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15 de Junio de 2017

Inocencia interrumpida en el Wallmapu

"Esa mañana nada importa, pareciese ser que esos niños no existen en la sociedad, nadie velará por contenerlos, para los niños del Wallmapu no está el derecho de vivir en paz, ni vivir una infancia libre de violencia".

Por Karen Denisse Vergara Sánchez
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Karen Denisse Vergara Sánchez es Periodista e investigadora en temáticas de género y violencia

Hagamos un ejercicio, cierre los ojos y pida que alguien le lea. Imagine niños, muchos niños, de cinco, seis, ocho años. Piénselos ahí, en una sala de clases, estudiando, conversando, con los cuadernos abiertos sobre la mesa. Algunos se comparten algo de comer, hace un frío inmenso allá afuera, sus ropas no alcanzan a protegerlos y se sientan con las sillas muy juntitas, tratando de retener el calor corporal.

De pronto se escuchan rugidos de motores. Por la pequeña ventana que da hacia un campo silvestre se divisan grandes vehículos avanzando a toda prisa, se ven enormes, levantan barro y gritan enardecidos. Se rompe un vidrio, algo ingresa rápido y veloz, girando en el suelo. Un olor asfixiante se percibe en el aire. Los niños empiezan a gritar y caer asustados, sienten que sus pequeños pulmones van a estallar, los ojos llenos de lágrimas y ardor les impide ver por donde escapar de esa nube gris que los inunda, que los marea.

Sus profesores intentan contenerlos sin éxito, ellos también están consternados, ahogados, la impotencia de no poder hacer nada para protegerlos los tiene sobrepasados. Los hombres del uniforme verde buscan algo sin cesar y en esa búsqueda no les importan las convenciones internacionales que velan por los derechos de los niños, los tratados globales de la UNICEF. Una mañana de clases hecha añicos, en un país donde se explota el rendimiento académico hasta hacer de la vida de los niños una constante competencia. Esa mañana nada importa, pareciese ser que esos niños no existen en la sociedad, nadie velará por contenerlos, para los niños del Wallmapu no está el derecho de vivir en paz, ni vivir una infancia libre de violencia.

Mientras Héctor Noguera, Gepe y otros artistas promueven la campaña “Yo Opino, es mi derecho”, para que niños y jóvenes entre 4 y 18 años participen de diálogos sobre cómo poder cambiar el mundo en el futuro (iniciativa fuertemente impulsada por la Organización de Naciones Unidas), estos niños están siendo violentados en el mismo lugar donde se les juró obtener garantías fundamentales para su desarrollo.

Su escuela es violentada y reducida a un lugar donde pueden vivir ataques por parte de un Estado que veló por cuidarlos y que no hace absolutamente nada por impedir o sancionar a Carabineros por estos hechos. Niños nacidos en Chile, que no han visto las garantías fundamentales que las leyes nacionales e internacionales deberían entregarles, niños que están creciendo con el temor de los allanamientos nocturnos, donde no existe ningún espacio seguro que sus familias puedan entregarles.

Ya pueden abrir los ojos. Hablamos de la escuela rural G-816, ubicada en la localidad de Temucuicui.

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