tremenda gratificación emocional. Pero también se requiere servicios de cuidado estatales, apoyos sobre todo para los hogares en situación de pobreza, porque ni hombres y mujeres sumados damos abasto para esta tarea que es inmensa.

–Raquel, leí que el día 7 de marzo pasado, un día antes del 8M, tu jefe, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres dijo: “Los avances hacia La igualdad de género se están desvaneciendo antes nuestros ojos. Recién en 300 años más hombres y mujeres tendremos igualdad real”. ¿Compartes los desoladores dichos de tu jefe?

–Si uno lo ve en términos de empleo, en tiempos de pandemia, el trabajo femenino remunerado retrocedió a los niveles de hace 18 años. Mientras el empleo masculino se ha casi recuperado post pandemia, el femenino no. Por eso, creo que hay que mirar el cuidado como un sector económico en el que podemos invertir, porque genera múltiples beneficios, partiendo por la generación de empleo y de un negocio que de verdad se necesita. Un trabajo que es intensivo en mano de obra, principalmente de mujeres. Mucho se habla de la economía verde, pero nunca se piensa en el sector de cuidados como un verdadero motor de la recuperación y de un modelo más sostenible. La economía no puede seguir sustentándose en las mujeres cuidadoras, sobre todos en las que viven en situación de mayor pobreza.

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