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10 de Septiembre de 2018

Mike Patton Mondo Cane, un gringo típico chileno

"Patton, vestido de terno blanco y camisa negra acorde a la ocasión, fue ovacionado apenas apareció. Simplemente Chile lo ama". Foto: Transistor / Matias Delacroix

Por Johanna Watson
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Johanna Watson es Publicista, escritora especializada en rock y sus ramas. Investigadora de la historia de la música chilena.

Llegó septiembre y con él la primavera, las cuecas, las fondas y las empanadas. Llegó el mes de la chilenidad, llegaron los asados, la chicha y el pebre cuchareao. Llegaron los terremotos y los porotos, los volantines y los vestidos floreaos.

No pudo escoger mejor el mes de su llegada, en medio de los primeros “ce-ache-i” que tanto le gusta pronunciar y del cotillón tricolor, Mike Patton, el gringo más querido por los chilenos, vino para demostrar por qué su lugar en nuestros corazones es único e intransferible.

¿Y cómo no? Patton es el único rockero que viene a nuestro país y se corta el pelo en el Persa Bío Bío, que dejó la escoba en el Festival de Viña en los 90s, incluyendo una inolvidable agarrada de culo a Vodanovic; que toca en la Teletón, homenajea a Violeta Parra y de paso bautiza a Don Francisco como “Don Corleone”.

Bueno para las chuchadas en spanglish, el merecido postulado a Rey Guachaca, se ganó la “nacionalidad chilena” a puro carisma.  Se merece una Tarjeta Bip cargada con veinte lucas y una Cuenta RUT sólo por tener la gracia de ser él.

Así es señoras y señores, llegó a Chile nuestro querido Mike Patton, para presentarse en el  teatro Coliseo, inicialmente durante tres noches seguidas con su show Mondo Cane. La primera de ellas -que agotó entradas en tiempo record-  se celebraría la noche del sábado, en una jornada que prometía llenar el recinto de emoción y magia italiana.

Luego de la presentación del capo de Alain Johannes, vendría el show más esperado de la noche. Chiflidos y aplausos cuequeros, gritos de huaso (Uyui!) entre el público, alentaban la aparición de los músicos sobre el escenario. Pero algo extraño pasaría por primera vez en un show donde actuara Patton: primero, la presentación de Johannsen terminaría algo abrupta, y luego, en contra de todo lo previsto, anunciarían por micrófono que el show se cancelaba: Mike estaba enfermo, se había intoxicado con algo que comió y se iba a la clínica. El show se posponía para el día siguiente.

En Twitter pedían #FonasaParaPatton o decían “¿Qué más chileno que enfermarse en “sedtiembre”?” y efectivamente es así ¿Qué podría ser más patriota? Simplemente el lazo se acentúa y  refuerza su “chilenidad”.

Es domingo 9 de septiembre y son las 18:00 hrs. El centro de Santiago vuelve a teñirse de poleras con bandas y proyectos liderados por Patton: Mondo Cane, Tomahawk, Fantomas, Faith No More y Mr. Bungle. Además, entre los asistentes, se ven varios vestidos en su estilo, con la boina “de abuelo” que usa hace varios años.  Se siente un ambiente familiar, hay caras conocidas. Una sensación de alegría nos reúne nuevamente.

En la calle, los puestos de merchandising “cuneta” contaban con el más variado surtido de productos que jamás haya visto: stickers, cintillos, imanes, tazones, abridores de botellas, llaveros, poleras y polerones. El elemento novedoso esta vez (y de moda en los últimos conciertos) es la graciosa máscara del artista, para sacarse una “selfie” con él. Dentro del teatro, la gente volvía a llenarlo con el mismo entusiasmo que la noche anterior.

El concierto partió con pocos minutos de retraso. La banda y la Orquesta Sinfónica de Chile son aplaudidas a rabiar durante su ingreso.  Patton, vestido de terno blanco y camisa negra acorde a la ocasión, fue ovacionado apenas apareció. Simplemente Chile lo ama.

El espectáculo, sencillo en cuanto a recursos de pirotecnia y audiovisual, demostró una vez más que todos los adornos no son necesarios cuando lo importante (la música) se ejecuta de manera excepcional.  

La banda estuvo impecable, no se percibieron errores, se escuchó el disco tal como suena en el álbum, y la totalidad de los temas incluidos en setlist, se escucharon tal como los han tocado en otras oportunidades, incluso, me atrevería a decir que algunos sonaron más resueltos. Se extrañó, eso sí, “Qué he sacado con quererte” el cover de Violeta Parra que habían tocado en versiones anteriores. En general fue un show muy sobrio, redondo, al grano, como suele ser el Mondo Cane.

Caso aparte es la excelente calidad vocal e interpretativa de Patton, no falla, salvo un pequeño desajuste de afinación en uno de los temas del comienzo. En general, su entrega estuvo al nivel de siempre, que era una de las grandes dudas que tenía la gente, dado el estado de salud que le había impedido actuar el día anterior. Pero no sólo fue su nivel interpretativo, también su impronta sobre el escenario, su fuerza, el rock que no desaparece de su garganta,  aunque esté cantando clásicos de los años sesenta.

El sonido estaba bien ecualizado para el tamaño del recinto, ni siquiera estando demasiado cerca de los altavoces se sentía un volumen excesivo. Por otra parte, el espacio del escenario era demasiado pequeño para la cantidad de músicos que lo habitaron, lo que dejó a varios fuera de foco y visibilidad, entre ellos, al tremendo Vicenzo Vasi (que fue el más ovacionado en la presentación de los músicos) y que es un espectáculo por sí solo, tocando su Theremin.

Se lució también Enrico Gabrielli, con sus inagotables instrumentos de viento, que tocó sin cometer errores. El maestro Cheche Alara a cargo de la orquesta, mantuvo el pulso, la precisión de los músicos milimétricamente perfecta en todo momento.

Las coristas, Claudia Puglisi, Valeria Vasta y Roberta Lizzio estuvieron impecables, incluso mejores que en los shows anteriores de Mondo Cane. Dario Rosciglione, en el bajo y Enri Zavalloni en el piano, también sonaron maravillosamente.

Y para el final, los tambores: la batería a cargo del jazzero Scott Amendola que, como siempre mostró su destreza y pulcritud con el instrumento. En las percusiones, el gran William Winant, que aporta creando para cada tema un “ambiente” diferente. Cabe decir que él fue parte de los músicos de sesión, en dos discos de una de las bandas más emblemáticas y queridas por el público chileno que sigue a Patton desde sus comienzos: Mr. Bungle.

En general, la banda funciona de maravillas, se notan los ensayos y la calidad de todos como músicos. Mención honrosa y especial al esamblaje con nuestra Orquesta Sinfónica, que mostró con creces por qué fueron seleccionados para tocar en Mondo Cane.

Patton dice “vale”, “la raja” “chichichi” (emulando nuestro grito nacional) y hay risas desde ambos lados. Todo lo que él haga y diga, aunque sea un “hola” la gente lo celebrará.  La comunión con el público es perfecta, incondicional en ambos flancos. A Patton le gusta Chile y a Chile le gusta Patton, eso es un hecho indisoluble, si esto fuera un matrimonio, podríamos decir que es una relación estable, con pequeños enojos, pero que en rigor “hay amor” y que pase lo que pase, esto será para siempre.

Setlist

1) Il cielo in una stanza

2) Che notte!

3) Ore d’amore

4) 20 km. al giorno

5) Quello che conta

6) Urlo negro

7) Legata a un granello di sabbia

8) Deep Down

9) Pinne, fucile

10) Scalinatella

11) L’uomo che non sapeva amare

12) Ma l’amore no

13) Canzone

14) Ti offro da bere

15) Storia d’amore

16) Lontano, lontano

17) O Venezia, Venaga, Venusia

18) Yeeeeeeh!

19) Senza fine

20) Dio, come ti amo

21) Una sigaretta

22) Sole malato

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