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2 de Marzo de 2020

El gran integrador

Asoma un líder, no solo para Uruguay, sino tal vez para una Latinoamérica agrietada que necesita de una nueva política, sostenida en la sensibilidad para integrar e incluir.

Por Guillermo Bilancio
Luis Lacalle Pou
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Guillermo Bilancio es Profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibañez. Consultor en Alta Dirección

Luis Lacalle Pou, de 46 años, es abogado, senador por el Partido Nacional, hijo y nieto de Presidentes, apasionado surfista, es el nuevo presidente de Uruguay.

Este rebelde con causa, creó una coalición inédita para competir en el ballotage, con la que obtuvo un ajustado triunfo que sirvió para lograr la alternancia democrática después de 15 años de gobierno del Frente Amplio.

Para algunos desprevenidos, Luis es la representación del típico “cheto” uruguayo habitante del tradicional barrio de Carrasco (casi un “cuico” chileno), pero conociéndolo, es imposible no ver en él a un tipo de “calle” que recorre y vive las experiencias de la gente común. Esa es la virtud determinante para darse cuenta.

Esa capacidad, sumada a su inteligencia interpersonal, lo llevó a diseñar una maniobra política de alto vuelo para poner en marcha su abordaje a la presidencia.

Lacalle abandonó la idea de ofertas y promesas clásicas de la vieja política, y se planteó un propósito: unir.

Esta tarea tuvo y tiene un eje: la integración con libertad, una manera diferente de entender y de hacer política.

Lacalle tejió una coalición “multicolor” basada en acuerdos fundamentales pero manteniendo las lógicas diferencias ideológicas que enriquecen al modelo sin fundamentalismos ni rigideces. Esa es la clave que permite cohesión, sin la cual nada es posible, menos gobernar.

Lacalle pensó en el propósito de convivencia como vector estratégico para alcanzar logros superiores. No estuvo ni de un lado ni del otro de los extremos de la política, sino fue anti grieta.

Ni de izquierda ni derecha, es un integrador de ideologías. Piensa hacia adelante y no hacia atrás. En progreso o retraso. Esa es su idea, siempre sostenida por la democracia en libertad.

Por eso, más allá del conocimiento, la clave de Luis Lacalle es darse cuenta. Es su sentido común el que lo conduce, que le permite diseñar un sueño de pais, a partir de la convicción de alcanzar el bienestar de la gente a partir de la unión sin mezquindades.

Para algunos dinosaurios de la vieja política, el lenguaje de Luis es demasiado simple, sin reglas ni sintaxis ni formalismos. Casualmente por eso, su lenguaje es siempre político, sostenido en sus valores de compromiso, austeridad e imaginación.

En Latinoamérica vivimos momentos de duda, de enfrentamientos sociales que no se resuelven con un paquete de medidas ni con ofertas ni dádivas. Tampoco con discursos revolucionarios vacíos. La nueva política exige hacer foco en la convivencia.

Eso que Luis Lacalle vio y lo que otros no. Y esa visión no se obtiene en universidades, ni aprendiendo técnicas de liderazgo. Es una forma de ser. Tiene que ver con su manera de ver la vida.

Asoma un líder, no solo para Uruguay, sino tal vez para una Latinoamérica agrietada que necesita de una nueva política, sostenida en la sensibilidad para integrar e incluir. Bienvenido Luis.

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