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Anne Traub: “Deberíamos hablar más de educación, que es lo que va a sostener la seguridad”

Es prácticamente obvio que para lograr el desarrollo sostenible se requiere mejorar la educación. Para la fundadora de Familias Primero, la clave está en realizar esfuerzos desde el sector privado, ahí donde el Estado no es capaz de llegar. “Reparar es caro, pero sobre todo doloroso”, advierte.

Anne Traub se niega a creer que los seres humanos son malos. Dice estar convencida de que la naturaleza de las personas es inherentemente buena. Incluso en momentos en que el tono de la discusión sobre seguridad se ha endurecido. “Cuando uno habla de los menores de 18 años infractores de ley, debo ser la única que piensa que ojalá ese niño no haya generado dolor y tenga que vivir con eso, porque se trata de un niño que no tenía cariño, que no se debe a nadie y con eso la barrera de cometer más infracciones es mucho más baja”, reflexiona la fundadora de Familias Primero, corporación que busca acompañar desde la casa la educación temprana.

Su historia comenzó en Boston, de la cabeza de ella y de su marido, el gerente general del grupo Prisma Matías Claro. Pero el germen viene de antes, desde una vía tradicional. Anne Traub nació en Puerto Montt donde pasó su infancia admirando a su abuelo, el fundador de Cecinas Llanquihue y primer alcalde cuando la ciudad pasó a ser comuna. Estudió derecho en la Universidad Católica, donde también realizó un MBA y trabajó diez años en el estudio Morales y Besa. “Revisé los contratos para construir toda la Ruta 5, tuve la suerte de participar en muchos directorios que eran reales, no de papel, de participar en muchas negociaciones. Pero siempre me faltó esa conexión con la calle”, recuerda de esos años. Buscó esa cercanía en el trabajo público, primero en el ministerio de Hacienda al inicio de los 2000.

“Mi familia me decía, ‘cómo te vas a ir a trabajar con Bachelet’. Pero era un trabajo junto a Andrés Velasco y yo quería ver cómo funcionaban las políticas públicas”, dice con la misma convicción que ocupa para hablar de su paso por la administración de Sebastián Piñera en la cartera de Desarrollo Social, junto a Felipe Kast.

Luego vino un tiempo en Boston, donde se dedicó a analizar los modelos que existen para aportar desde el sector privado a las políticas públicas. “Me había quedado muy marcada con los campamentos, con la desesperanza de la mujer. En los campamentos la mujer se levanta, se sienta fuera de su casa, y ve el día pasar. Los niños no van al colegio, no tienen una razón de vivir. Matías (Claro) al mismo tiempo decía que había que trabajar en primera infancia porque los seis primeros años de vida son trascendentales para el desarrollo posterior”, dice Anne cuando cuenta cómo se gestó la idea de la fundación.

-De todos los dolores que tenemos como sociedad, ¿por qué decidieron abordar el trabajo desde las familias?
-Fuimos por el tema de la primera infancia porque la evidencia es súper robusta, lo que se habla en Economía es que, por cada dólar invertido, cada vez el retorno en el largo plazo va aumentando ya que se transfieren intergeneracionalmente los efectos que tuvo esa intervención temprana. Sobre todo cuando son intervenciones basadas en la familia. Yo quería trabajar con mujeres y Matías con niños. Buscamos una intervención en concreto que trabajara con los padres, involucrando a la familia, pero para que el beneficio se viera en los niños. Y ahí llegamos a lo que hacemos hoy. Partimos hace 10 años con tutorías que tienen que ver con la estimulación del niño, pero a través de los padres, entregándoles todas las semanas herramientas súper estructuradas y rigurosas. Se les manda un libro, un juguete, se hace un modelamiento.

-¿Qué evidencia hay sobre el impacto de este tipo de trabajos?
-Lo que te dice la ciencia es que todos los seres humanos necesitan al menos un adulto significativo que les dé el colchón de afecto para sentirse más seguros, felices y amados. Teniendo este colchón, el niño va a desarrollar sus talentos de tal manera que va a ser una persona más segura, más comprometida, más responsable. Eso lo hace desarrollar primero las habilidades sociales y emocionales para que luego las cognitivas se vayan por un tubo.

-¿Pero cuál es el impacto medible que ha tenido la fundación?
-Trajimos este modelo que ya tenía información en Estados Unidos, con evidencia en deserción escolar y en derivaciones a especialistas. Por ejemplo, en tercero básico la derivación a especialistas cae en 50%. Los niños llegan a primero básico mucho mejor preparados. Lo trajimos a Chile y lo tuvimos que adaptar a la realidad chilena.

-¿Cómo?
-De partida tuvimos que hacer una plataforma para llevar el control de gestión que nos permitiera saber que efectivamente cada tutoría se hacía en el día y hora que tenía que hacerse y con las características que tenía que hacerse. Eso fue un tremendo soporte para poder crecer. La hicimos cuando teníamos 2.200 niños, ahora tenemos 2 mil familias a la semana, entonces tenemos el registro de 8 mil tutorías, intervenciones, sesiones personalizadas, y eso nos ha permitido sostener el crecimiento en el tiempo. También nos permite ser transparentes frente a quienes nos aportan los recursos. Lo que nos han arrojado las evaluaciones es que el mayor desarrollo cognitivo de los niños es significativo. En la parte socioemocional, según un estudio que hicimos con la UAI, aumentan también las competencias, la confianza, el mirar a los ojos, el sentirse parte de un grupo familiar, de un entorno querido.

-¿Por qué apoyar a las familias y no centrar el trabajo en los niños?
-Ha pasado que la familia, por avanzar en la protección de los derechos del niño, se ha ido dejando un poco atrás. Y el niño como sujeto de derechos, no se puede separar de la familia, porque los afectos son insustituibles y eso te los dan los cercanos.

-A propósito de eso y de los roles de cada uno, ¿quién se debe hacer cargo de la educación de las familias? ¿El Estado, el sector privado?
-Ese tema se ideologizó en el gobierno de Bachelet 2 cuando se sacó la posibilidad del copago, haciendo cuesta arriba la operación de los establecimientos particulares subvencionados. Y el sector público tiene una burocracia enorme. Desde que los establecimientos pasaron al SLEP se nos ha hecho todo más lento, más engorroso.

-En la campaña electoral se ha hablado mucho de economía, de seguridad, ¿y de educación?
-Muy poco.

-¿Lo ven como un tema de segundo orden?
-Sí. Creo que la seguridad y el crecimiento económico se han tomado la agenda y está bien, necesitamos resolver esos temas, tenemos que adoptar medidas, pero para mí eso es como hacernos cargo solo de la emergencia. Para que el país crezca de una manera sostenida obviamente tenemos que generar más empleo y para generar más empleo tenemos que mejorar también la legislación laboral y el capital humano. ¿Y en qué minuto de la vida se forma la mayor parte del capital humano? Es en los primeros años de vida. Entonces es súper lamentable que el tema no esté en la primera línea, porque para que realmente se pueda sostener en el tiempo una transformación, para que tengamos un país más cohesionado, más unido y más feliz, necesitamos apoyar en los primeros años de vida.
Después ya es tarde. Reparar es caro, pero sobre todo doloroso. Entiendo que políticamente es mucho más rentable hablar de seguridad, pero deberíamos hablar más de educación, que es lo que va a sostener la seguridad.

-El germen de este gobierno fueron las marchas estudiantiles. ¿La educación ha sido prioridad?
-No. En este gobierno tampoco la educación ha sido prioridad, y sobre todo la educación parvularia. Si es que seguimos discutiendo qué vamos a hacer con la educación superior, qué vamos a hacer con la universidad y los institutos de educación superior, claramente no estamos poniendo en foco donde debiera estar. Si seguimos creciendo en gratuidad, estamos poniendo la carreta delante de los bueyes. Si no arreglamos la educación en los primeros años de vida y luego la educación básica y media, es súper difícil mejorarla después.

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