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21 de Enero de 2015

Que no nos metan el dedo en la boca

Que el “regalito” –un intendente elegido por la gente- no nos haga perder el norte: nos están dando un hueso pero nos están quitando la comida.

Por Rodrigo Guendelman
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“Un nuevo Intendente, electo, pero sin los recursos y las atribuciones necesarias, puede terminar siendo un remedio peor que la enfermedad”, dice Claudio Orrego.

El actual Intendente de la Región Metropolitana se refiere al proyecto de reforma constitucional que envió la Presidenta al Congreso y que  establece intendentes electos y nuevos gobiernos metropolitanos para Concepción, Valparaíso y Santiago.

¿El objetivo? Avanzar en una descentralización “de verdad”, compromiso que Michelle Bachelet tomó con la ciudadanía el año pasado. ¿La ilusión? Que finalmente tengamos algo mínimamente parecido a un Alcalde Mayor, es decir, una autoridad con suficiente autonomía y recursos para velar por la armonía y el desarrollo integral de la ciudad como un todo.

¿La realidad? Un chiste. Al futuro intendente, democráticamente elegido, le pondrán un verdadero chaperón bajo el nombre de gobernador regional. ¿Sabe quién va a nombrar a ese personaje? El presidente de turno, obvio. Tal como hasta ahora lo ha hecho con el intendente.

“Esto es desastroso ya que, en el fondo, está quedando un monstruo con dos cabezas. ¿Al final quién es el que manda? ¿El intendente elegido o el gobernador regional?”, decía el fin de semana en El Mercurio, Alejandro Kusanovic, presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio de Magallanes.

Interesante también lo que expresa el rector de la Universidad del Bío Bio: “El poder central tiene una contradicción vital, por un lado acepta que elijamos estas importantes figuras, pero no quiere perder la tuición para tomar decisiones”.  Es peor aún, me parece. Hasta ahora sólo teníamos una figura, la del Intendente. Nombrado a dedo y sin poder real, su capacidad de cortar el queque tendía a cero. Pero, al menos, eso lo teníamos claro.

Ahora, en cambio, nos tientan con una elección democrática, nos venden descentralización, nos seducen con una reforma para crear un funcionario aparentemente empoderado. Y la realidad, salvo que nuestros parlamentarios tengan suficiente coraje para hacer los cambios necesarios durante la discusión de la reforma, es un dedo en la boca.

Uno que llega hasta el fondo.” El eje principal para descentralizar el país es entregar autonomía al gobierno de la región, con competencias efectivas para planificar y ejecutar -junto a las comunas- iniciativas para el desarrollo de la región”, agrega Orrego en  su columna, en la cual aprovecha de recordar que la elección ciudadana de CORES no ha sido razón suficiente para garantizar poder efectivo.

Tal cual. Que el “regalito” –un intendente elegido por la gente- no nos haga perder el norte: nos están dando un hueso pero nos están quitando la comida.

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