
Talento y esfuerzo son palabras que reitera y subraya. El rector de la Universidad Católica, que asumió en marzo de este año, sostiene que esos componentes son esenciales para la vida universitaria, pero también son ejes para la sociedad.
Juan Carlos de la Llera tiene 63 años. Fue decano de la Facultad de Ingeniería de la UC y pionero en el sistema de aislación sísmica. Sus investigaciones para implementar sistemas de reducción de vibraciones en estructuras y riesgo sísmico no solo le han valido importantes premios, sino que redujeron hasta en 10 veces los daños de los terremotos en Chile. Varios otros países sísmicos lo han replicado. Doctorado en Berkeley, casado, cuatro hijos, el profesor De la Llera pudo haber seguido el camino del tenis profesional. Él cuenta que no tenía los recursos para viajar como se requería, pero es una pasión que nunca abandonó. Sigue jugando al tenis hasta el día de hoy.
Con una larga lista de publicaciones y distinciones a nivel mundial, el rector De la Llera es visto como un profesional excepcional en el aporte que ha hecho con sus investigaciones y sistemas tecnológicos para mejorar la seguridad de las construcciones.
Quizá por lo mismo, la suma de ambos mundos y cómo se potencia su mente de ingeniero y su destreza física de tenista, es mucho más un simple dato descriptivo. Tiene directa relación con su filosofía de vida. “El deporte te forja en una resiliencia que es fundamental en la vida”, señala.
-Las universidades reflejan lo que está pasando en la sociedad. ¿Cuál es el brillo que usted ve de ese reflejo?
-Ese brillo tiene varios destellos. Lo primero es decir que yo miro al país con mucha esperanza. El talento que hay en Chile es extraordinario. Y parto por ahí porque la gente siempre tiende a ver lo negativo, el vaso medio vacío. Y sin ser iluso,debo decir que yo soy muy optimista.
-¿Cómo ve a las nuevas generaciones?
-Después de 38 años enseñando en la universidad, veo estudiantes con enormes talentos, pero también observo que han cambiado mucho desde el punto de vista de su predisposición a pasarlo un poquito mal para aprender algo, que era lo clásico nuestro.
-¿Se resisten un poco?
-Mucho. Y ese cambio no es una buena señal pensando en cómo enfrentas la vida. Porque en la vida afuera, en la sociedad, no se dan espacios para quejarte. Y como la universidad es un espacio donde desarrollas el pensamiento racional, los hábitos, es un tema que me preocupa.
-¿Por qué?
-En su formación es importante que los estudiantes sepan que para aprender, al igual que cuando haces ejercicios a nivel competitivo, se requiere mucho esfuerzo para ir progresando lentamente. El trabajo con el intelecto es exactamente igual: se requiere esfuerzo para ir cambiando de etapa. Hablo del esfuerzo por la reflexión, por el entendimiento profundo. Y como que no hay tiempo para eso, se va a la respuesta rápida. Dicho eso, vuelvo al punto inicial: estamos ante una generación bien extraordinaria. Ese no es el problema.
-¿Cuál es entonces?
-El problema es hasta dónde estás dispuesto a sacrificarte para avanzar en tu desarrollo intelectual. El otro día hice una reunión con la Facultad de Ingeniería, porque estoy recorriendo todas las facultades para escuchar en detalle las preocupaciones de los alumnos, y una de las preguntas me sorprendió. Un estudiante me dice: “Tenemos muchas evaluaciones y el tiempo que dedicamos en la semana a cada curso supera las 40 horas”. Entonces, me pregunto: ¿en qué mundo estamos? Esta es fase de la vida en que se desarrolla el pensamiento, la reflexión.
-¿Por qué hace el símil con el deporte de alto rendimiento? ¿Qué semejanzas hay ahí?
-Porque si tienes que entrenar para un campeonato -es mi caso en que jugué al tenis profesional por largo tiempo- tienes que trabajar realmente duro. No llevas la cuenta de cuántas horas dedicaste a entrenar. Quieres llegar en las mejores condiciones para hacerlo lo mejor posible. La vida es igual. No puedes estar sacando cuentas de las horas que dedicaste…
-¿Es un tema solamente de los jóvenes? ¿No es también algo que está pasando a nivel societal?
-Hay un tema generacional, sin duda, y también hay una sociedad que de alguna forma no se da mucho espacio para la reflexión profunda.
-¿La inmediatez?
-Exacto. No se le da demasiado valor al proceso de reflexión.
La cancelación
-Hoy las universidades están siendo desafiadas por muchos frentes. En Estados Unidos se vive un momento complejo en temas de financiamiento y por la cultura de la cancelación. ¿Cómo llega eso aquí?
-Es un fenómeno mundial que me preocupa mucho, sobre todo en un espacio universitario. Ser capaces de escuchar opiniones distintas a lo que uno piensa o a la identidad que uno ha construido, es fundamental. Parte de un proceso de cualquier deliberación es estar expuesto a las opiniones
de otros. Eso es formativo.
-Pareciera ser que la cancelación a lo distinto es un modo que ya está instalado, ¿de qué manera se puede enfrentar?
-El tema nos preocupa. Lo estamos trabajando en la universidad. Vamos a tener una serie de instancias para analizar este fenómeno y buscar soluciones. Finalmente, la cancelación es la intolerancia a entender y aceptar otros puntos de vista. Hoy día es un tema de libertad académica.
-¿Es una amenaza para las universidades en Chile?
-No todavía, pero hay visos que no son positivos. Por eso queremos adelantarnos y detener este tipo de situaciones. Por ejemplo, veo lo que pasa en redes sociales con nuestros estudiantes. Es sabido que hay ataques bien furibundos cuando algunos estudiantes dan opiniones en temas sensibles.
-¿En la discusión sobre el proyecto de aborto libre, por ejemplo…?
-Y en varios otros temas políticos o valóricos. Yo me he reunido con estudiantes que te dicen que tienen temor de opinar porque pueden ser cancelados. Es un síntoma demasiado peligroso. Entonces, trabajar la convivencia, la tolerancia al interior de la universidad, es fundamental. No hay que dejar que esto flote. Hay que intervenirlo, intencionarlo.
-Si vamos al debate nacional, el gobierno ya envió el proyecto sobre aborto legal. Usted ha dicho que no es el momento. ¿Hay un momento oportuno?
-El debate se tiene que dar. De eso no hay dudas. Lo que me parece inadecuado es el momento. Estamos en plena campaña presidencial y, por tanto, se va a estar buscando opinión de un lado y de otro. Hay muchísimas sociedades más desarrolladas que la nuestra que no han sido capaces de resolver el tema porque es un asunto muy profundo. Apurarlo me parece equivocado.
-Pero la Iglesia ya ha marcado postura. ¿La universidad se abre a discutirlo en serio?
-La UC toma la postura de la Iglesia. Hay un acervo cultural de pensamiento gigantesco detrás de la defensa de la vida. Por supuesto que se tiene que contrastar con quiénes lo ven desde otro prisma, desde los derechos de una mujer, o de lo que dijo el Presidente sobre el riesgo que esto puede implicar para un aborto clandestino. Entonces, hay montones de dimensiones sociales y personales respecto de la libertad del individuo, pero el debate requiere tiempo y profundidad.
-¿La sociedad chilena está madura para ese debate?
-Pienso que la sociedad chilena tiene grandes desafíos. No sé si la discusión sobre el aborto es el más fundamental. Hay problemas graves que están ocurriendo delante de nuestros ojos y que no estamos sabiendo tratar. Por ejemplo, el tema de la violencia escolar. Es un fenómeno que viene ocurriendo hace rato en otras partes del mundo, pero por alguna razón pensamos que nunca llegaría a Chile y no nos anticipamos. Todo el rato nos pasa lo mismo.
-Pero ya estamos en una situación grave con la violencia en los colegios…
-Por supuesto. Por eso digo que nos falta anticiparnos a problemas que nos van a llegar de todas maneras, porque son tendencias mundiales. Pero aquí uno se hace un poquito el loco, no lo quiere ver y finalmente te explota en la cara. Ahí hay un tema que corregir e intentar resolver a la brevedad.
-Es muy complejo porque el problema es sistémico…
-Exacto. Y el problema de fondo, a mi juicio, es que a Chile le ha faltado entender que todos los problemas son sistémicos y que no basta resolverlos desde un solo prisma. ¿Alguien cree que el tema de la seguridad se resuelve fácilmente? Hay bandas organizadas, crimen internacional que se conecta con realidades sociales chilenas complejísimas. Por lo tanto, no se pueden dar soluciones básicas. Aquí hay un problema de civilidad, de saber cómo uno se comporta en sociedad. Estoy convencido que ahí las universidades podemos aportar.
-¿Cómo?
-Es sabido que para hacer una buena política pública necesitas estudios de comportamientos, análisis de datos, reflexión académica. Y así como investigas para que un edificio no colapse en un terremoto, también investigas cuáles son las variables que van condicionando ciertos comportamientos.
-Y cuando usted, como ingeniero, mira este edificio llamado Chile, ¿qué dice? ¿Hay que reforzar el edificio?
-Yo diría que Chile tiene una situación compleja en dimensiones de distinto tipo, pero que es reversible. Por ejemplo, el país no tiene claridad de cómo crecer y desarrollarse. Nuestro estándar de vida subió enormemente en la década de los 90 y a los inicios del 2000, el tema es cómo logramos salir de esta trampa en que se metió el país.
-¿La trampa de los ingresos medios?
-Exacto. Una trampa que no era desconocida, estaba descrita. Pero no nos hicimos cargo de que nos podía ocurrir.
-O sea, ¿somos un país ciego, que no ve venir nada?
-No sé si es ceguera, pero hemos sido incapaces de anticipar ciertos fenómenos que se veían venir. Ahí podemos ser un aporte. El espacio universitario es privilegiado para adelantar tendencias, comportamientos. Es aquí donde se piensa la sociedad.
Forjar el carácter
-Es bien sorprende cómo se trasluce en sus análisis su lado de ingeniero y el tenista de alto rendimiento…
-Sí, es muy cierto. Se mezclan mucho. Siempre ha sido así. Fui tenista profesional, pero por razones económicas no pude viajar, estar en Europa, pero también fue una suerte, porque eso me hizo volver a Chile y dedicarme a la ingeniería.
-¿Y cómo lo ha marcado esa mirada dual?
-Demasiado… Tú no sabes lo frustrante que es estar entrenando días, semanas, meses; pegándole a la pelota contra un rincón de la cancha cientos de veces. Y de repente llegas a jugar y las cosas no te salen y te borran de la cancha. Al día siguiente tienes que levantarte igual y seguir entrenando. Obvio que eso forja tu carácter.
-Digamos que está bien preparado para enfrentar frustraciones…
-O sea, no es fácil botarme al suelo. Ya viví mil frustraciones. Y no sólo eso. Si observas mi mano verás que tengo un callo en la palma. Antes, ese callo era una llaga y tenía que jugar con la mano a piel desnuda, sangrando incluso, pero tienes que seguir jugando no más.
-¿Eso marca un temple?
-Por supuesto. El deporte te forja en una resiliencia que es fundamental en la vida. Pero hay otra dimensión igualmente importante. El tenis es muy estratégico. Tú estás todo el rato observando a tu oponente, viendo cuál es su actitud, si está asustado o no… En el tenis se dice que cuando un jugador tiene susto se le encoge el brazo.
-¿Y es cierto?
-Totalmente. Físicamente te ocurre eso. En vez de que el brazo esté suelto, se empieza a apretar y el golpe no sale. Entonces, estás todo el rato analizando a tu oponente, viendo cómo se comporta para saber cómo puedes ganarle. Por eso es que los deportistas tenemos una tendencia a la anticipación, a
la estrategia. Estás como educado en eso. Es muy bonito.
-¿Y qué herramientas le ha dado ser un ingeniero antisísmico?
-La ingeniería estructural, sísmica, me dio muchas cosas. Pero hay una cosa especial que me doy cuenta que está muy presente en mi forma de hacer las cosas: la preocupación por el detalle. ¿Tú sabes que los edificios colapsan por cosas ínfimas?
-¿En serio? ¿Y no por los pilares?
-Normalmente la falla está en cosas que no son visibles. Por lo tanto, la ingeniería estructural te hace ser muy precavido de los detalles. Tienes que pensar en todas las variables, ponerte en el escenario de qué pasa frente a un terremoto que no sabes qué magnitud va a tener. De alguna manera, te anticipas a un
montón de posibles mecanismos para que no falle el sistema. Eso es lo que hoy día en estrategias se llama la matriz de riesgos. Bueno, esa matriz de riesgos la tiene un ingeniero estructural en la cabeza todo el tiempo.
-Así descrito es como una metáfora.
-Más que metáfora es una forma de enfrentarte a las dificultades que encuentras. Y también aquí hay una dimensión adicional: que las fallas se producen por hechos secuenciales.
-¿Cómo así?
-La explicación técnica es compleja pero, en la línea de la metáfora que me planteas, uno sabe que siempre hay una secuencia de hechos que conducen al problema. Al final, todo es sistémico.
-Nada que ver con lo técnico, pero en la línea de la metáfora, el psicoanalista León Cohen comparó el socavón de Viña del Mar con una suerte de socavón emocional. Es decir, que en la gente está la sensación de que todo se puede derrumbar en cualquier minuto.
-Claro, puedes asociar esa imagen con el socavón, pero éste tiene una explicación técnica muy sencilla: el problema fue la filtración de una cañería.
-Me refería a que se abrió un vacío…
-Entiendo esa percepción de que en Chile puede pasar cualquier cosa. Pero yo soy muy optimista.. No veo al país en el descalabro ni cayéndose al abismo. Lo que pasa es que tenemos que ponernos serios y trabajar mucho para resolver problemas que son complejos. No creo para nada que seamos una sociedad que se desgrana. Al revés. Nuestro país tiene grandes oportunidades, pero Chile tiene que encontrarse a sí mismo. A lo mejor aquí hay otra analogía con el tenis.
-A ver…
-Por lejos, en el tenis y en la ingeniería lo más importante es hacerte dueño de la acción, de lo que está ocurriendo ahí. Tienes que empoderarte del partido. Empoderarte del diseño del edificio. Entender que ahí vivirán personas y que no se trata sólo de hacer la pega. Es ponerte en todos los escenarios posibles para que esas personas se puedan salvar en un futuro terremoto. En un partido de tenis te haces cargo. Puedes estar nervioso, asustado. Muchas veces yo entraba a la cancha tiritando. Pero a los dos o tres puntos iniciales se te olvida todo y te metes dentro del juego.
-Usted plantea una disposición mental que es más excepcional que general. ¿Qué recomienda?
-Tal vez esto que le digo tiene algo que ver también con lo que decía el Papa Francisco y que también ha dicho Monseñor Fernando Chomalí: que hay que evitar demasiado balconeo.
-¿Cómo?
-Hay demasiado de mirar las cosas desde arriba, demasiados diagnósticos. Me carga el balconeo. Todos tenemos opinión de todo. Si tenemos un problema real con la delincuencia y la seguridad, pongámonos de acuerdo. Izquierdas, derechas, todos de acuerdo. Resolvamos el problema. Esa es la actitud. La misma actitud que uno toma cuando quiere vencer un partido. Tienes que recomponerte, olvidarte que te duele la mano o que no te está saliendo bien el saque. Da lo mismo. Concéntrate en cómo resuelves ese partido. Esa actitud es fundamental.