Atardece y en el último piso del búnker de la Fiscalía Nacional, en Catedral con Agustinas, corre un viento helado, como para hacer más cruda la escena.
Ha pasado poco tiempo desde la subrepticia liberación del sicario venezolano y vemos al hombre más importante de la seguridad en Chile cansado, con la barba ligeramente crecida, la corbata desordenada, al igual que la camisa, como queda expuesto cuando se saca la chaqueta, obediente ante las instrucciones de la fotógrafa.
Por una curiosa coincidencia, esta entrevista se realizó a las pocas horas de conocerse la noticia de la liberación de Alberto Carlos Mejía Hernández, el asesino del Tren de Aragua, quien no alcanzó a estar ni un día en prisión preventiva, formalizado por el asesinato del Rey de Meiggs. Para empeorar las cosas, la información recién se conoció a los cuatro días, lo que incluso pilló desprevenido al mismo Valencia.
“Es el guionista de Chile que nunca deja de sorprendernos”, afirma el jefe del Ministerio Público mientras baja pesadamente las escaleras, después de las fotos. Ya en su oficina, sin esbozar la menor sonrisa, describe esa primera escena: “No recuerdo si estaba aquí o en la casa, pero me enteré recién al final de la tarde y el fiscal (Marco Pastén, jefe de la Fiscalía Regional Metropolitana Occidente) también… Suena mi teléfono y me cuentan que se produjo este incidente y que estaban verificando los hechos y la tramitación. Después se fue agregando más información y, poco a poco, fui constatando que había un caso nuevo del que había que preocuparse y que era más grave de lo que pensábamos”.
Gigante en su metro 93, de camisa arremangada, con suspensores -prenda de la que se hizo adepto en Italia, junto con su aprecio por los trajes a medida-, Ángel Valencia parece el protagonista de una serie policial en uno de sus capítulos más negros. Por más que se esfuerce en mantener el discurso institucional, este abogado de la Universidad de Chile (56 años, casado en segundas nupcias, cinco hijos, fanático del jazz, los libros del historiador Antony Beevor y los pataches) más bien parece que se estuviera desahogando.
“¡Por supuesto que me da mucha rabia! Aunque tengo que contenerme para que las emociones no interfieran en mis decisiones, que deben ser siempre racionales, apropiadas y prudentes. Pero siento frustración porque hay carabineros y PDI que arriesgan la vida persiguiendo a sujetos como éstos, que son muy peligrosos”.
Sobre la cada vez más sospechosa cadena de acontecimientos, señala:
-“¿Cómo es posible que haya salido un oficio sin resolución previa, de un tribunal, remitido a Gendarmería para dejar en libertad a esta persona? Se trata de una situación muy extraordinaria, porque aquí debió haber existido una audiencia para discutir ese cambio y dictarse una resolución. Pero esto se dio entre gallos y medianoche”.
-Estamos hablando del nivel de penetración que tiene el Tren de Aragua en instituciones clave de nuestro sistema de justicia…
-Sí, y lo más complicado, diría yo…
Se queda pensando.
-Mira, voy a ocupar el siguiente ejemplo que le di a un colega a propósito de este tema: es como cuando tienes al frente a un paciente al que le diagnostican cáncer; decidimos una cirugía, abrimos al enfermo y detectamos metástasis en carácter avanzado. Así me siento yo…
Apesadumbrado, suspira.
“Además que en los días anteriores habíamos estado hablando del tema (de tráfico de drogas) en la FACH y el Ejército, más las preocupaciones por otras instituciones del Estado. Entonces te insisto: me siento en la misma situación de un médico que abre al paciente y se encuentra con que la enfermedad es más grave de lo pensado”.
-¿El paciente se está muriendo, en el fondo?
-No, no es una situación terminal, porque de lo contrario cerramos y nos vamos todos para la casa. Por supuesto que alguien puede pensar, y con razón, que en el caso del sicario dejado en libertad estoy partiendo de la base de que hay un delito detrás, pero es lo que vamos a investigar. Aunque esto puede ser peor de aquello que estamos temiendo y no nos va a dejar descansar…
Hace un pausa y comienza a jugar con el estuche de sus anteojos.
-Antes, cuando se producían casos como éste, lo primero que le decíamos a la opinión pública era: Constatamos que esto fue un error, vamos a hacer todo para solucionarlo, estén tranquilos…. Hoy eso es imposible porque la ciudadanía inmediatamente piensa en corrupción. Tampoco sirve decir que tenemos que adecuarnos a los nuevos escenarios, que enfrentamos una amenaza a nivel transnacional y que vamos a cambiar toda nuestra normativa interna, etc… Porque esos ya son puros lugares comunes… Los ciudadanos de a pie -y todos tenemos una dimensión de ciudadano de a pie hace rato que tenemos claro que el escenario cambió. Mi familia, mis cercanos, la gente que trabaja acá en la Fiscalía y yo mismo, hace un buen tiempo que empezamos a tomar medidas en nuestra vida cotidiana, a salir menos, a volver más temprano, a tener más cuidado cuando andamos en auto, a preocuparnos más de nuestros hijos y restringirles permisos. Comparada con nuestra experiencia de antes, no hay duda de que hay más violencia en las calles y hoy todos tenemos temor.
Plata o plomo
-El mismo día de esta entrevista, no sólo nos enteramos del sicario liberado. También fue la audiencia de formalización para los cinco detenidos por tráfico de ketamina en un avión FACH, donde según usted mismo dijo, probablemente también esté involucrado el Tren de Aragua. Sumemos el reportaje de Ciper que reveló que el sistema financiero no emitió ninguna alerta preventiva por las miles de transacciones de lavado de dinero realizadas por la red financiera del TDA, desbaratada hace poco por la propia la fiscalía… La gente se pregunta hasta dónde está llegando esto.
-Nosotros también. Nos enfrentamos a un fenómeno sin precedentes en nuestra historia republicana, pero que también es regional y además afecta a muchos países europeos, con actividades permanentes a nivel trasnacional. Grupos que además tienen un giro policriminal, con participación en distintos mercados y actividades ilícitas. Grupos que para operar y asegurar sus actividades delictivas, necesitan penetrar las estructuras del Estado por la vía de la corrupción o, derechamente, a través de la intimidación. Es, como dicen algunos, la expresión más brutal del capitalismo salvaje, sin límites, involucrándose en todo aquello que les genere ganancias, sin ningún control ético ni respeto por ninguna regla. Lo que no podemos hacer es caer en el error de pensar que exista algún organismo del Estado que esté libre de ser cooptado por el crimen organizado.
-¿No es mejor asumir que ya está todo infiltrado?
-No quiero ser políticamente correcto, pero no tenemos ninguna evidencia que permita aseverar que todas nuestras instituciones públicas están cooptadas por el crimen organizado, aunque sin duda muchas han recibido algún tipo de intento de penetración y hay gente que ha cedido ante la oferta o las intimidaciones de las bandas. Pero todavía no se han infiltrado instituciones completas o sus altas jerarquías.
-Usted decía que hay dos vías que utiliza el crimen organizado para corromper: las amenazas o el dinero.
-Plata o plomo (dice parafraseando a Pablo Escobar). Esos son los métodos a los que recurren. Pero no es una enfermedad terminal, no es un camino que no tenga solución. Hay países democráticos que, en el marco del estado de derecho y el respeto a los DD.HH, con mucha audacia han sido capaces de doblarle la mano y llevar seguridad a sus calles.
-Uno de los primeros objetivos de estas organizaciones es penetrar no sólo el Poder Judicial, también el parlamento que es donde se hacen las leyes… ¿Han detectado algún indicio?
-No son instituciones que tengan por finalidad cooptar el poder político. Gastan dinero en la medida que sea conveniente o útil para su actividad comercial, de lo contrario es puro gasto. A ellos les interesa en la medida que sea necesario para la actividad, por ejemplo a nivel municipal, para obtener permisos para barberías, pequeños casinos de juegos ilegales…
-Pero cuando los parlamentarios se oponen a terminar con el secreto bancario argumentando la transgresión de su intimidad, se presta para sospechas…
-La verdad es que no veo razones para despejar rápidamente el secreto bancario que existe para los municipios y otras instituciones públicas. Tampoco advierto por qué la Contraloría tampoco tiene acceso. Ni que no podamos acceder a las cuentas de sociedades comerciales. ¿Dónde está ahí el derecho a la intimidad? O cuando se trata de personalidades jurídicas sin fines de lucro. Incluso cuando hablamos de los ciudadanos de a pie, todavía queda espacio para poder flexibilizar.
-Hace poco desbarataron a la red de lavado de activos del Tren de Aragua y era gente común y corriente. Sólo encontraron un arma.
-Y no eran sólo extranjeros, también había chilenos, la mayoría sin condenas previas o en situación migratoria regular. Es otro tipo de criminalidad. Pero aunque se trate de personas que no tomaron un arma en su vida, el dinero que pasó por ellos estaba manchado con sangre… y ellos lo sabían.
-¿Qué pasa, la sociedad ha ido perdiendo la moral?
Se encoge de hombros:
-Eso lo va a juzgar un tribunal que no es de esta tierra. Pero sí llama la atención el aumento de la violencia, de la frialdad. No estábamos familiarizados con eso. Por ejemplo, al teniente Ronald Ojeda lo enterraron bajo un metro y medio de concreto y tierra, y después ahí mismo hicieron un asado. Eso te habla de una frialdad con la que actúan estas personas.
-¿A usted lo han amenazado?
-No.
-¿Ha tenido que cambiar de rutinas?
-Si, pero no quisiera hablar de eso porque ciertamente hay un tipo de amenazas que no he recibido, aunque sí agresiones y que atribuyo al trabajo que estamos realizando.

“Mi madre vive en el Chile real”
Ángel Valencia se crió en San Pablo con Matucana, nieto de migrantes españoles e hijo de un padre comerciante y madre dueña de casa que se separaron cuando él era niño. Estudió en el colegio San Ignacio de Alonso de Ovalle y luego entró a Derecho en la Universidad de Chile. “Soy el primer profesional de mi familia”, cuenta.
Se casó a los 21 años. “Y nació mi hijo mayor y después dos niños más. En ese período me titulé y nos fuimos al sur donde vivimos 5 años porque era profesor de la Universidad Católica de Temuco”.
Volvió a Santiago a comienzos del gobierno de Ricardo Lagos e ingresó al Ministerio de Justicia, justo cuando llevaba a cabo una de sus reformas más importantes, la Procesal Penal, de la cual fue subcoordinador a los 31 años. Luego entró a trabajar a la Fiscalía. “Estuve primero un año en Aysén, en la Fiscalía Regional de Coyhaique. Luego fui fiscal adjunto en Valparaíso”. E indica una foto que cuelga en uno de los muros de su oficina.
-Cuesta identificarlo… Estaba bien delgado.
-Si poh, toda la vida fui flaco, salvo acá, que me disparé por la ansiedad… Además, estoy más sedentario. Antes jugaba tenis 3 o 4 veces a la semana. Ahora lo intento sólo una vez a la semana, a las 7 am, pero ahora hace mucho frío y con este trabajo es difícil programarse.
-¿Qué le gusta comer?
-Soy de la Alameda con Matucana, patachero. Me gustan las cosas ricas, un pescado frito con ensalada chilena, un arrollado con puré picante, el pastel de choclo. Un chileno típico, de los que gusta estar en el patio junto a tu gente más cercana y al lado de una parrilla; conversar y hacer vida de amigos y familia.
-¿Qué le dicen sus padres cuando ven la situación que está viviendo Chile hoy?
-Mi papá falleció hace 20 años y no sé qué habría dicho. Probablemente se habría preocupado. Y mi madre está asustada porque además vive en un lugar donde ha habido un cambio muy significativo. Ella participaba de una agrupación muy sencilla, que no tenía ni siquiera razón jurídica, y con el esfuerzo de muchas personas juntaron dinero para una causa social para niños con una cierta enfermedad. Pero la abandonó cuando se dio cuenta de que había ofertas de financiamiento alternativas, de gente con espaldas económicas…
-¿Narcos?
-No estoy diciendo que esas personas se dedicaran a otra cosa, pero se incomodó. Mi madre vive en el Chile real. Tiene 81 años y es una gran abuela de mis hijos pequeños.
Y sobre su papá, cuenta:
-Mi viejo tuvo una vida muy dura; quedó huérfano muy chico; lo crió su tío y su abuela. Después se casó con mi mamá, se murió un hermano mío en un accidente, cuando yo tenía 9 y él 6. Luego se separó. Él estuvo muy presente en mi infancia. Cuando recuerdo mi niñez y adolescencia no siento las ansiedades o la angustia de la precariedad, pero imagino las dificultades por las que debe haber pasado para criarme a mí y a mi hermana. Murió joven, a los 62 años, por el cigarro. Lo echo mucho de menos porque me crié con él, y porque no conoció a mi actual señora (la abogada María José Taladriz) ni a mis hijos menores, y se habría puesto muy contento. Murió cuando yo estaba separado y solo entonces entiendo la incertidumbre que debe haber sentido en ese momento. Yo era fiscal adjunto y le estresaba bastante mi trabajo, así que no puedo imaginar cómo habría enfrentado este otro, a pesar de que ando con escoltas.
-¿Cómo conoció a su señora?
-Aquí en la pega, en la Fiscalía Sur, en el 2004; y empezamos a salir el 2005. Luego juntamos libros y discos y compramos casa el 2006. Después nos casamos, tuvimos hijos.
En el intertanto, Valencia se privatizó. “Pero nunca dejé lo público y me mantuve haciendo asesorías parlamentarias, clases a fiscales, jueces y defensores en Chile y también en otros países. Decidí regresar a lo mío cuando entré en la crisis de los 50. Cuando hay algunos que se compran un auto deportivo, yo comencé con una reflexión existencial, hasta que un día me pregunté: ¿dónde están mis pasiones, qué es lo que me puede hacer trabajar sin mirar la hora y no cansarme?… Y era lo público. Estábamos a fines del 2022, venía el cambio de Fiscal Nacional y con algunos amigos y gente que habíamos estado en el proceso, teníamos una visión crítica de la deriva que había tomado la fiscalía, que había tendido a aislarse… Y se dio el cruce de planetas, porque estaba en mi momento, con la edad, el currículo…”.
Fue un proceso tenso, que se extendió por 3 meses. El Congreso rechazó dos veces las propuestas del Presidente Boric. La tercera fue la vencida.
-Con las revelaciones del caso Audio, se supo del lobby que hizo Luis Hermosilla para poner a sus fichas en el cargo…
Cuida sus palabras:
-Hubo esfuerzos de personas que, al parecer, habrían intentado cooptar funciones importantes dentro del todo el sistema de justicia para cobrar favores a cambio de favores. Y quizá cosas peores.
-A usted también lo salpicó el caso, cuando trascendió que se habían juntado con él en un café a los pocos días de asumir su cargo… Fue muy mal interpretado.
-Me arrepiento de ese café. Fue una reunión informal (dice sobre la cita en que Hermosilla le preguntó por la causa del ex director de la PDI, Héctor Espinosa). Pero intentaron golpearme. Una práctica bastante frecuente en las causas más complejas, de corrupción, es destruir la imagen de aquel que investiga o que persigue, lo que llaman el asesinato de imagen. Eso lo inventó la mafia en Italia.
-¿Dice que Juan Pablo Hermosilla tiene el mismo estilo? Él habría sido el autor de esa filtración.
-Sí… Pero no me parecería correcto personalizar. Además que en su momento presenté una denuncia en el Colegio de Abogados y ellos verán lo que hacen. El caso Audio fue como si hubiese caído un meteorito que abrió una situación que no teníamos a la vista. Claro que no teníamos idea de lo que vendría después..