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7 de Marzo de 2019

¿Sororidad? Sí, pero de la auténtica

"El 8 de marzo no es solo poblar las redes sociales de frases de Simone de Beauvoir, imágenes de Frida Kahlo o de nuestras fotos con poleras y tazones con mensajes de girl power".

Por Yasmin Gray
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Yasmin Gray es Abogada Universidad del Desarrollo

Un nuevo ocho de marzo. Se reactivan, una vez más, las mismas discusiones álgidas y abundantes en insultos en redes sociales entre simpatizantes y detractores del feminismo. Que cállate feminazi, que cállate machito, que si eres hombre no debes ir a marchar, que quiero igual ir a marchar porque quiero pelear por ustedes, que eres un porsilaponguista desesperado… y así ad eternum.

A estas alturas, ya se sabe que el feminismo no es indiferente para casi nadie, ya sea a favor o en contra. Pero también sabemos que la expansión de un movimiento no es sinónimo de que este logre ser comprendido y asimilado en su totalidad por quienes se acogen bajo su paraguas, sino que, por el contrario, podemos empezar a notar que hay un número no menor de adherentes -especialmente mujeres- a la causa que, por más que griten a los cuatro vientos su amor por el feminismo, tanto en la vida real como en sus redes sociales, al parecer realmente no entienden el significado del feminismo, y menos de su prima hermana, la cual viene a ser la sororidad, o el apoyo entre mujeres.

¿De qué sirve que llenemos Twitter e Instagram de peroratas y hashtags lamentándonos cada vez que hay un nuevo femicidio o se deja al descubierto a otro famoso golpeador o abusador, si cuando una mujer que no nos simpatiza nos cuenta una experiencia de violencia que vivió, le bajamos el perfil o insinuamos que miente? ¿De qué sirve inundar las calles marchando por los derechos de la mujer, si hablamos mal de otras mujeres por su vida sexual? ¿De qué sirve pedir igualdad, si vemos como un cacho a la compañera de trabajo que faltó por tener que cuidar a su hijo pequeño?

¿De qué sirve rasgar vestiduras por el respeto a la mujer, cuando no hacemos nada e incluso nos reímos y celebramos si el trato grosero lo recibe una mujer que no comparte nuestras ideas políticas o religiosas? ¿De qué sirve llenarnos la boca con la empatía y el derecho a decidir, si no somos capaces de respetar las elecciones que mujeres hacen sobre su vida familiar? Y así, lamentablemente, estamos rodeados de ejemplos de incoherencia insólita entre lo que proyectan muchos de quienes dicen seguir el feminismo y su conducta en la vida real.

El 8 de marzo no es solo poblar las redes sociales de frases de Simone de Beauvoir, imágenes de Frida Kahlo o de nuestras fotos con poleras y tazones con mensajes de girl power. Es entender el simbolismo de la muerte de ese centenar de obreras que ese mismo día de 1857 marchaban exigiendo igualdad en sus salarios y terminaron reprimidas brutalmente por la policía, y que no inmolaron sus vidas para que más de un siglo y medio después, miles de mujeres ansiosas de ponerse a tono, pero con muy poca conciencia de la realidad, las invoquen en vano.

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