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David Gallagher: “Los republicanos son el espejo del Frente Amplio”

Convencido de que el declive de la socialdemocracia “es una de las grandes tragedias del país”, este destacado intelectual de la derecha liberal, empresario y ex embajador de Chile ante Inglaterra, no muy dado a las entrevistas, acepta hablar con Revista D para advertir sobre el peligro que entraña el auge de los extremos y el uso del eje populista elite-pueblo; confiesa su temor por la candidatura de Jeanette Jara, marca preferencia por Evelyn Matthei y dice que la derecha de Kast “es más beata y la de Kaiser más chascona en materia religiosa… pero en el tono son lo mismo”.

David Gallagher tiene la particular destreza de moverse por las letras con la misma agilidad con que se mueve por los números. Académico, fue profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Oxford y ha publicado sus columnas en los más prestigiosos medios como en la revista New York Review of Books, especializada en literatura, arte y ensayos.

Junto a esa veta, también ha sido un empresario destacado. A mediados de los ́70, ya instalado en Londres, comenzó una carrera como banquero de inversión en Morgan Grenfell. Y en 1982, de regreso al país, fundó su propia empresa de banca de inversión, ASSET-Chile.

También ha sido embajador de Chile en Inglaterra, parte del núcleo del Centro de Estudios Públicos, CEP, y un influyente observador de la política nacional. Siempre ha marcado domicilio en la llamada derecha liberal, aunque votó por Ricardo Lagos Escobar para la Presidencia de la República.

Ahora viene llegando de una estadía de tres meses en Madrid. Y aunque se declara siempre optimista, en sus palabras aflora preocupación. No sucedió lo que él esperaba: que la próxima elección se dirimiera entre Carolina Tohá y Evelyn Matthei, las candidatas que encarnaban el centro de la izquierda y de la derecha. Y esa preocupación no es sólo una cosa de gustos.

Para Gallagher, hombre ilustrado e informado, se trata de que la complejidad de los problemas sociales queda entregada a los eslogans, a las propuestas simplonas y populistas.

-Se decía que, tras los resultados de los dos plebiscitos, Chile había vuelto a la moderación. ¿Por qué entonces hoy los candidatos mejor ubicados en las encuestas son los que están en los extremos?

-Ese es un dilema que no solo afecta a Chile, lo estamos viendo en todo el mundo.

-¿Y cuál diría que es la explicación?

-Las redes sociales, TikTok, ese tipo de fenómenos, hacen mucho más difícil que se exprese con eficacia un candidato del medio. Cuando digo un candidato “del medio”, me refiero a una persona que entiende que las sociedades son complejas y que, por lo tanto, las soluciones son complejas por definición. La solución simple, reducible a un eslogan, no es lo que se requiere para resolver las problemáticas reales. Pero es lo que vende. Ahí hay un dilema porque las ideas más de centro, que son más elaboradas y serias, son muy difíciles de vender hoy día.

-Desde el punto de vista de la ciudadanía, ¿será que buscan respuestas más simples, pero que impacten en su vida cotidiana? ¿Es lo que no está pudiendo entregar el centro?

-Es posible que no esté pudiendo hacerlo, pero es un tremendo error creer que sí lo pueden hacer los extremos. Este gobierno es una clara demostración de eso. En la imagen pública, se fue devaluando la socialdemocracia y empezó a predominar el Frente Amplio y el Partido Comunista con ideas súper simples. Mira el resultado. Es muy malo: en estos años la gente se ha empobrecido. Entonces, es un tremendo error creer que los extremos son una solución. Al contrario, Chile ha sufrido un deterioro enorme, primero por el estallido y luego por lo que ha hecho el gobierno del Frente Amplio.

-Aun así, la primaria la ganó una candidata del PC, que está más a la izquierda que el propio Gabriel Boric, a quién algunos analistas ya consideran un socialdemócrata…

-Primero, no me convence esa tesis de que el Presidente Boric se haya convertido en socialdemócrata. Y segundo, puede haber una explicación sobre quiénes son los que se movilizan a votar. Mientras menos gente vota, más prosperan los extremos. La gente más moderada no está votando si no es con voto obligatorio. En la primaria de la izquierda votó uno de cada diez chilenos. O sea, Jeannette Jara ganó en ese espectro chico de gente que siempre sale a votar y que por definición es más de extrema.

-¿No fue un triunfo contundente? ¿No quedó derrotado el ideario socialdemócrata?

-Es una derrota electoral en ese padrón, de eso no hay duda. Pero para mostrar que no está definitivamente derrotada la socialdemocracia deberá reinventarse y reencantar a la gente.

-Más que en proceso de reinvención, ese mundo ya está sumándose a la candidatura de Jara. ¿Es un error?

-No es un error si tú quieres ser elegido parlamentario o ministro de un eventual gobierno. Pero respecto a las ideas que representaba el socialismo democrático, sí es un tremendo error. Así como también fue un error el modo en que el PS y el PPD se terminaron doblegando ante el Frente Amplio hace ya mucho tiempo. Pero esto está pasando en muchas partes. Por ejemplo, el socialismo francés prácticamente ya no existe, doblegado ante Jean-Luc Mélenchon.

-Luego de su gobierno, Ricardo Lagos dejó instalada una izquierda socialdemócrata. ¿Qué pasó con esa herencia?

-Se ha diluido. Creo que esa es una de las grandes tragedias de Chile. Habíamos llegado a un consenso de cómo manejar el país. Y aunque mucha gente critica esa etapa, con el gobierno de Lagos -que apoyé- yo sentí que ya estábamos listos; que a este país no lo paraba nadie. Finalmente, entre Lagos, Piñera y Bachelet 1 no había mucha diferencia. Había como un consenso nacional y certezas jurídicas. Pero eso desapareció.

Jara, ¿y el disfraz?

-¿Usted imaginó que el PC iba a crecer tanto como para terminar liderando una alianza de izquierda? ¿Lo veía venir?

-No. Sinceramente, no lo venía a venir. Pero ex post no sorprende tanto. El Partido Comunista es de las instituciones más eficientes que ha habido en este país. En el fondo, esa disciplina leninista de la cual se preció el economista Fernando Carmona en una charla en Buenos Aires le ha cundido en forma extraordinaria. Es un partido tremendamente disciplinado y muy encaminado hacia sus objetivos. El punto es que no tengo claro a qué estaría aspirando el PC en cuanto a ideas y cómo quisiera que fuera este país.

-¿Le asusta a Jeannette Jara?

-Sí, me asusta.

-¿Qué lo asusta?

-Que tiene al Partido Comunista detrás y que ella tiene ese maravilloso disfraz de simpatía con el que podría embaucar a alguna gente.

-¿Ve amenazas a la democracia?

-Ya han dicho que quieren cambiar la Constitución. Probablemente, sería en la misma dirección del texto de la primera Convención. O sea, una Constitución que quería eliminar los contrapesos, eliminar el Senado, en fin… Es lo que hizo Hugo Chávez en Venezuela y lo que sigue haciendo Nicolás Maduro. Esa no es una línea democrática. Sería, como dice Jara, una “democracia distinta”. Pero la democracia a la que yo aspiro es la que hemos tenido en Chile desde 1990 y que le ha dado muchos buenos frutos al país.

-¿Cuánto podría pesar el anticomunismo? El rector Carlos Peña ha dicho que eso es una tontería, que el PC siempre se ha optado por el camino electoral. ¿Hay un temor infundado?

-El presidente el PC, Lautaro Carmona, siempre habla de la correlación de fuerzas y de que eso es clave para los cambios que él quisiera hacer. Pero, además, hay algo que atender en la idea que plantea su hijo sobre el leninismo. La idea de Lenin -que es básicamente la diferencia con Marx- es que el PC es la vanguardia que empuja y que provoca un cambio aunque sea forzado. Bueno, eso tiene que ver con la correlación de fuerzas y con llegar al poder. Entonces, que se molesten por hablar de anticomunismo me parece extraordinariamente raro.

-¿Por qué?

-Porque si tú hablas de antisemitismo, por ejemplo, estás hablando de algo que discrimina, que va en contra de lo que la persona es. Mientras que si hablas de anticomunismo es estar en contra de la opción política que ha tomado una serie de personas para estar en un partido. Quejarse y llorar por el anticomunismo es como apropiarse de la emotividad del concepto. Eso me mo- lesta mucho. Es lo mismo que decir que eres anti Chile Vamos o anti Republicano y no he visto a nadie llorar por eso.

-¿Es un concepto que se utiliza como para victimizarse?

-Claro. Porque uno de los grandes juegos del PC siempre ha sido la victimización. Y lo que digo es que esta cosa del anticomunismo es una designación muy emotiva que no corresponde.

-Más allá del partido, el triunfo de Jara ha sido leído como la reaparición del eje elite-pueblo. ¿Hay algo de eso?

-Ella lo ha explotado. Lo sacó a relucir muy rápido cuando fue nombrada candidata al PC.

-¿Pero existe esa tensión élite-pueblo?

-Probablemente sí. Y eso puede tener que ver con que en este gobierno del Frente Amplio, la gente del pueblo lo está pasando peor. Los sueldos no dan y muchas de las cosas que se han hecho van en un sentido que suena bien, como las 40 horas o el salario mínimo más alto, pero que a la larga producen cambios estructurales a la baja en el mercado laboral, cuando la gran meta debería ser estimular el mercado formal.

-Me refiero más bien a qué pasa si ese eje se instala como un clima en la elección presidencial. ¿Puede tensionar al país?

-Me parece muy complejo que exista y muy lamentable que se explote políticamente como parece estar haciéndolo Jara y como lo hicieron Trump o Le Pen. Un político irresponsable levanta este tema para ganar votos, pero sin ofrecer ninguna solución, salvo una solución revanchista, tipo PC tradicional o tipo marxista leninista, de expropiar y destronar a la elite, que es lo que pasó en Rusia.

-¿Eso podría estar en la base de esta elección?

-Es un tema. Mira cómo se eligió Trump: alimentando rabia.

-Pero Jara no tiene eso, no activa rabia precisamente.

-No, pero con una sonrisita de que “yo soy el pueblo y los otros la elite”, que es una forma de manipulación más sutil, puede ser bien eficaz.

-¿Y Kast es la elite?

-Jara es la elite y Kast también es la elite, por supuesto. Son todos elite. Es como decir que Trump no es elite, sino que pueblo. ¡Por favor! Y perdona que insista en Trump porque, en el fondo, estamos hablando de ideas populistas. El tema elite-pueblo es el tema central en todos los populismos.

-¿A eso podríamos estar enfrentados en esta elección?

-Pareciera que hay ese riesgo, pero no sé cuánto va a cundir. Lo que es claro es que es algo que ha empezado a dar vuelta.

El centro de Matthei

-Habla del reacomodo de las izquierdas. ¿Las derechas están mejor? En ese lado Sebastián Piñera dejó una centro derecha liberal. ¿Existe hoy?

-Bueno, la candidatura de Evelyn Matthei representa una continuidad de esa derecha más centrista. Nuevamente me refiero a centrista en el sentido de entender la complejidad de los problemas y que no se resuelven con puro voluntarismo. Pero, claro, empiezan a surgir los republicanos, esta nueva derecha que parece tener como objetivo principal atacar y destruir a la derecha tradicional. Insisto: es lo mismo que ha hecho Marine Le Pen en Francia y Donald Trump en Estados Unidos.

-¿No habrá algo más que eso? La derecha de José Antonio Kast se ha levantado acusando a la centro derecha de ser cobarde y de transar demasiado.

-Esos son los slogans con que funcionan. Partamos por esa afirmación de una derecha que transa. Los inventores de la idea de que la transacción era pecaminosa, horrible e impura fueron los del Frente Amplio. En muchos sentidos los republicanos son el espejo del Frente Amplio. Y para qué hablar del Partido Nacional Libertario. Si no fuera por el Frente Amplio, a lo mejor ellos no existirían. Es bastante obvio que en una democracia hay que transar. Y nosotros vivimos en una democracia. Todo el mundo tiene que perder algo…

-¿La transacción es parte del juego democrático?

-Por supuesto, como pasó con la famosa reforma de pensiones. José Piñera dijo que esa reforma le había dado larga vida a las AFP. Entonces ¿cómo Kast y Kaiser pueden decir que Chile Vamos destruyó el sistema de capitalización individual? Imagino que han leído la reforma, porque esa acusación no es correcta. Cuando acusan a la centro derecha de cobardía, me pregunto: ¿cobardía ante qué?

-Sostienen a que la centro derecha se habría plegado a los dictados de la izquierda y que no marcaron diferencias…

-Si en política, sobre todo si habitas el centro, hay algunas ideas de izquierda que son buenas, se toman. Así como la izquierda de Lagos o la de los gobiernos de la Concertación adoptaron muchas ideas de derecha y no lo hicieron por cobardes, sino porque eran buenas. Lo mismo pasa con la centro derecha. Y en buena hora que así sea. Lo que le daba fuerza a este país era que eso ocurría de ambos lados.

-Parece que ese país se acabó, ¿o está por verse?

-Soy optimista. Prefiero decir que está por verse…

-En el momento actual, ¿qué le pasa a Evelyn Matthei? ¿Por qué está cayendo en las encuestas? ¿No hay espacio para esa derecha?

-Como estuve algunos meses fuera del país, no tengo una sintonía fina. Pero creo que aquí aparece el problema que hablamos al comienzo: las ideas más complejas son difíciles de vender. Pasó algo similar en las primarias de la izquierda. Carolina Tohá era la que tenía las propuestas más concretas, la que estaba realmente interiorizada de los problemas del país, pero quedaba desdibujada con el tono enfático de Jeannette Jara o de Gonzalo Winter. Todo es más difícil cuando estás lidiando con un movimiento que es más tono que realidad…

-Usted es parte de la llamada derecha liberal. ¿Asume que es un sector cada vez más reducido?

-Mira, Chile ha recibido asonadas terribles en el último tiempo. El estallido cambió al país de forma profunda. El crimen organizado vio que no era tan serio y ordenado como se creía y entró por la puerta ancha. Esto cambió la realidad del país y ha provocado una alta demanda por seguridad, por mano dura. ¿Qué quiero decir con esto? Que producto de esa situación el instinto de la calle se aleja del liberalismo. Lo llamaría el instinto Bukele. En ese sentido, el equipo de Evelyn Matthei es extraordinariamente profesional, tienen propuestas muy serias, pero el tono estridente de esta nueva derecha va hacia otra parte.

-¿La derecha de Kast y la de Kaiser son lo mismo?

-Por lo que entiendo, la de Kast es más beata y la de Kaiser es como más chascona en materia religiosa, pero en el tono son lo mismo.

-Y así como Jeannette Jara le provoca algún miedo o preocupación, ¿qué le provoca Kast?

-Aclaremos que no estoy perdiendo el sueño con Jara. Para nada. El país tiene la resistencia para atajar lo peor que podría salir del Partido Comunista. Pero tenemos que estar atentos. El caso de Estados Unidos es paradigmático. Uno siempre entendió que había contrapesos, separación de poderes, para que nadie tuviera exceso de poder. Pero nos hemos dado cuenta que para que eso funcione, se necesita algo más…

-¿Qué es ese “algo más”?

-Un consenso anímico y mucha valentía. Estuve en Estados Unidos en mayo y me sorprendió que la gente habla en voz baja cuando se refiere a Trump. No quiere que la mesa de al lado la oiga. En el fondo, están con miedo.

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