Tras más de seis décadas extinto en su hábitat natural, el toromiro sigue su camino para volver a establecerse en su hábitat de origen: Rapa Nui. Una inédita colaboración entre CONAF de Isla de Pascua, el Jardín Botánico de Viña del Mar, la Universidad de Concepción y CMPC permitió que 287 plántulas de este árbol endémico regresaran a la isla, marcando un nuevo hito en la conservación de especies nativas en Chile.
“En CMPC sabemos de árboles, nos apasionan los árboles. Por eso, estamos comprometidos con reintroducir esta especie, especialmente considerando que en la isla ya hay generaciones que nunca la han conocido en su hábitat natural. Eso nos moviliza con fuerza: devolver a la naturaleza lo que alguna vez fue parte esencial de ella. Sabemos que la persistencia es vital; nuestra labor ininterrumpida de 19 años con el Toromiro es testimonio de ello y ha sido decisiva para los logros alcanzados”, señala Jean Pierre Lasserre, gerente de Planificación y Tecnología Forestal de CMPC.
Un regreso esperado por generaciones
Durante más de 60 años, el toromiro (Sophora toromiro) —árbol pequeño de flores amarillas y gran valor ecológico y cultural— solo existía en colecciones científicas, tras extinguirse en su ambiente natural en 1960. El último ejemplar silvestre permaneció en un lugar de muy difícil acceso cerca del cráter del emblemático volcán Rano Kau. Desde entonces, varias generaciones de isleños no han tenido la oportunidad de ver este árbol en su entorno original.

Con la llegada de los primeros grupos polinésicos, la vegetación original de la isla comenzó a ser reemplazada por cultivos. Más tarde, la introducción de especies invasoras como ovejas y ganado agravó la situación. El toromiro —y el ecosistema que lo sostenía— fue depredado sistemáticamente. Pero no solo los animales fueron responsables: los pocos árboles que quedaban también fueron talados por los seres humanos, quienes utilizaban su madera resistente y de tono café para fabricar utensilios, embarcaciones y objetos de uso diario.
La desaparición del toromiro fue el resultado de un proceso progresivo de deforestación y degradación del ecosistema insular, iniciado con los primeros asentamientos humanos y acelerado por la presión sobre los recursos naturales y la pérdida de vegetación nativa.
Ciencia, colaboración y tecnología para la restauración
La reintroducción comenzó con una historia de conservación que se remonta a los años 50, cuando el agrónomo Efraín Volosky, desde la Estación Experimental de Rapa Nui, logró recolectar semillas y enviarlas al Jardín Botánico de Viña del Mar. Simultáneamente, el antropólogo noruego Thor Heyerdahl hizo lo mismo con destino a Europa. Así, el toromiro sobrevivió en colecciones y jardines botánicos, lejos de casa.
Eso sí, los intentos por reintroducir el toromiro no son nuevos. En 2006, seis ejemplares descendientes del último árbol silvestre fueron entregados al vivero Carlos Douglas de CMPC, donde comenzó formalmente su programa de conservación. En paralelo, se establecieron 1.000 plantas en la Reserva Nacional Lago Peñuelas, de las cuales solo 170 sobrevivieron, debido a la dificultad de adaptación al clima.
Durante años, se desarrollaron técnicas de propagación vegetativa y por injerto, y se investigaron protocolos de rescate de embriones y masificación de germoplasma, que hoy permiten contar con más herramientas para enfrentar el desafío de restaurar esta especie.
“Desde 2019 hemos estado enviando plantas a la isla para ensayos controlados que nos permitan evaluar con precisión las mejores técnicas de reintroducción del toromiro en su ento
o original. Hemos aprendido que de nada sirve reintroducir una especie si no se restaura también el ecosistema que la sostiene. El toromiro necesita un ento
o adecuado para prosperar”, destaca Jean Pierre Lasserre.

Todos estos avances van dando frutos. Gracias a una alianza entre el mundo público, académico y privado, 287 plántulas fueron enviadas desde la región del Biobío a Rapa Nui. Las semillas, provenientes del Jardín Botánico de Viña del Mar, fueron germinadas por CMPC en Los Ángeles utilizando dos métodos: una técnica convencional en vivero, y otra a través de un sistema de biorreactores que permiten un control total del entorno.
“Las semillas de Sophora toromiro son pequeñas y poseen una testa muy dura, por lo que se realiza un pretratamiento para ablandarla antes de iniciar el proceso de germinación”, explica Verónica Emhart, subgerente de Genética y Biotecnología de CMPC.
“Luego se cultivan en cápsulas Petri, donde comienzan a emitir radículas, y se trasladan a biorreactores con soluciones nutritivas. También utilizamos sustratos como perlita o vermiculita para evaluar el desarrollo radicular. Todo esto con el objetivo de asegurar las condiciones óptimas para el crecimiento de esta especie frágil”.
El envío incluyó tres lotes de material vegetal: plantas recién establecidas en biorreactor, ejemplares traspasados a contenedores para favorecer el desarrollo de raíces, y semillas germinadas listas para su crecimiento. También se transportaron palmas chilenas.
Un símbolo de biodiversidad y futuro
Además del toromiro, el compromiso de CMPC con la conservación de la biodiversidad nativa se extiende a otras especies emblemáticas de Chile. “En nuestro centro de I+D no solo trabajamos con pino y eucalipto, que son parte de nuestras especies productivas, sino que también desarrollamos proyectos de conservación con especies nativas. Multiplicamos ruil, arrayán, copihue e incluso estamos muy involucrados en un programa dedicado a la araucaria araucana, usando técnicas de propagación controlada”, afirma Verónica Emhart.
“Esto refleja nuestro compromiso con el patrimonio natural del país, combinando ciencia y conservación en cada paso”.
En el corto plazo, el objetivo final es ambicioso: restaurar una hectárea completa de vegetación original en Rapa Nui y lograr que el toromiro vuelva a formar parte del paisaje y de la memoria viva de la isla. Para ello, también será clave involucrar a la comunidad local, fomentando su adopción cultural y promoviendo que este árbol pueda florecer, nuevamente, en cada jardín rapanui.