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11 de Mayo de 2023

Gustavo Rodríguez: “Más que la edad, en un presidente importa la condición mental”

Es inevitable hablar de los años con el escritor peruano ganador del Premio de Novela Alfaguara 2023 por “Cien Cuyes”, que trata justamente de los deseos de los adultos mayores. Así como resulta insoslayable, preguntarle de política, del recién extraditado Alejandro Toledo, de quien fue publicista en su campaña presidencial, de la presidenta Boluarte y del conflicto migratorio que alborota nuestra frontera norte.

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El autor de “Cien Cuyes”, libro con el que obtuvo el Premio Alfaguara de Novela 2023, se encontraba en visita promocional de su obra en Santiago y estuvo atento al aterrizaje forzoso de ese político en el que alguna vez creyó.
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El día en que el ex presidente Alejandro Toledo aterrizaba en Lima tras ser extraditado desde Estados Unidos y era conducido directamente a la cárcel de Barbadillo, “el penal presidencial”, donde hoy permanecen tres ex mandatarios peruanos, conversamos con el escritor y publicista Gustavo Rodríguez (54).

El autor de “Cien Cuyes”, libro con el que obtuvo el Premio Alfaguara de Novela 2023, se encontraba en visita promocional de su obra en Santiago y estuvo atento al aterrizaje forzoso de ese político en el que alguna vez creyó.

Mal que mal, en 2001, fue asesor creativo de la campaña presidencial de Toledo. Ahora dice a propósito:
–En retrospectiva y en comparación con otros gobiernos que los peruanos hemos soportado después, el de Toledo no fue un desbarrancadero, pero sí se perdió la oportunidad de fundar una mística política a la altura del personaje que se promocionó como candidato. No fue el líder inspirador que la mayoría del Perú necesitaba. Por el contrario, nos mostró lo peor de lo que nos atribuimos como peruanos. Su corrupción grosera fue el disparo final. En lo personal, después de haberlo asesorado en su campaña contra Fujimori, cuando se reveló probadamente su lado corrupto, nunca más me involucré en campañas presidenciales.

Gustavo es limeño de tomo y lomo, aunque menciona vínculos con Trujillo, “una ciudad al norte de Lima”. Cuenta que nunca, salvo por viajes, ha dejado de vivir en su país. Aunque estudió una carrera técnica que no precisa, ha tenido una trayectoria exitosa y reconocida. Antes de la irrupción de las redes sociales, a marcomienzos de los 2000, fundó una “consultora de comunicación persuasiva”. Fue una propuesta de vanguardia, que llenó un vacío, asegura, porque integraba sociología, periodismo, arte. “La llamamos Toronja”, comenta.

En ese tiempo ya tenía claro de que era un escritor que hacía publicidad y no al revés: un publicista que escribía, como había pensado hasta entonces. Ya había dado a luz las novelas “La furia de Aquiles” (2001) y “La risa de tu madre” (2003).

Hoy, galardonado con la versión número 26 del Premio Alfaguara –que incluye un cheque por 175 mil dólares–, afirma con evidente satisfacción: “Desde 2010, trabajo en mi casa. Ya no soy más un escritor de tiempo compartido. Me dedico ciento por ciento a esto… Creo que ya por ahí por el tercer libro publicado empecé a considerarme un autor de tiempo completo”.

Uno muy profesional, de esos que se instalan a las 9 de la mañana frente al computador y bajan la cortina a las 6 de la tarde. Ahora, sin embargo, no está escribiendo ni tiene nada en vista, salvo dedicarse seria y profesionalmente a la promoción de su obra, a la que reconoce cruzada por el humor. “El tratamiento tragicómico sale natural en mi escritura. Mis últimas cuatro novelas tienen esa mezcla de tragedia y humor”.

–El humor, en la tragedia, siempre salva. Sólo así me imagino que los peruanos aceptan que tres ex presidentes (Fujimori, ahora Toledo, y el reciente Pedro Castillo) estén presos en el penal de Barbadillo; que Pedro Castillo haya tenido 78 ministros en 16 meses de gobierno; y que la migración sea una tema tan perturbador por estos días en la frontera. ¿Cómo ves la situación política actual en tu país?

–Está de alguna manera más tranquila que lo que estuvo hace unos meses, pero creo que hay una rabia sorda, contenida. Las protestas violentas fueron disipadas por las lluvias torrenciales que se dejaron caer, producto del cambio climático. ¡Imagínate! La naturaleza aquietó las cosas, porque los ciudadanos de un país tampoco pueden estar protestando todo el día, todos los días. Hay que pensar en comer, en sobrevivir el día a día.

–¿Cómo evalúas a la presidenta Dina Boluarte?

–Ha logrado una estabilidad amparada en la mano dura. Ella no es popular, pero es la persona que debía asumir de acuerdo a nuestra institucionalidad democrática. Era la vicepresidenta de Castillo y es quien democráticamente le corresponde gobernar, aunque los usos de su gobierno sean nada democráticos.
De Castillo afirma: “Yo sabía que era alguien muy limitado. Alguien que pasó de ser un líder sindical a una suerte de mesías que venía a arreglar todos los problemas. Lo que jamás preví es que iba a ser un clientelista de antología con su gente de confianza y vendría a intentar desmantelar el Estado”.

La novela de Rodríguez es tierna y conmovedora. Tiene personajes entrañables, como Eufrasia, su protagonista, una mujer humilde, madre sola, con un hijo pequeño y una hermana enfermera en la que se apoya. Eufrasia es “nana”, diríamos en Chile, expresión políticamente incorrecta y, por lo mismo, en retirada, que habría que reemplazar por “cuidadora”.

Eufrasia, “Frasita”, cuida adultos mayores y, coincidentemente por los mismos días, varios de ellos, le hacen similar petición. Ella, que por supuesto no les quiere cobrar, le termina poniendo un extraño precio a la tremenda solicitud: cien cuyes.

Conocí un cuy en azafate de plata en un lejano viaje al Cusco. Estaba requemado. De cuerpo entero sobre la bandeja, se veía tieso, como esos pollos que se resecan en el spiedo, así es que preferí pasar. Quizás por eso el título de la sensible y actual ficción de Gustavo Rodríguez es lo que menos me gusta de ella. Él lo ha defendido frente a gente experta, mucho más importante que una. Los miembros del jurado que lo distinguieron con el Premio de Novela Alfaguara 2023, le sugirieron cambiarlo, pero él se mantuvo en sus trece, por una “reafirmación cultural” que lo convence.

–El cuy es un animalito, un ratón, un roedor de criadero, con una presencia importante en los Andes centrales de América Latina. Peruanos, ecuatorianos, colombianos lo conocemos y lo comemos. En España, no se conoce, por eso están más extrañados con el título, pero tal como ellos comen conejo, en Perú comemos cuyes. A mí me gusta, aunque se acostumbra más en la sierra, en las familias andinas, pero cuando está en el menú de un restaurante, lo pido.

–¿Entiendo que tiene otras virtudes más allá de las culinarias?

–Sí, se le usa para limpiar la suerte, para predecir el futuro, en algunos ritos muy crueles, incluso. Tiene mucho significado popular. Fue utilizado como el símbolo de la campaña presidencial de Pedro Pablo Kuczynski, por ejemplo. Y también ha sido usado por el BCP, el Banco de Crédito del Perú, que es el más poderoso del país, en spots publicitarios.

Efectivamente, el PPCuy fue la fórmula creativa para peruanizar y acercar a Kuczynski, un señor millonario, nacido en Estados Unidos y muy mayor, que ganó la presidencia en 2016 con los lamentables resultados de corrupción por todos conocidos. En plena campaña, regalaban peluches del animalito y una pareja ratona que le inventaron a los electores. Y el BCP, para promocionar una ágil tarjeta de crédito, también se valió del Cuy Mágico, que ofrecía dinero sin problemas a los clientes.

En este caso, los cien cuyes son una unidad de medida. Una metáfora aplicada a un tema del que hombres y mujeres –la humanidad– prefiere no hablar: la muerte, “un tema del que se habla menos que del sexo”, como señaló Rodríguez al diario El País cuando ganó el premio. Ahora nos dice:

–Cuando uno titula una novela, no está pensando en una agenda política. Para mí la historia no podría llamarse de otra forma. ¿Por qué se tituló así? Por una metáfora de la contraprestación, que es la ejecución de los últimos deseos de los viejitos que cuida Eufrasia. Creo que tiene mucho que ver con la infancia.

Salir o entrar: esa es la cuestión

Eufrasia es una mezcla, dice el autor, de tres mujeres que han trabajado para su familia o para familias cercanas. Uno de los ancianos que cuida es su suegro, el médico Jack Hamilton, que murió hace poco. Su mujer y sus cuñadas lo autorizaron para utilizar su nombre y profesión reales en la novela. “Los siete fantásticos” de la residencia de adultos mayores, donde “pitutea” Frasita, también son personajes conocidos que ficciona, “proyecciones mías”, dice. Y el tema es quizás el más potente de este tiempo, aunque muchos se nieguen a verlo: la vejez, que se ha vuelto cada vez más larga, pobre y sola.

–Hoy la ancianidad es sinónimo de precariedad. El setenta y cinco de la población en Perú no va a tener un plan previsional para su vejez, porque la mayoría de los peruanos trabaja para el día a día. O sea, cuando sea mayor dependerá de la caridad de su familia, porque no va a recibir beneficios del Estado y no ha tenido ni una capacidad de ahorro para la vejez. Ese es el destino de la mayoría, más ahora cuando a nivel mundial enfrentamos el hecho inédito de estar viviendo el doble de años que lo que se vivía en el siglo pasado.

Por eso, el tema está de moda en todas partes. “Ustedes tienen a El Agente Topo”, comenta y hace notar que la literatura, las series de televisión el cine se han llenado de personajes memorables. Menciona la notable película, ya no tan nueva, “Amour”, de Michael Haneke, sobre el Alzheimer y la eutanasia.

–¿Cuál es tu postura frente a la eutanasia?

–No soy religioso, por suerte, no requiero de ese bastón espiritual. Con lo único que no comulgo es con la culpa. Creo que es una pésima consejera. Si por culpa sufrimos más de la cuenta, no tiene sentido. Quizás por eso me valgo del humor. Mi novela, que trata del tema, no es sentenciosa. La voz narrativa no propicia nada, son los personajes los que actúan y será el lector quien juzgará.

Gustavo, que cumple 55 años en julio, ha hablado de “la estela mortal que dejó el COVID en mi país”. Efectivamente, Perú fue uno de los países más mortalmente golpeado por la pandemia. En su peor momento, las imágenes de cadáveres insepultos en las calles y de ataúdes de cartón por falta de stock de los de madera impactaron al mundo. “Yo creo que todo eso quedó dando vueltas en mi cabeza y que a estas alturas de la vida he escrito una novela para que la muerte me preocupe menos. Para mí el mayor temor es una vejez solitaria, de manera que los últimos años me he encargado especialmente de crear una red de afectos, amores”, afirma y confiesa que lo más duro de tanto viaje promocional es estar lejos del hogar y de sus tres hijas, “todas ya veinteañeras”.

Después de esa confesión sentimental, personal, pasamos al inevitable Mario Vargas Llosa.

–¿Cómo lo ves hoy?

–Distante. Los escritores actuales del Perú estamos ya muy alejados de la generación del boom, nadie está a estas alturas ensombrecido por su figura. Él es un hito, una figura importantísima, pero ya fue.

–¿Ya leíste la última novela de tu compatriota Jaime Bayly, “Los Genios”, donde se supone que cuenta la verdad sobre la causa de la pelea histórica entre Vargas Llosa y Gabriel García Márquez?

–No la he leído, además yo creo saber el porqué de ese distanciamiento. Hasta donde sé y por resumir fue a causa de un gran lío de faldas. Pero me interesa leer el libro. Me da curiosidad ver cómo Bayly resuelve los diálogos entre los dos “genios”. Conozco a Bayly, hay respeto entre nosotros y me gusta el oído que tiene para los diálogos. En general, me gustan las personas que son frescas y se hacen extrañar.
Bayly vive en Miami. Desde ahí, a diario, despotrica en su programa de televisión fundamentalmente en contra de John Biden, al que considera un gagá. Y como el mismo día en que conversamos con Gustavo Rodríguez el presidente de Estados Unidos anunció que se re postulará a la Casa Blanca, le preguntamos.

–A propósito de tus Cien Cuyes, ¿no te parece que es mucho aspirar a gobernar hasta los 86 años?

–Más que preocuparnos de la edad, nos deberíamos preocupar de la condición mental de quien tenga esa edad: en Perú tuvimos al presidente más joven del mundo en su momento y su gobierno fue de los peores de nuestra historia.

–Para terminar, ¿cómo ves el conflicto migratorio que tiene tan complicados a tu país y el mío?

–En los años 90, millones de compatriotas míos salieron para buscarse un mejor futuro fuera de Perú. Mirando lo que hoy vemos aquí y en muchas partes del mundo, si yo fuera gobierno del país que fuera, me sentiría agradecido de estar en la posición de recibir gente, más que en la de verla partir como fue en esos años.

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