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8 de Agosto de 2014

El primer logro del movimiento estudiantil

Hoy es posible articular demandas ciudadanas y no recibir como primera respuesta el escepticismo y temor de una cooptación del Estado.

Por Pedro Pablo Glatz
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Pedro Pablo Glatz es Puertomontino. Licenciado en Historia. Militante de @Rdemocratica y ex Vice @Feuc 2011.

Desde el año 2011 se ha convertido en un lugar común de la discusión pública el reconocimiento de un “cambio de ciclo político”, gatillado por las movilizaciones estudiantiles. Más allá de los matices que uno pueda tener sobre esta aseveración (dentro de las cuales el primero debe ser situar la reactivación del movimiento estudiantil en el año 2006) , no cabe duda que la agenda política fue transformada de manera estructural en los últimos años. Dejamos de tener temas tabú, como el lucro en la educación, la provisión pública de derechos sociales universales o la necesidad de contar con una constitución construida en democracia. Asimismo, las formas políticas se modificaron, dejándose de ver la participación de la ciudadanía en la construcción de políticas públicas como algo no deseable y propio de populismos.

Hoy es posible articular demandas ciudadanas y no recibir como primera respuesta el escepticismo y temor de una cooptación del Estado.

En definitiva, nuestra democracia y su efectiva capacidad de construir una comunidad equitativa se encuentra hoy en disputa. El paradigma neoliberal de democracia, que observa con suspicacia la participación social en la gestión pública, ya no es sentido común. Se está librando la batalla porque la política vuelva a dominar la técnica y el movimiento estudiantil tiene parte importante de la responsabilidad de ese logro. No obstante, hasta la firma del proyecto de ley que deroga la legislación prohibitiva de la participación de estudiantes y académicos en el gobierno universitario, los estudiantes universitarios no habían alcanzado ninguna de sus metas en materia de política pública.

Pareciera extraño plantear esto, pero debemos recordar que ninguno de los objetivos declarados por los universitarios ha sido alcanzado. La educación superior chilena sigue siendo una de las más caras del mundo y las instituciones públicas continúan agonizando dentro de un sistema de mercado que las obliga a competir en situación desfavorable.

Aún más increíble es, que a pesar de los sucesivos escándalos que hemos seguido viviendo como consecuencia del negocio ilegal de numerosas instituciones privadas, no se ha hecho nada para eliminar la estafa con fondos públicos. La jugosa triangulación Inmobiliaria, Universidad, Crédito con Aval del Estado-Acreditación sigue ahí. La estafa continúa.

En ese contexto, el proyecto de ley enviado por el gobierno constituye un importante primer paso hacia la nueva Reforma Universitaria. Además de ser un hito simbólico especialmente relevante para los estudiantes, es un paso en la dirección correcta porque va en la línea de la disputa ideológica que abrió el movimiento estudiantil.

Cabe recordar que la prohibición dictada por la Dictadura descansaba en los preceptos magistralmente expresados por Jaime Guzmán y Jovino Novoa en su icónica memoria de grado conjunta. En dicha tesis se planteaba la necesidad de establecer gobiernos universitarios jerárquicos (monárquicos era la palabra que utilizaban de hecho), restando a los estudiantes y funcionarios de la administración de la comunidad universitaria. Ante ese pensamiento, enraizado en la legislación que hoy busca eliminar el gobierno, se rebela el movimiento estudiantil de la última década: frente a la noción de que la administración de lo común no es un ámbito que compete a todos, sino que únicamente a algunos, los expertos, los “aristócratas” como planteaban Guzmán y Novoa hace más de 40 años.

Los estudiantes se manifiestan en contra de la categorización de todo grupo social como “gremialista”, inspirado por un afán de enriquecimiento o retribución personal. En definitiva los estudiantes se movilizan en pos de construir una nueva democracia, un nuevo sentido común sobre la participación en la vida pública. Construir nuevos gobiernos universitarios propios del siglo XXI es la tarea que compete desde hoy a las comunidades, idear formas de administración que entreguen a la sociedad la riqueza intelectual y ética que Chile espera de sus universidades. Sobre los detalles de estos nuevos modelos se debe discutir largamente en otros espacios, hoy sólo cabe reconocer que este es un paso en el camino adecuado. Uno por el que los estudiantes lucharon por 30 años.

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