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3 de Abril de 2018

¿Y si volviera el mecenazgo?

"Los antiguos mecenas del renacimiento llegaron a ver su nombre inscrito en las páginas de la historia por su patrocinio a artistas e intelectuales, pero en Chile aún no vemos eso".

Por Arturo Ruiz
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Arturo Ruiz es Es licenciado en Filosofía de la Universidad de Chile y Master of Fine Arts en Escritura Creativa de American University, en Washington DC. Destacan en sus publicaciones literarias la rutina Allende Ghost de Juan Carlos “palta” Meléndez en el Festival de Viña 2007 y la novela Los Pájaros Negros publicada por RIL Editores en 2010. Recientemente lanzó el Breviario de la Derecha una especie de Manifiesto Comunista, pero de derecha. Actualmente trabaja en proyectos teatrales y literarios

En el mundo de los libros, el trabajo del editor pasa muchas veces inadvertido. El trabajo en la revisión, muchas veces reescritura y corrección, así como los llamados paratextos (esas cosas escritas en la contratapa o en las solapas), permiten que un producto literario acabado llegue a manos de los ávidos lectores. Sin embargo, la piratería, los archivos compartidos en internet e incluso los audiobooks que aparecen en diversas plataformas hacen que el mundo editorial quiera arriesgar menos en escritores desconocidos y se aventure solo en aquellos nombres consagrados.

Las editoriales independientes han hecho su parte en este esfuerzo, pero se encuentran con situaciones similares a las grandes, con el agravante de que, en este caso, estas editoriales independientes se juegan la vida como empresas.

La órbita de musical hace tiempo que encontró una solución: el crowdfunding, es decir, solicitar al público destinatario de una obra musical el financiamiento en la medida de las posibilidades de cada destinatario del producto, a cambio de discos autografiados, entradas a conciertos o de aparecer en los créditos de la obra. En el caso de la literatura esto es más difícil: si bien se realizan presentaciones y lecturas en público, la palabra escrita es por naturaleza un placer reservado. Tales presentaciones y lecturas tienen por objeto principalmente ser una suerte de prólogo para el goce íntimo del lector ante el papel o la pantalla de su nuevo dispositivo electrónico. Por otro lado, la lectura se ha transformado en un placer caro, tanto por el costo de los libros en nuestro país, como por la escasez del tiempo. Muchas personas creen que debiera sacrificarse el costo de una salida a un bar con los amigos a cambio de un buen libro, pero ello es también un sacrificio; ¿acaso el goce de la conversación y la interacción social es el precio por la buena literatura? Empresas tales como Pentian y Bookolia han tenido éxito en el extranjero, pero en Chile aún pareciera que estamos en pañales en este sentido. Los aportes que estas compañías proponen además son modestos para los mercados internacionales, pero el tipo de cambio los hace onerosos para el público chileno.

Últimamente, hemos visto a personas como Leonardo Farkas o el mismo Andrónico Luksic han sido capaces de ayudar a personas con las más diversas necesidades, sin embargo, su mecenazgo artístico aún es escaso. Los antiguos mecenas del renacimiento llegaron a ver su nombre inscrito en las páginas de la historia por su patrocinio a artistas e intelectuales, pero en Chile aún no vemos eso. Esto no se debe al egoísmo de los posibles mecenas, sino en gran parte a que la industria cultural se considera un negocio y se pide a los artistas ser además “gestores culturales” y empresarios de sus propios proyectos. Las cualidades empresariales, lamentablemente, no siempre van de la manos con las competencias creativas: así tenemos a muchos escritores manejando en Uber o como empleados de call centers, lo que tiene un inmenso costo en su calidad de vida y en su producción artística.

El arte en general y la literatura en particular generan identidad y cohesión en un pueblo. Hoy, lamentablemente y con honrosas excepciones, vemos que muchas de esas áreas están a cargo de élites económicas que no arriesgan nada con las posibles pérdidas de un fracaso editorial, pero que jamás tendrán tal experiencia, dado que además tienen acceso a medios de comunicación que los promocionan automáticamente. Por otro lado hay personas de un origen humildísimo que no tienen mucho que perder si dedican su tiempo a las artes, dada su costumbre en la vida menos que modesta. Tal fue el caso de un Pedro Lemebel. Una enorme clase media debe consagrarse a labores menores para financiar sus vidas y familias. ¿Cuál no sería su aporte si vieran concretados sus proyectos? ¿Cuánto no tienen que decir de la vida de la gran mayoría de los chilenos? ¡Sería un sueño que volvieran los mecenas en estas nuevas plataformas disponibles!

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