
“Emprenderemos el camino de la libertad, y lo haremos acompañados o solos, porque —como ya he dicho— Argentina no puede esperar”. De esa manera el presidente trasandino, Javier Milei, puso en duda la continuación de Argentina en el bloque económico del Mercosur, tal como lo había hecho al inicio de su presidencia. Una amenaza que hoy parece estar cada vez más cerca de convertirse en realidad.
En términos económicos, la salida de Argentina del Mercosur tendría un impacto inmediato. El bloque, fundado en 1991 por el país ya mencionado junto a Brasil, Uruguay y Paraguay, establece un arancel externo común y elimina —o reduce al mínimo— los aranceles internos entre sus miembros, que actualmente también incluye a Bolivia.
Hoy, gran parte de las exportaciones argentinas, en especial las industriales, tienen como destino Brasil, que es además su principal socio comercial. Sin el paraguas del Mercosur, los productos de Argentina perderían las ventajas arancelarias y quedarían en desventaja frente a competidores de otros países, encareciendo sus precios y afectando a sectores clave como la industria automotriz, la metalmecánica o los alimentos procesados.
Sin embargo, según informa Clarín, las relaciones intra zona del bloque económico alcanzan apenas el 11%, un nivel que en suelo trasandino consideran muy bajo en comparación al 60% que registra la Unión Europea.
Más autonomía, menos influencia
Los defensores de una salida argumentan que abandonar el bloque permitiría a Argentina negociar acuerdos comerciales bilaterales con mayor libertad, sin tener que consensuar con sus socios regionales, algo que ha sido fuente de tensiones en los últimos años. Por ejemplo, Uruguay ha intentado varias veces establecer tratados bilaterales con China, algo que ha sido denegado por Argentina y Brasil.
El Mercosur, como bloque, negocia tratados con otros actores globales, principalmente con la Unión Europea. Sin Argentina, su poder de negociación se reduciría, pero también lo haría el del propio país, perdiendo todos los beneficios alcanzados entre las agrupaciones anunciado en diciembre de 2024.
Además, la salida argentina significaría un fuerte golpe no solo por su peso económico, sino también porque rompería el equilibrio político entre los socios, obligando a revisar las reglas internas, las cuotas de exportación y los acuerdos en marcha. Algunos analistas, incluso, consideran al grupo como un benefactor de la estabilidad democrática en la región.
De hecho, durante esta jornada, Javier Milei le entregó la presidencia del Mercosur a Luiz Inácio Lula da Silva, su homónimo de Brasil, dos autoridades de polos políticos totalmente opuestos.
Según establecen los estatutos del bloque, una vez que un Estado comunica y oficializa la decisión de salirse su proceso de retiro comienza, sin que ningún otro país pueda impedirlo. Dicha medida dura dos años desde el anuncio, periodo en el que el país saliente seguirá con los mismos derechos y obligaciones, por lo que la acción que planteó Milei todavía está lejos de concretarse.