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30 de Mayo de 2020

Análisis: Little Fires Everywhere

"La serie logra introducir algunas ideas interesantes sobre la maternidad. No sólo lugares comunes sobre qué tan lejos una madre puede ir por sus hijos, que aquí de todas maneras está con algunos matices".

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Little Fires Everywhere
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A falta de papeles u oportunidades atractivas en el cine, Reese Witherspoon parece haber decidido hacerse un nicho en la televisión, donde, a juzgar por la evidencia reciente, ha encontrado material mucho más atractivo que en la pantalla grande. No por nada, en menos de un año ya ha protagonizado tres series de peso: la segunda temporada de Big LIttle Lies en HBO; The Morning Show para Apple TV+, con un elenco multiestelar; y su último estreno, Little Fires Everywhere, probablemente la más fallida de las tres, pero no por eso menos interesante.

En esta producción, que debutó sus ocho episodios el viernes pasado por Amazon Prime Video, Witherspoon está en su elemento, con un rol de una madre neurótica y controladora que se desvive por aparentar que su vida es perfecta. Las piezas para armar su supuesta existencia idílica no le faltan: un marido exitoso, cuatro lindos hijos, una enorme y preciosa casa y una vida profesional que no le exige, pero le sirve para completar el cuadro. Y aunque ha tenido mejores actuaciones, parte de lo que hace funcionar Little Fires Everywhere es la convicción con la que Witherspoon se lanza al personaje y cómo, sobre todo en los primeros episodios, le da humanidad a un rol que en otras manos pudo resultar una caricatura insoportable.

La trama se centra en ella, Elena, y cómo su supuesta perfección se empieza a desmoronar con la llegada al pueblo de Mia (Kerry Washington), una madre soltera, artista, de vida nómade y nada estructurada, con una hija adolescente que comenzará a romperle todos los esquemas. La serie se pierde cuando introduce un tercer hilo dramático -sacado directamente del libro en que se basa el programa- que involucra la pelea por la custodia de una niña de origen chino entres su madre biológica que la abandonó, y los padres adoptivos blancos que la recibieron. Pero en su centro, es la lucha de estas dos madres por resguardar sus cuidadosamente armadas existencias.

Si Little Fires Everywhere funciona es por dos aspectos. Uno, el drama, un poco exagerado, no del todo logrado en algunos pasajes, y a ratos sobreactuado que entretiene, con elementos de telenovela bien puestos que mantienen enganchado. Pero en medio de todo eso, la serie logra introducir algunas ideas interesantes sobre la maternidad. No sólo lugares comunes sobre qué tan lejos una madre puede ir por sus hijos, que aquí de todas maneras está con algunos matices. Sino sobre el resentimiento que las madres pueden tener hacia sus hijos, al uso de ellos como espejo y depósito de expectativas frustradas, y las consecuencias que eso puede tener, entre otras reflexiones. Todos elementos que profundizan la experiencia y llevan a una serie que pudo no pasar del mero melodrama para el olvido a un producto más interesante, con grandes fallas, pero que aún así vale la pena ver.

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