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21 de Septiembre de 2017

Lo mejor para la izquierda es que gane Piñera

Por más que digan palabras bonitas y repitan frases que emocionan a algunos, los representantes del progresismo chileno no tienen nada para ofrecer en esta vuelta.

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Columnista.

La realidad es muy diferente a lo que pretendemos que sea.  Por mucho que sintamos algo de felicidad por instalar temas como la gratuidad universal y la lucha por los derechos sin que estos sean transables, lo cierto es que seguimos perdiendo. Tenemos todo en nuestro contra, pero no hay urgencia por notarlo.

Me explico. Por más que haya pequeñas victorias en materia “valórica” o en algunas cuestiones sociales, lo cierto es que todo indica que en la izquierda no nos queremos unir todavía. Aún estamos buscando una voz junto a alguien que sea capaz de materializarla o profundizar lo que se ha hecho tímidamente por este gobierno, pero lo concreto es que no hemos podido lograrlo. No hay confluencia, sino divergencias mínimas que parecen enormes ante los ojos de los líderes que dicen levantar banderas del progresismo.

Aunque algunos pidan una cierta unión para vencer a Piñera en segunda vuelta, lo cierto es que aún no hay acuerdo para qué. No sabemos cómo continuar ideas con ideas claras; nos olvidamos del debate ideológico para pelearnos entre nosotros y no entender que la única forma de ganar es derrotar las ideas de una derecha cultural que ve cómodamente cómo discutimos cuando, en el fondo, pareciera haber algo que debiera unirnos.

Todavía hay quienes creen que son la “buena nueva”, mientras hay otros que están seguros de que haber aplicado las ideas del adversario fue algo que tenía que ver con el “contexto”, cuando lo claro es que son los primeros derrotados, los que confundieron ser de izquierda con administrar la institucionalidad de un relato que se vistió de lo “real”.

¿Qué pasó? ¿Por qué lo que tuvo un pequeño tufillo a triunfo político hoy no es más que un viejo recuerdo? ¿Será que debemos tener nuevamente a los poderosos en La Moneda? ¿Acaso tenemos que verlos ejercer el poder de su Constitución nuevamente para que nos unamos? Parece que sí. Parece que somos más izquierdistas cuando estamos en la oposición y no nos deslumbramos con la pequeña idea de electoral de un voto más o un voto menos. Al menos así se comenzó un pequeño paso hacia la politización de cierta ciudadanía el 2011.

Por más que digan palabras bonitas y repitan frases que emocionan a algunos, los representantes del progresismo chileno no tienen nada para ofrecer en esta vuelta. No saben cómo continuarán un legado que la propia administración Bachelet no está muy segura en qué consiste, ni menos cuáles son los puntos concretos con los que se logrará un cambio de paradigma concreto y de manera democrática. Esa es la realidad. Esa que está oculta bajo bellas ensoñaciones que nos hacen creer que la fuerza de lo que enfrentamos no es tal, y que con un pequeño movimiento de masas podremos dar vuelta un trabajo ideológico de años.

Lo siento. Tal vez en esta oportunidad lo mejor sea volver a la adversidad y estar realmente del lado de la calle para así convencerla de manera más maciza que en otras ocasiones. A lo mejor tener al gran representante de este modelo en la casa de gobierno nos haga pensar nuevamente en lo que no queremos y cómo implementar lo que sí queremos hacer. Quizá me equivoco, pero creo que la materialización del triunfo en las urnas de lo que decimos combatir, nos dará más pistas de cómo combatirlo. Todo esto, claro está, requiere de una unión verdadera del progresismo y la izquierda, en donde el propósito esté más claro que el rostro que lo represente, ya que esto último también será lo que nos hará perder en estas elecciones.

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