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5 de Julio de 2017

Palestina no existe

El embajador puede contar todas las maravillas que se pueda concebir acerca de la vocación de paz israelí, pero lo único válido son los hechos y éstos desmienten de plano la mentada vocación.

Por Manuel Hasbún
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Manuel Hasbún es Secretario General de la Federación Palestina

Tal parece ser el propósito principal del embajador de Israel en Chile, Eldad Hayet, al publicar un artículo en El Mercurio el 25 de Junio, con motivo de haber transcurrido 50 años desde la Guerra de los Seis Días. En él se pretende demostrar que la tierra de la Palestina histórica sólo llevó ese nombre a contar de 1917.

Sin embargo, y al parecer por una inexcusable ignorancia, ya a fines del siglo XIX el propio movimiento sionista preconizaba la emigración judía a Palestina, al igual que lo hacía la Declaración Balfour de 1917 (es obvio que Lord Balfour no inventó el nombre, ni menos en ese año) y los sobrevivientes judíos de la Segunda Guerra Mundial manifestaban su deseo de emigrar también a Palestina. Curiosamente, en 1947 la ONU incurre en el mismo error: recomienda la partición de Palestina.

La explicación a lo anterior podría encontrarse en el hecho que la “Tierra de Israel”, como pomposamente la denomina el embajador, resulta ser un título no respaldado por ningún antecedente legal o histórico, excepto por la mitología hebrea, según la cual el dios particular de los hebreos cedió esa tierra a quienes profesaran la religión judía, sin guardar ninguna consideración con los pueblos que ya la habitaban al momento de dicha promesa.

El embajador dice que llegó la hora de aprender de la historia; pues bien, la historia y la arqueología nos señalan que mil años antes de Abraham ya existía el pueblo cananeo, que habitaba la ciudad de Jericó cuando arribaron los hebreos, y tanto los cananeos como los filisteos habitaban Palestina y precisamente de estos últimos deriva el nombre de ese territorio. Por lo tanto, los hebreos no fueron los primeros ni exclusivos habitantes de ese territorio y las constantes guerras contra los otros pueblos transformaron en precario todo dominio territorial hebreo.

Respecto de la inexistencia de un pueblo palestino, que se desprende del texto del embajador, dicha afirmación no resulta compatible con la existencia en Chile de más de 300 mil chilenos de tal ascendencia y con la existencia en Medio Oriente de casi 7 millones de refugiados de origen palestino. Ellos mantienen dicha condición debido a que fueron expulsados de su tierra, pese a que tanto ellos como sus ancestros siempre vivieron en Palestina y no llegaron desde Europa u otros continentes, como la gran mayoría de los actuales israelíes. Y hasta hoy son refugiados, porque Israel les impide retornar a la tierra que les pertenece.

Por otra parte, se habla de las ofertas de paz israelí, con “concesiones significativas”; las que hemos conocido, consisten en la oferta de un Estado palestino formado por varios territorios inconexos y sin control de sus fronteras y de su espacio aéreo y marítimo y bajo completa tutela israelí. Un Estado no es tal si no cuenta con soberanía. Se olvidó mencionar además, que a quienes permanecen en Cisjordania ocupada, Israel les reserva el privilegio de poder transitar a través de sus más de 500 amables y cómodos check points militares, cuyo servicio se encuentra disponible las 24 horas del día, y la posibilidad de que sus casas y plantaciones desaparezcan de la noche a la mañana, arrasadas por los bulldozers israelíes.

Pese a ello, el embajador se permite afirmar que dichos palestinos “son gobernados por sus propios líderes” (¿?). Y hay que recordar que Gaza, con 2 millones de habitantes, lleva 10 años sometida a un cruento e inhumano bloqueo militar. Y curiosamente, no se hace mención a la más generosa oferta de paz israelí, constituida por la instalación de casi 600 mil colonos judíos ilegales en Cisjordania ocupada, que es territorio palestino; colonos que están fuertemente armados y cuyo número se encuentra en continuo aumento.

Ante la jactancia del embajador respecto de la buena disposición de Israel para la paz con los palestinos, conviene recordar las bondades de la ocupación israelí a través del relato realizado por ex directores del Shin Bet, el servicio de seguridad interna de Israel, en el documental The Gatekeepers, que fuera nominado al Oscar. En él se jactan de los “asesinatos selectivos” y, uno de ellos, Carmi Gillon, declara que Israel “está volviendo la vida insoportable a millones de personas” y que la presencia israelí en Cisjordania equivale a “fuerzas de ocupación brutales, similares a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial”.

Se habla también de acciones bélicas y terroristas por parte de los árabes. Los nuevos historiadores israelíes han desmitificado este tema y afirman, con argumentos, que todas las guerras de Israel han sido de agresión y anexión, lo que es confirmado además por testimonios de ex militares israelíes. Jamás estuvo en peligro la existencia de Israel.

Y respecto del terrorismo, es hora de recordar cómo fue introducida dicha lacra en la región: basta leer los recortes de la prensa entre 1930 y 1948, para advertir que la expresión “terroristas judíos” aparece con frecuencia. Fue ésa el arma principal utilizada para crear el Estado de Israel. Cuando se condena a una sola de las partes por hechos de esta naturaleza, se pierde autoridad para condenar el terrorismo y, especialmente, si con posterioridad a 1948 se lo ha continuado practicando, ahora como Estado, a través de los “asesinatos selectivos”, marca registrada israelí, y los bombardeos indiscriminados a poblaciones civiles.

El embajador puede contar todas las maravillas que se pueda concebir acerca de la vocación de paz israelí, pero lo único válido son los hechos y éstos desmienten de plano la mentada vocación.

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