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10 de Septiembre de 2021

¿Por qué odiamos al empresario, pero amamos al emprendedor?

Los empresarios de los 60, 70 y 80 tenían una visión de mundo radicalmente distinta. Para ellos, hacer crecer un negocio y rentabilizarlo era una necesidad mucho más importante que la de lograr un impacto social.

Por Christian Rodiek
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Christian Rodiek

Christian Rodiek es CEO de FirmaVirtual

Patrón de fundo, clasista, elitista y explotador… En un debate, me topé con esa descripción de empresario que me hizo reflexionar sobre por qué se hace la diferencia entre el empresario y el emprendedor. En Chile, se tiene una muy mala percepción del primero, pues parece dejarnos una sensación de oportunismo y poco respeto hacia sus colaboradores, la sociedad y el medioambiente. O así se percibe en gran parte de la población.

En cambio, el emprendedor parece tener siempre un propósito evidente y un marcado sentido social. Su perspectiva de negocio está centrada en el porqué más que en el cómo, e involucra a todos los intervinientes: colaboradores, proveedores, clientes, la sociedad y el medioambiente. De esta manera, genera dos elementos clave para el futuro de su proyecto: confianza y compromiso.

¿Qué hace la diferencia entre uno y otro? El contexto. Los empresarios de los 60, 70 y 80 tenían una visión de mundo radicalmente distinta. Para ellos, hacer crecer un negocio y rentabilizarlo era una necesidad mucho más importante que la de lograr un impacto social. Y no podemos culparlos, porque su generación era distinta y, por ende, sus formas pensar también lo eran. 

Sin embargo, los nuevos empresarios -emprendedores- ven el mundo desde otros prismas. La necesidad de crear un negocio viene desde un cuestionamiento interno: ¿Cómo puedo solucionar este problema? ¿Cómo puedo aportar para mejorar? ¿Qué me moviliza a querer invertir recursos (tiempo – energía – dinero)? El propósito de una empresa viene desde dentro, pero con el objetivo de ser un aporte al colectivo y no solo a lo individual. 

Los empresarios/emprendedores buscan compartir experiencias, momentos e historias, en lugar de acumular horas y horas en el trabajo para pagar cuentas y deudas por años. Ellos involucran a todo su equipo en los procesos, haciéndolos sentir parte “de”, poniendo como prioridad sus necesidades y flexibilizando la metodología de trabajo.

Sin embargo, no se trata de menospreciar a uno y vigorizar al otro. Los empresarios tradicionales fueron una pieza importante en el progreso y ahora los emprendedores tienen la oportunidad de tomar nota de lo bueno y cambiar lo negativo. Las empresas que nacen hoy con un propósito reparten el éxito entre quienes pusieron su esfuerzo para lograr ese crecimiento. 

Todo lo que estamos viviendo hoy en día como sociedad -el estallido, la pandemia, la crisis- se ha convertido en una oportunidad para mejorar el sistema, construyendo una cultura de empresa con propósito, horizontal, disruptiva, adaptable, flexible y dispuesta a generar valor compartido.

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