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23 de Febrero de 2021

El nuevo rostro de la tecnología

Las tecnologías disruptivas permiten hoy la creación de personajes virtuales con cada vez mayor apariencia real, acercándonos cada día más a la posibilidad de no poder distinguir si son reales o ficticios, trayendo consigo un sinnúmero de conflictos éticos y legales que deben ser abordados a la brevedad.

Por Jorge Pavez Retamal
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Jorge Pavez Retamal es Director de Tecnologías. Academia Industria 4.0

Es probable que muy pronto, las grandes figuras del cine y la televisión dejen de ser las estrellas que brillan hoy y se conviertan en simples mortales, como cualquiera de nosotros, puesto que ya existen nuevas tecnologías —muchas de las cuales ya se aplican en la industria cinematográfica— que, con mayor o menor precisión, pueden modificar, mejorar, rejuvenecer o avejentar rostros sin la necesidad de grandes estudios o de equipos de nivel profesional.

Así, ya es posible dejar de pensar en la necesidad de contratar actores o presentadores para nuestros films y solo adquirir un programa que incorpore un personaje con apariencia y voz cada vez más humanas que interprete nuestros guiones sin cansarse ni cobrar un peso por su trabajo.

Esto es fruto del desarrollo de nuevas tecnologías que hace algunos años partieron por permitirnos utilizar nuestro rostro como huella dactilar para entrar a nuestros dispositivos para luego dar paso a aplicaciones, como SnapChat, que permiten detectar rostros humanos para reemplazarlos por un sinfín de posibilidades entretenidas. A modo de ejemplo, hace solo algunos días, una audiencia judicial vía Zoom desarrollada en Estado Unidos se hizo viral, no por lo relevante del caso juzgado sino porque uno de los abogados apareció transformado en un gato gracias a un filtro de la aplicación que no supo utilizar.

Asimismo, desde hace ya algún tiempo, los smartphones nos permiten “mejorar” nuestros rostros, eliminando arrugas, manchas o simplemente embelleciendo los rasgos faciales, todo esto potenciado con inteligencia artificial que nos ayuda a hacerlo de manera automática y que nos permite realizar tareas que van desde interpretar imágenes y textos, generar personas virtuales —que parecen reales— e interactuar con ellas, hasta reemplazar rostros en segundos.

Tecnologías que nos permiten modificar la realidad

En estos días es posible acceder a GAN, tecnología en constante mejora que tiene la capacidad de generar rostros virtuales (thispersondoesnotexist.com), de distintas edades y etnias, pudiendo obtener un nuevo rostro cada vez que actualices el sitio.

Del mismo modo, Video Robot (www.videorobot.digital) permite obtener un personaje virtual al que le puedes entregar un texto, un vídeo y listo, ¡tienes un locutor!

Y tenemos también el sistema desarrollado por Synthesia (www.synthesia.io) que, utilizando rostros reales, permite crear un locutor como el de Video Robot pero con gente “real”, además de trabajar en diferentes idiomas que serán perfectamente modulados por estas “personas”. Dev esta forma, es posible ver a David Beckham hablando en 9 idiomas diferentes —que, a diferencia de otras soluciones, tiene un excelente español latino—, y que no se escucha como la voz de un robot, sino que se acerca mucho a la voz humana.

Otra tecnología en base al uso de rostros es la conocida Deep Fake, con apps como ZAO y otras, que permiten reemplazar un rostro (que se nutre de varias fotografías) para suplir la cara real, y todo esto en tiempo real, es decir, sin requerir de edición ni manipulación previa.

Por último, destaca la reciente creación de la empresa UnReal —MetaHuman de Unreal Engine (www.unrealengine.com/en-US/digital-humans)—, que permitirá no solo crear rostros sino también sus cuerpos con un nivel de realismo que llega casi a la perfección, de manera más amigable y rápida.

El futuro y las leyes

Como vemos, cada día surgen nuevas tecnologías de este tipo, las que siguen avanzando y mejorando a un nivel que nos llevará pronto a no saber qué es real y qué no.

El problema es que no poder diferenciar lo virtual de lo real trae consigo también la posibilidad de “modificar” la realidad al antojo de quien maneja el programa, lo que posibilitaría, por ejemplo, que se dificulten los medios de prueba de la comisión de un delito puesto que se podrá alegar que la evidencia visual fue creada en un computador o que se invente una noticia con toda la apariencia de haber sucedido realmente, o una infinidad de otras posibilidades que seguramente surgirán en la mente del lector, como “grabar” una infidelidad o una ofensa.

Entonces, cabe preguntarse si nuestras leyes están preparadas para esta nueva realidad o si existen, en paralelo, las tecnologías necesarias para poder autentificar la veracidad de estas imágenes. Y una vez más nos enfrentamos a la necesidad de que nuestras autoridades legislen a la par con las nuevas tecnologías y regulen su buen uso, pues de lo contrario, será muy fácil desprestigiar a una figura pública y hasta hacer tambalear a un gobierno.

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