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28 de Noviembre de 2014

La peculiar idea de solidaridad de Don Francisco

La solidaridad de Don Francisco ha convertido a Chile en un país que se disfraza por ciertos momentos en algo, pero que no es más que eso: un disfraz. Una manera de soterrar ese miedo de algunos a un país realmente comunitario y solido democráticamente. Porque, si bien la obra es hermosa, si fuéramos realmente solidarios cambiaríamos la forma en que la hacemos.

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Como es el fin de semana de la Teletón, lo mejor es hablar de solidaridad. De un país solidario que se conciba como comunidad. Y si hablamos de la manera en que se hace esta bonita cruzada como es el fin de ayudar a niños, y cómo se proyecta la solidaridad en Chile, tendremos que hablar de Don Francisco.

El animador de Sábado Gigante, por años ha sido sindicado como el gran señor solidario o por lo menos los medios así lo han establecido desde tiempos inmemoriales. Que se le ve cansado, que no ha dormido nada y que tenemos que llegar a la meta o sino no sabremos qué le sucederá a este hombre de anchas formas, ha sido la consigna por años. Una especie de estandarte en un país en el que el espíritu solidario se levanta una vez al año, para que así después podamos seguir haciéndonos pedazos en esta constante competencia en la que se ha convertido nuestra sociedad.

Mario Kreutzberger, por medio de una acción tan necesaria como la Teletón, ha reducido lo solidario a un programa de televisión de 27 horas, con rostros televisivos luchando por ser buenas personas a punta de sonrisas a la cámara y empujones con tal de salir, de aparecer, de poder verse como personas solidarias, aunque no entiendan realmente cuál es el significado del término.

Un país sin un Estado solidario, es solamente un lugar con instancias caritativas. Y Chile es eso, un lugar con ciertas instancias en las que necesitamos sentirnos bien con nosotros mismos, pero no necesariamente hacer sentir bien al que está al lado. Porque el que está a nuestro lado es con quien debemos competir, incluso por quien dona más dinero a causas y es mejor persona.

Eso es lo que nos ha enseñado Don Francisco: ser solidarios en un lugar competitivo, en donde el que ayuda tiene siempre que verse beneficiado, ya sea por un buen pantallazo en cámara o con publicidad para su empresa. El afán de ser bueno siempre teniendo una recompensa, algo que lo haga poner como una persona noble incluso olvidándose muchas veces del objetivo que se debe lograr.

Es cosa de recordar cuando grandes empresarios inspirados por ese personalismo exacerbado llamado filantropía, han corrido al lado del regordete animador a gritarle fuerte y claro la cifra que hará que todos humedezcamos nuestros ojos al son de los cientos de ceros que danzan en nuestras cabezas, y nos hacen olvidar que en una sociedad realmente solidaria, eso sería una obligación y no algo de lo que jactarse.

Ser solidario en sociedades que realmente respetan y ayudan es parte del día a día, de los impuestos, de la manera en que está armado el aparato estatal para que iniciativas tan importantes como la encabezada por Kreutzberger sean parte de una cultura, y no dé rienda a un show en donde quienes tienen una imagen dañada durante el resto del año, en esa ocasión la laven por medio de su dinero.

Un país como Chile necesita instituciones claras y que formen parte de una sociedad democrática moderna en donde ser ciudadano sea equivalente a ser solidario. En donde no limpiemos nuestros pecados con dos días al año.

Porque me pregunto, ¿qué sacamos con manifestar una cierta bondad durante 27 horas, si el resto del tiempo aplastamos al resto y muchas veces cometemos barbaridades creyendo que estamos siendo justos? Personalmente creo que nada.

El creerse demasiado bueno, y luchar por serlo da por resultados cosas como la sucedida en el centro de Santiago esta semana, en donde a un pendejo de 16 años que intentó asaltar a un adulto mayor, lo ataron a un poste desnudo y nadie hizo nada al respecto. Nadie -ya que todos alrededor estaban embobados por el afán de bondad y justicia- se dio cuenta de que era un ser humano y que las instituciones como Carabineros no pueden ser reemplazadas por pequeños sentimientos de buen samaritano que terminan en fascismo puro y duro. En tortura. Porque para eso están las cárceles y los retenes, para evitar justicialismos antojadizos.

Por eso reclamo un Estado solidario real. En donde la institucionalidad funcione en todo momento y bien. En donde nos demos cuenta de que los personalismos y nuestras ganas eternas por ser buenas personas muchas veces opacan buenas obras como la Teletón, y nos hace olvidar que debemos ser ciudadanos todo el tiempo, y no solamente cuando el mercado nos llama a serlo.

La solidaridad de Don Francisco ha convertido a Chile en un país que se disfraza por ciertos momentos en algo, pero que no es más que eso: un disfraz. Una manera de soterrar ese miedo de algunos a un país realmente comunitario y solido democráticamente. Porque, si bien la obra es hermosa, si fuéramos realmente solidarios cambiaríamos la forma en que la hacemos.

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