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21 de Febrero de 2021

China en el año del buey

"Junto al éxito exhibido en materia sanitaria, China fue la única gran economía que creció durante el 2020, con un incremento del 2,3% del producto (según las estadísticas oficiales)".

Por Juan Pablo Glasinovic Vernon
Xi Jinping vacunas China ha sido uno de los países más exitosos en la lucha contra el contagio, incluyendo el desarrollo de varias vacunas. Foto: Agencia UNO/Archivo
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El 12 de febrero recién pasado, comenzó un nuevo año lunar. De acuerdo a la cultura china, en esa fecha pasamos al año del buey (o búfalo para quienes suene más elegante), dejando atrás el año de la rata.

El cambio de signo es positivo, y desde la perspectiva china augura un mejor año. Si el 2020 China fue la fuente de la pandemia del COVID19 con todas sus consecuencias – la rata suele ser asociada a epidemias – el paso al año del buey abre la esperanza de dejar atrás todo eso.

De acuerdo al horóscopo chino, las personas nacidas durante el año del buey son muy seguras de sí mismas, y conocen sus objetivos. Potente y equilibrado, el buey siempre se las arregla para encontrar la energía necesaria para volver a ponerse de pie, incluso en los tiempos difíciles.

El gobierno chino y el Partido Comunista ya se están encargando de resaltar los buenos augurios del año lunar recién iniciado. Hay razones poderosas para ello. China ha sido uno de los países más exitosos en la lucha contra el contagio, incluyendo el desarrollo de varias vacunas. Según las cifras oficiales, han muerto casi 5 mil personas, y aún cuando esa cifra fuera groseramente manipulada (de lo que no hay indicios serios), en ningún caso llegaría a los más de 500 mil muertos que ya tiene Estados Unidos, con un cuarto de la población de China. Además de la exitosa estrategia local de contención del virus y su neutralización a través de las vacunas creadas, China se hizo de un lugar privilegiado en el ámbito de la cooperación multilateral sanitaria. Sus vacunas están llegando a muchos países, ya sea por compra o donación, incluyendo América Latina.

Junto al éxito exhibido en materia sanitaria, China fue la única gran economía que creció durante el 2020, con un incremento del 2,3% del producto (según las estadísticas oficiales).

En su discurso del 31 de diciembre pasado, el presidente Xi Jin Ping destacaba el liderazgo del partido en el difícil contexto vivido, anunciando que gracias al firme rumbo emprendido y a las medidas implementadas, China ha tenido mejor suerte que las otras potencias y acrecenterá su influencia en el mundo.

Este discurso optimista, apoyado en los resultados, no busca solo mejorar el ánimo de la población y de los agentes económicos. El 1 de julio de este año, el Partido Comunista Chino cumple 100 años desde su fundación. Hay por lo tanto una clara intención de dejar en evidencia que el partido ha sido, es y será el pilar de una China cada vez más próspera y poderosa. Sin él, China podría volver a lo que fue su “siglo de la vergüenza”.

De seguir así las cosas, todo fluye hacia una mayor concentración del poder en el líder Xi Jin Ping y en el Partido Comunista. Como los emperadores de antaño, su éxito y trascendencia se medía por el poder que acumulaban. Y mientras más fuertes, más poder concentraban. Solo una indisposición con los dioses podía romper esa dinámica.

Por el lado económico, todo se ve muy buen aspectado. El FMI proyecta un crecimiento del 8% para este año, para bajar al 5,5% el 2022. En medio de la peor recesión mundial desde que se tenga registro, China no ha dejado de exportar, en su condición de centro manufacturero del mundo. El Covid-19 ha estimulado la producción de toda una serie de bienes, desde mascarillas (220 billones exportadas), test PCR (1 billón exportado), pasando por computadores, tabletas, televisores, consolas, celulares y otros productos electrónicos cuya demanda se incrementó con las cuarentenas y el teletrabajo.

Aunque quedó en evidencia la dependencia del mundo respecto de China en los productos reseñados y otros como los medicamentos, la alternativa de reemplazo tomará su tiempo, por lo que le quedan al país todavía unos buenos años en materia de exportaciones.

De seguir con las positivas cifras exhibidas, China adelantaría al 2028 su condición de primera economía mundial, arrebatándole el cetro a EEUU.

Pero si bien el panorama es “glorioso” en el corto plazo para China y el Partido Comunista, hay nubes en el horizonte y Xi Jing Pin quiere anticipar medidas para capear el eventual mal tiempo venidero. Un motivo de preocupación es la dependencia de las exportaciones. A pesar de los esfuerzos para estimular la economía doméstica, el consumo local sigue siendo comparativamente bajo. A eso se suma una alta deuda interna, que ha llegado al 280% del PIB y no para de crecer.

En materia tecnológica, a pesar del espectacular desarrollo del sector, desde las telecomunicaciones hasta la carrera espacial, China sigue dependiendo de Occidente en materia de semi conductores, y dicha brecha no podrá cerrarse en el corto plazo, a pesar de las multimillonarias inversiones y del alineamiento público privado para convertir al país en el más avanzado del mundo.

En lo que se refiere a las relaciones exteriores, la puja nacionalista de Xi Jin Ping está abriendo demasiados frentes externos. A la pugna con EEUU se suman tensiones fronterizas con India, Japón y varios estados del Sudeste Asiático. Con Canadá, Austalia y la Unión Europea las relaciones han estado también tirantes. Si en un año revuelto como fue el 2020, China pudo haber aprovechado a su favor los múltiples distractivos internos de los otros países, en adelante es de esperar una mayor coordinación entre quienes se consideran amenazados por China.

En el frente interno, el Partido Comunista ha acrecentado su control social y político. El propio tratamiento de los focos de pandemia demostró el nivel alcanzado con la ayuda de la tecnología, y desgraciadamente está reforzando la red de vigilancia con nuevas herramientas.

Respecto de Hong Kong, las autoridades chinas decidieron terminar con lo que se consideraba como un foco que podía “contaminar” políticamente al resto del país. Contribuyó a este proceso la circunstancia de que la zona es una plaza cada vez más china en materia financiera, ante el menor peso de las empresas extranjeras.

Finalmente, la relación ambigua y opaca que existe entre el Partido Comunista, el Estado y las grandes empresas privadas chinas, tomó ribetes de mayor control político. A la exigencia de adherencia al Partido Comunista de los controladores de las empresas, se agrega la incorporación de representantes del partido en los directorios y en la administración. Además, cada cierto tiempo, se ha dado una señal ejemplarizadora, para que los empresarios se mantengan en línea con las prioridades del gobierno. Ocurrió recientemente con Jack Ma, fundador de Alibaba, quien desapareció de escena por un par de meses y quedó sin efecto el lanzamiento en bolsa de su empresa Ant Financial, en lo que iba a ser el mayor debut bursátil del mundo, con la salida simultánea de las acciones en Hong Kong y Shanghai.

El presidente Xi Jin Ping mira con confianza el año del buey y espera poder mostrar al mundo los múltiples éxitos y beneficios derivados de su gestión, en los Juegos Olímpicos de Invierno que se llevarán a cabo en Beijing en 2022. Al igual que lo ocurrido en 2008, será una ocasión propicia para mostrar a una nación que está recuperando el sitial principal que le corresponde en el mundo.

La pregunta es si el año del buey inaugurará un período de paz, salud y crecimiento, o será solo un interludio entre el de la rata, que le precedió, y el del tigre que le sucederá y que representa un perfil impredecible.

Habrá que ver qué dicen los astrólogos y observar atentamente las decisiones del liderazgo chino durante el año, para discernir.

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