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23 de Febrero de 2021

Déjà vu

¿Hay que abrir las escuelas y liceos a cualquier precio? Por supuesto que no. Estamos frente a un proceso extremadamente complejo; no obstante, hoy tenemos mucha más información y experiencia en cuanto a prácticas y estrategias exitosas.

Por Roberto Bravo
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Roberto Bravo

Roberto Bravo es Director Red Colegios CAP MAULE

El investigador Émile Boirac acuñó el término déjà vu, que significa “ya visto” e implica una sensación de estar viviendo una situación idéntica a otra vivida anteriormente, pero, sin embargo, no somos capaces de recordar cuándo o por qué nos resulta familiar.

Esta semana, esa sensación ha vuelto. Solo que ahora podemos recordar con absoluta claridad, por qué nos resulta conocido: una vez más, hemos sido testigos de descalificaciones, frases desafortunadas y argumentos que más parecen excusas que otra cosa, sobre el debate educativo para iniciar el año escolar.

Tuvimos todo un año para prepararnos, pero pareciera ser que no nos alcanzó. Y no me refiero tan solo a proveer de mayor tecnología (algo muy necesario, por cierto) a las comunidades escolares más golpeadas, sino también, de habernos despojado de los egos y de las defensas corporativas sordas, que nos impidieron sentarnos y avanzar.

Seamos claros: luego de meses de atrincheradas posiciones, el regreso a clases este 2021 necesitaba un nuevo trato, un tono distinto, pero, a todas luces, estamos viviendo exactamente lo mismo.

Regresar a clases presenciales debe ser nuestra prioridad. Hoy, por lo menos, existe consenso en aquello o, tal vez, algunos se dieron cuenta de que el retorno tenía mayor rating. No importa. Niños, niñas y adolescentes deben regresar a las aulas cuanto antes. Las escuelas no solo permiten entregar conocimientos, sino también asegurar aquellos derechos que en los hogares muchas veces no pueden ser garantizados. La escuela es la presencia del estado.

Ahora bien, ¿hay que abrir las escuelas, colegios y liceos a cualquier precio? Por supuesto que no. Estamos frente a un proceso extremadamente complejo; no obstante, hoy tenemos mucha más información y experiencia nacional e internacional en cuanto a prácticas y estrategias exitosas que, al momento de regresar presencialmente a las escuelas en 2020, dieron resultado. Pero de nada sirve si no somos capaces de sentarnos (en serio) a resolver los obstáculos e inquietudes que, legítimamente, puedan existir frente al retorno de nuestros estudiantes y profesores.

El año pasado, António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, declaró que nos enfrentábamos a una “catástrofe generacional que podría aniquilar el potencial incalculable, socavar decenios de logros y exacerbar las desigualdades profundamente arraigadas”. No podemos perder más tiempo. Regresar a las escuelas debe ser nuestra meta compartida. Debemos alejarnos de sordos diálogos y balcanizadas posturas. Habrá, por lo tanto, que discutir hasta que duela. Pero para eso hay que tender puentes, reconocer y aprender de los errores. ¿No es lo mismo que les enseñamos a nuestros estudiantes?

A pocos días de comenzar un nuevo año escolar, se requiere un nuevo tono y una disposición distinta. Por eso, seguir participando del debate de la reapertura de escuelas desde agendas personales con respuestas sacadas de un manual es, de nuevo, no entender nada. Porque mientras los adultos seguimos en este déjà vu constante, los que perderán – nuevamente – serán nuestros niños, niñas y adolescentes. ¿No será momento de avanzar?

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