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14 de Agosto de 2014

Política binominal

A pesar de ciertas mejoras, el proyecto que ayer se votó no acabará con la política binominal. Cambiar la lógica bicoalicional heredada de la dictadura seguirá siendo una tarea pendiente para las fuerzas democratizadoras de este país.

Por Gabriel Boric
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Gabriel Boric es Diputado independiente. Ex presidente de la Fech.

Ayer el congreso sesionó durante todo el día para enfrentar una crisis. No se trata del tipo de crisis que provoca una catástrofe repentina, como cuando golpea un terremoto. La nuestra es el tipo de crisis que se produce por el lento desgaste de una situación crecientemente adversa que se elude y se parcha, sin enfrentarla directamente. Y así como la erosión puede convertir un terreno fértil en un desierto, la deslegitimación de la política puede convertir la participación y el espíritu democrático de un país, en apatía, desconfianza, abstención y, finalmente, desborde institucional.

Los chilenos y chilenas hemos construido una manera de referirnos a este problema: le llamamos sistema binominal. Y en esto la ciudadanía es clara: Hay que cambiar el sistema binominal. Pero una cosa son las reglas del sistema binominal y otra es la política binominal. La política binominal no se sustenta solo en la regla binominal, también en un sistema electoral que premia la integración en grandes bloques, entregando poder de veto y control para ser electo a quienes administran los cupos de estos conglomerados. Segundo, un sistema de partidos que incentiva la administración cupular, alejada de sus bases. Y por último, un débil sistema de financiamiento público a la política y un sumamente opaco y poco transparente sistema de financiamiento privado de la política. Esta triada se traduce en una altísima colonización de parte de los intereses económicos sobre las dirigencias de los partidos políticos, lo cual no puede ser contrarrestado al interior de lo mismos, y que le entrega a estas dirigencias la llave de entrada y de salida de la política.

Y el problema es que, a pesar de ciertas mejoras, el proyecto que ayer se votó no acabará con la política binominal: no representa ningún avance en democracia interna de los partidos y no se cambia el sistema de listas, ni se atenúan sus efectos. La posición dominante y controladora de los dos grandes bloques políticos se mantendrá. Cambiar la lógica bicoalicional heredada de la dictadura seguirá siendo una tarea pendiente para las fuerzas democratizadoras de este país.

Ayer, nuevamente, el Gobierno vistió de reforma estructural un proyecto tibio e insuficiente. Desde mi escaño, miraba la gran cantidad de asientos vacíos de los parlamentarios de la UDI con un cartel que decía “estamos bien aquí los 120”, comparando a los diputados con los mineros que estuvieron enterrados semanas bajo tierra producto de un sistema explotador de trabajo que hasta el día de hoy no ha mejorado. Claro que estamos bien aquí los 120, ganando más de 8 millones mensuales y con todos los privilegios que tenemos. Pura política binominal.

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